¡®Mi propio asesino¡¯, una fiesta del humor macabro
Richard Hull, asistente de Agatha Christie, da la vuelta al modelo cl¨¢sico de novela polic¨ªaca en una trama en la que se intenta exculpar al asesino
En toda novela de crimen y misterio se busca descubrir y castigar al asesino. En esta, no. En esta de lo que se trata es de salvar al asesino, a lo que se dedica un joven abogado londinense, buen profesional y hombre de vida tranquila, cuyo cliente, un hombre ego¨ªsta, irresponsable y malcriado, acaba de matar accidentalmente en un momento de exasperaci¨®n a su criado, que pretend¨ªa chantajearlo por un asunto de faldas. Sampson, el abogado, urde una compleja y laboriosa trama para exonerar del delito a su cliente, para lo cual habr¨¢ de contar con la complicidad de dos se?oras maduras que, aunque recelan entre s¨ª, adoran al asesino, Alan Renwick.
Sampson concibe un falso suicidio de su cliente para hacerlo desaparecer y reaparecer m¨¢s adelante con un nombre nuevo. Como se ve, la novela da la vuelta al modelo cl¨¢sico, pero lo que plantea ingeniosamente es una historia criminal a lo largo de la cual va desapareciendo progresivamente la conciencia del delito hasta el punto de crear una nueva situaci¨®n de normalidad. Para ello, elabora un desopilante desarrollo de la trama durante el cual el abogado concibe la idea de ¡°tomar a este hombre en mis manos y forjar su destino conforme a mis deseos¡±.
Para ello, cuenta con las dos mujeres de edad madura, enceladas la una con la otra y m¨¢s simples que una mata de habas por cuyas mentes ni asoma la menor conciencia de estar ayudando a un asesino. Quien s¨ª es consciente es el abogado, que, a medida que la acci¨®n avanza, ampl¨ªa su idea inicial: ¡°Ya no estaba salv¨¢ndole la vida. Lo estaba destruyendo por completo y cre¨¢ndolo de nuevo, y a partir de ah¨ª estar¨ªa para siempre a mi merced¡±. El grueso de la novela es el relato de c¨®mo llevan a cabo la trama que ha de exonerar a Renwick, as¨ª como el resultado final de la misma mientras un inquietante y tenaz inspector Wexhall no les pierde de vista.
Toda la novela est¨¢ te?ida de humor, un humor macabro a la inglesa, inteligente, sutil y desprejuiciado a la vez que no ocasiona carcajadas, sino una constante sonrisa apreciativa. Lo fascinante es la creaci¨®n de personajes al servicio de una novela de g¨¦nero al rev¨¦s, donde el crimen se acepta con entera normalidad y la exculpaci¨®n es el elemento dominante. El plan del abogado va desarroll¨¢ndose con un progresivo y sostenido sentido del absurdo que acaba desembocando en el disparate, pero un disparate que no desentona de la parsimoniosa flema brit¨¢nica y del bien medido humor que genera. Lo convincente de la novela es que a medida que la historia progresa va revelando un inquietante tono de comedia macabra como sostenido por una vibraci¨®n de fondo que acompa?a el relato con la pulsaci¨®n de un firme y discreto contrabajo. Al fin y al cabo, lo que menos importancia moral parece tener es justamente el imprudente crimen de Renwick.
La incurable ligereza del no menos incurable egotismo del asesino; la divertida torpeza de las dos mujeres, cargada de detalles de car¨¢cter que las libran de convertirse en personajes r¨ªgidos, y la extraordinaria metamorfosis del abogado convierten esta novela en un caso ¨²nico en la historia del g¨¦nero. Richard ?Hull ya se hab¨ªa lucido en una novela anterior, tambi¨¦n editada por Alba (El asesinato de mi t¨ªa), que, aunque no alcanza la originalidad de ¨¦sta, no le anda a la zaga.
Richard Hull fue asistente de Agatha Christie durante el tiempo en que ella presidi¨® el famoso y acreditado Detection Club.
P. D.: El libro contiene tambi¨¦n una posdata pertinente.
Mi propio asesino
Autor: Richard Hull.
Traducci¨®n: Leonor Saro.
Editorial: Alba, 2022.
Formato: tapa blanda (264 p¨¢ginas, 21,50 euros) y e-book (9,49 euros).
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