El 'Grand Tour' del Mediterr¨¢neo cl¨¢sico
Herencia de los viajes inici¨¢ticos que curt¨ªan a los bohemios del dieciocho, aglutina profundas experiencias, paisajes diversos y alguna que otra dificultad por Asia menor, Mesopotamia y Oriente Medio. Serie circular de diez art¨ªculos que parte del B¨®sforo y regresa a la isla de Khios
El Grand Tour era muy popular entre los j¨®venes bohemios del XVIII. Una especie de viaje inici¨¢tico previo a la entrada en la edad adulta. El objetivo declarado era conocer el arte cl¨¢sico, aunque en realidad se trataba de mucho m¨¢s, se trataba de aprender a vivir.
El periplo habitual inclu¨ªa Francia e Italia, pero algunos autores pusieron de moda destinos m¨¢s lejanos. As¨ª, Goethe populariz¨® Sicilia y Chateubriand Oriente Medio. Adolfo Rivadeneyra, con su Viaje a Persia, fue continuador del primer relato de viajes sobre la regi¨®n: La An¨¢basis de Jenofonte, donde se narran las vicisitudes de un ej¨¦rcito de diez mil mercenarios griegos contratados por Ciro para derrocar a su hermano Artajerjes II.
Recorrer la cuna de la civilizaci¨®n a lo largo del Mediterr¨¢neo es todav¨ªa uno de esos grandes viajes inici¨¢ticos. Un genuino Grand Tour. Asia Menor, Mesopotamia y Oriente Medio ofrecen un c¨ªrculo geogr¨¢fico (desde el B¨®sforo en Estambul hasta la isla de Khios) de profundas experiencias, gentes y paisajes diversos, y, por qu¨¦ no decirlo, tambi¨¦n algunas peque?as dificultades.
Cruzando el B¨®sforo y el Tigris
Un puente sobre el B¨®sforo y un cartel que reza Welcome to Asia a pocos dejar¨¢ indiferentes. De ah¨ª recorro la bell¨ªsima costa suroeste desde Cesme hasta Antalia. Me detengo en la intrigante regi¨®n de Capadocia para finalmente dirigirme hacia el Kurdist¨¢n, en el extremo ¨¦ste de Turqu¨ªa, conflictiva ¨¢rea social en la que confluyen las no menos conflictivas fronteras de Georgia, Ir¨¢n, Irak y Armenia.
Diyarbakir, sobre un promontorio en la vega del Tigris, tiene la segunda muralla m¨¢s larga del mundo que, casi indemne, rodea la ciudad vieja. Fue reconstruida por el Emperador Constancio II en el 349, gobernante que desatara una gran violencia integrista contra el paganismo. Nunca han sido muy pac¨ªficas estas tierras, as¨ª que no debe sorprender la vehemencia con la que varios kurdos hablan de pol¨ªtica. Sus postulados son b¨¢sicos pero inamovibles: Turqu¨ªa es el enemigo y les niega sus derechos.
El paisaje es monta?oso. Lomas peladas y rocas ¨¢speras. El territorio est¨¢ completamente militarizado. La Gendarmer¨ªa turca es omnipresente. Son incontables los puestos de control; no obstante, dejan pasar al extranjero en cuanto lo ven sobre una motocicleta. Algunos ni?os tiran piedras, aunque la mayor¨ªa de la gente es amable.
Azul furioso sobre monta?a b¨ªblica
El Ararat, con m¨¢s de cinco mil metros, es la monta?a m¨¢s alta de Turqu¨ªa. Tambi¨¦n s¨ªmbolo nacional de Armenia. Fue su territorio hasta que los otomanos decidieron hacerlo parte de su imperio, all¨¢ por el XVI. Algo que junto al primer genocidio organizado de la Historia, nunca han perdonado. A¨²n en la actualidad, el Gobierno Turco se niega a abrir la frontera, aduciendo la pol¨ªtica de su vecino en el contencioso de Nagorno Karabaj, oficialmente territorio de Azerbaij¨¢n, aunque en la pr¨¢ctica Estado independiente gracias a las tropas armenias y al subrepticio apoyo ruso.
