Dos fot¨®grafos que olvidan para vivir
Italia y los viajes sirven de fondo a los fotolibros de Seiichi Furuya y Aaron Schuman, dos perspectivas que ahondan en la memoria, tanto en la individual como en la colectiva
A mediados de marzo del 2020, mientras m¨¢s de trescientas personas mor¨ªan a diario a consecuencia de la covid-19 en Italia y el virus comenzaba a causar estragos por el resto de Europa, Seiichi Furuya (Izu, Shizuoka, Jap¨®n, 1950) afrontaba el confinamiento en Graz, Austria, dando forma a su ¨²ltima obra, un fotolibro que nuevamente tiene como protagonista a su esposa, Christine G?ssler. La madre de su hijo, quien, un domingo del oto?o de 1985, se lanz¨® al abismo desde el noveno piso del edificio que albergaba la casa familiar en el Berl¨ªn Este. El indeleble recuerdo de aquella mujer a quien fotografi¨® sin cesar a lo largo de siete a?os, como si hubiese querido detener el tiempo para impedir que la vida siguiera su irremediable curso, ha ido dando forma a una poderosa obra. Una po¨¦tica afirmaci¨®n de amor que ahonda en el significado de la p¨¦rdida y de la memoria. As¨ª, la fotograf¨ªa de Furuya es el reflejo tanto de una herida como el de su sanaci¨®n; una llaga que se extiende desde los primeros encuentros de la pareja hasta aquel aciago d¨ªa de octubre cuando fotografi¨® el cuerpo sin vida de Christine en un desangelado solar.
Pero retrocedamos a 2018, cuando Furuya encontr¨® en el ¨¢tico de su vivienda una serie de pel¨ªculas de Super 8 junto a unas grabaciones sonoras y a los carretes que dispar¨® con una c¨¢mara de 35mm durante el viaje de la pareja realiz¨® a Bolonia, en 1978, un mes despu¨¦s de su primer encuentro. Unos d¨ªas de felicidad plena durante los cuales, de acuerdo con los diarios que escrib¨ªa Christine, el artista hab¨ªa expresado su deseo de casarse con ella. Un tiempo de plenitud que, para sorpresa del fot¨®grafo japon¨¦s, hab¨ªa quedado totalmente borrado de su memoria. Si bien hasta entonces el autor hab¨ªa sido consciente del poder de la fotograf¨ªa para recobrar el recuerdo de experiencias y paisajes olvidados, ahora lo era de c¨®mo a veces es necesario el olvido para continuar con la vida.
?Realmente yo he estado all¨ª? , se preguntaba el autor tras revisar una y otra vez las secuencias de que aquellos olvidados testimonios. Tras esperar sin resultados recuperar su memoria se propuso continuar con el meticuloso examen con el fin de ver si podr¨ªa ser capaz de concebir una ¡°nueva memoria¡± en forma de libro. Y, ocurri¨® que una de aquellas escenas produjo tal efecto en ¨¦l que sirvi¨® de catalizador. ¡°Sent¨ª la necesidad de enamorarme de la Christine que se mostraba all¨ª¡±, recuerda Furuya durante una entrevista por correo electr¨®nico. ¡°Atra¨ªdo por sus moment¨¢neas expresiones y los gestos que desplegaba mientras se mov¨ªa, me cautiv¨® totalmente y experiment¨¦ un nuevo y fuerte torbellino de nostalgia. Incluso ahora, no puedo evitar sentir la historia que narra el libro acabado como cierta¡±, asegura el fot¨®grafo. La fotograf¨ªa es un demonio que transforma un momento del pasado en el presente eterno¡±.
As¨ª, First Trip to Bologna 1978 / Last Trip to Venice 1985 (Chose Commune) es el resultado de un remake. Una publicaci¨®n que no ha conseguido revivir ni un solo destello de esa parte que permanece oculta en los m¨¢s profundo de la memoria de su autor pero s¨ª conmover de nuevo a sus lectores con el ¨²ltimo cap¨ªtulo de esta eleg¨ªa compuesta por doce fotolibros. Una dif¨ªcil y afligida representaci¨®n de la persona amada que se dilata en el tiempo, mientras invita a su vez a indagar en la relaci¨®n entre el observador y el observado, entre el yo y el otro, y de la que nuevamente sale airoso el autor.
Con el fin de de buscar una explicaci¨®n a su desmemoria, el autor se dispuso a comparar sus d¨ªas en Bolonia con aquellos que dan forma a la segunda parte del libro: un periplo mucho m¨¢s sombr¨ªo que tuvo lugar siete a?os m¨¢s tarde y que condujo a la pareja a Venecia, una semana despu¨¦s de que Christine saliera del hospital, donde segu¨ªa una terapia para tratar su esquizofrenia. En contraposici¨®n, el que ser¨ªa el ¨²ltimo viaje de la pareja permanec¨ªa muy vivo en el recuerdo del autor. ¡°Podr¨¢ parecer simplista, pero he llegado a la conclusi¨®n de que el distinto estado mental con el que afront¨¦ cada uno de los desplazamientos afect¨® al mecanismo de la memoria¡±, asegura Furuya. Durante aquellos d¨ªas en Venecia, el fot¨®grafo hizo uso de dos carretes de diapositivas. Accidentalmente uno de ellos conten¨ªa im¨¢genes tomadas en Berl¨ªn, de ah¨ª que algunas las fotograf¨ªas resultantes quedaran superpuestas.