Duermo en Dogubayacit, a los pies de la b¨ªblica monta?a donde se supone aterriz¨® el Arca de Noe. El ¨¢rea ofrece un horizonte de tonos ocres y malvas. El cielo es de un azul furioso. Un imponente castillo vigila la llanura desde un nido de ¨¢guilas. Es el palacio del Baj¨¢ de Ishak construido en 1685. Numerosos campesinos kurdos suben a contemplar las vistas y beber litros de t¨¦ muy azucarado.
La frontera con Ir¨¢n est¨¢ en la cima de un monte. Me reciben ce?udos soldados armados de fusiles de asalto y pobladas barbas. A pesar de su seriedad impostada no pueden evitar una enorme curiosidad. Aqu¨ª est¨¢n prohibidas las motocicletas de m¨¢s de 200 cent¨ªmetros c¨²bicos y, como pronto tendr¨¦ ocasi¨®n de comprobar, todo lo prohibido tiene un enorme atractivo.
Risas en el 'free shop'
Barzagan. Cambistas, contrabando y gasolinera. En un humilde restaurante los clientes est¨¢n absortos mirando un televisor que emite un programa iraqu¨ª donde mujeres kurdas bailan descubiertas. Aparece un hombre delgado, moreno, casi andrajoso. Me dicen entre risas que es el free shop. El tipo se sube la chaqueta y muestra metida entre sus pantalones una botella de ron. Es un smugler o contrabandista. Todos los presentes se mueren de risa ante mi expresi¨®n de estupor.
En un des¨¦rtico territorio que enlaza llanos entre crestas monta?osas se halla el descuidado Palacio Baqcheh Jooq, construido por uno de los comandantes del Shah Mozaffaredin, quien reinara entre 1896 y 1907. Me aborda un tipo con una moto tan destartalada como su dentadura. "Soy Reza", se presenta, "el motero del pueblo". Vive solo entre piezas de motor y arcaicos carteles de cine. Me ense?a fotos de una juventud rebelde. Im¨¢genes de los setenta en un Ir¨¢n prerrevolucionario. Reza era un atractivo joven de pelo largo y pantalones de campana que en bien poco se diferenciar¨ªa de cualquier gamberro europeo.
Maku, peque?a poblaci¨®n encerrada entre altas paredes verticales de una piedra desnuda que luce ros¨¢cea al amanecer. Parece un pueblo del oeste americano articulado sobre una avenida central abierta en el espacio libre que deja el desfiladero. En el motel del Ministerio de Turismo atiende una joven cubierta. Habla un correcto ingl¨¦s y asegura envidiar mi suerte de motociclista libre.
La tumba de Judas Tadeo
En Qhara Kelisa hay una vieja iglesia ortodoxa construida en 1329. El s¨®lido templo amurallado vigila un profundo valle entre ¨¢ridos ca?ones y profundas gargantas. El aire es tan puro y fr¨ªo que casi corta la respiraci¨®n. Se supone que aqu¨ª est¨¢n enterrados dos m¨¢rtires, San Judas Tadeo y Sim¨®n. Muertos en el a?o 66 por tratar de extender el Cristianismo entre los fieles del zoroastrismo, religi¨®n imperante en los tiempos Sas¨¢nidos.
Propiedad del Ministerio de Turismo, ya no se practica culto alguno en la iglesia de Kelisa, pero no porque hayan desaparecido los cristianos del pa¨ªs, sino porque se concentran en la populosa ciudad de Urmia, pr¨®ximo destino de esta particular An¨¢basis.
Miquel Silvestre (Denia, 1968) es autor del libro Un mill¨®n de piedras (Barataria).
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