En la primera parte del libro las im¨¢genes se presentan sobre un fondo negro y adoptan distintos tama?os y formatos. En ellas la inquietante y seductora figura de Christine se dibuja entre nebulosos paisajes con la lejana asincron¨ªa de un sue?o, entre los reflejos de las enmara?adas ramas de los arboles que, como la sangre que corre por las venas, parecen insuflar vida a la existencia de la joven. Por el contrario, la segunda parte est¨¢ planteada de atr¨¢s hacia delante y obliga al lector a girar el libro. Secuenciadas sobre un fondo blanco las im¨¢genes intensifican la presencia de la protagonista y se hace m¨¢s palpable su declive.
¡°Desde que Christine se suicid¨®, mi vida ha quedado condenada por este hecho inmutable. Definida por su muerte. Su presencia ha sido constante y nunca desagradable¡±, reconoce Furuya, quien cuatro a?os despu¨¦s de aquel drama dedic¨® su primera exposici¨®n individual, Memories, a la figura de su musa. ¡°Lo hice con un sentido de cierre, como una oportunidad para empezar una nueva vida¡±. Sin embargo, de ah¨ª surgi¨® una nueva b¨²squeda. Preguntas de las que el autor no ha conseguido escapar en el intento de poder aclarar su propia implicaci¨®n en las causas que llevaron al tr¨¢gico final. ¡°A¨²n no he podido encontrar una respuesta que me satisfaga¡±, admite el artista. ¡°Sin este libro, no creo que pudiera enfrentarme cara a cara a Christine. Cuando la vuelva a ver la llevar¨¦ todos los libros que he publicado, como un recuerdo¡±.
Mirar con ojos claros y frescos
En ocasiones las sensaciones que un lugar despierta en la imaginaci¨®n de un viajero est¨¢n determinadas por aquellas que ese mismo lugar provoc¨® en las distintas personas que lo han visitado a lo largo de la historia. Visiones y fantas¨ªas asociadas a un territorio y que no siempre tienen por qu¨¦ relacionarse con un paisaje o un monumento sino con una forma de exponerse a un nuevo mundo. Un tipo de sensaciones a las que Johann Wolfgang von Goethe se refiri¨® como ¡°impresiones sensoriales¡±. ¡°Al poner a prueba mi capacidad de observaci¨®n, he encontrado un nuevo inter¨¦s por la vida... ?Puedo aprender a mirar las cosas con ojos claros y frescos? ?Cu¨¢nto puedo abarcar con una sola mirada? ?Puedo borrar los surcos de los viejos h¨¢bitos mentales?¡±, escrib¨ªa en Viaje a Italia, el que fuera uno de los m¨¢s ilustres de los viajeros del llamado Grand Tour. T¨¦rmino referido al gran viaje inici¨¢tico realizado por los j¨®venes arist¨®cratas europeos, que se empez¨® a poner de moda a finales del siglo XVII, con el fin de ampliar sus experiencias vitales y acercarse al arte cl¨¢sico, y cuyo itinerario sol¨ªa incluir el norte de Italia, Florencia y Roma.
La cita sirve de introducci¨®n a Sonata (Mack), el tercer libro publicado por Aaron Schuman (Estados Unidos, 1977) que a lo largo de los ¨²ltimos cuatro a?os ha regresado a Italia con el fin de observar aquellos lugares donde pas¨® un periodo de tres meses durante su infancia. Lejos de plantearse una mirada objetiva a la realidad de Italia se plante¨® un viaje muy personal donde las impresiones se convierten en una finalidad, partiendo de esa aspiraci¨®n rom¨¢ntica donde las sensaciones dejan de tener cualquier otra utilidad que no sean ellas en s¨ª mismas. Sensaciones que quedar¨¢n traducidas en im¨¢genes.
El libro est¨¢ secuenciado como una sonata, de ah¨ª su t¨ªtulo, y sigue sus tres movimientos: una introducci¨®n que presenta una serie de motivos que ofrecen al lector abundantes interrogantes y provocan sensaciones dispares. La sigue un andante donde el ritmo se vuelve m¨¢s experimental a trav¨¦s de las im¨¢genes en blanco y negro de un bosque de olivos, para cerrar con unos motivos similares a los del principio. La maquetaci¨®n presenta una sola imagen por p¨¢gina con el fin de acrecentar su impacto y establecer asociaciones entre las fotograf¨ªas a medida que el lector se adentra en sus p¨¢ginas. En su mayor¨ªa las im¨¢genes est¨¢n seguidas de hojas en blanco que en cierta forma invitan al lector a verter en ellas sus propios pensamientos, como las p¨¢ginas del diario de un viajero donde queda reflejado su rica y compleja experiencia. En definitiva en Sonata resuena la voz del autor franc¨¦s Jules Barbey d¡¯Aurevilly: ¡°El viaje, por s¨ª mismo, es poca cosa, apenas vale por el viajero que lo narra y sabe imprimirle esa personalidad a la que nada reemplaza cuando el autor no se la imprime¡±.
¡®First Trip to Bologna 1978/ Last Trip to Venice 1985¡ä. Seiichi Furuya. Chose Commune. 192 p¨¢ginas. 45 euros.
¡®Sonata¡¯. Aaron Schuman. Mack Books. 120 p¨¢ginas. 40 euros.
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