Tauromaquia sin toros
Lo que Rafael S¨¢nchez Ferlosio escribe sobre la fiesta no s¨®lo ilumina ese espect¨¢culo, sino tambi¨¦n los deportes, el circo, el teatro, la danza o el cine
Es m¨¢s f¨¢cil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. La frase de Fredric Jameson es repetida en todo tipo de contextos, especialmente cuando hablamos pasionalmente del apocalipsis clim¨¢tico. As¨ª que pongamos estas l¨ªneas, sin ning¨²n tipo de complejo, en esa l¨ªnea de pensamiento, desde luego animalista, pero tambi¨¦n ambientalista, ecol¨®gico, que piensa de otro modo las relaciones de lo viviente con el mundo.
No es dif¨ªcil imaginar el fin de la fiesta de los toros. La tauromaquia es otra cosa, pero el lugar y la forma que ocuparan las corridas de toros tiene una cierta tradici¨®n en las imaginaciones ut¨®picas y dist¨®picas. En el mundo feliz de Huxley no hay fiesta de los toros ni ¡°toreros con miedo¡±, que dir¨ªa Pedro Lemebel. Pero en el universo de Mad Max ¡ª?las hombreras toreras de Tina Turner!¡ª los toros tienen una l¨®gica y los ¨²ltimos rituales de la humanidad posapocal¨ªptica tienen m¨¢s que ver con Pedro Romero que con S¨®focles o William Shakespeare. En la ciencia ficci¨®n anglosajona, especialmente en los cl¨¢sicos de literatura y c¨®mic de los a?os cincuenta y sesenta ¡ªFernando Gonz¨¢lez Vi?as ha realizado un trabajo excepcional sobre el tema¡ª, los toros est¨¢n asimilados con la identidad chicana o mexicana y en ese sentido hay una sensibilidad subalterna que quiere comprender la fiesta y darle su lugar en la imaginaci¨®n inclusiva de lo futurible.
Sin embargo, esa capacidad sin l¨ªmites de imaginar el mundo de los toros resulta pobr¨ªsima en la actual tauromaquia y, por efecto espejo, en las pol¨ªticas prohibicionistas antitaurinas ¡ªquitando alguna vi?eta de El Roto o la excelente Tauromaquia, de Juli¨¢n Bar¨®n¡ª. Desde el golpe de Estado de Franco, la fiesta apenas ha cambiado sus reglamentos y muy poco la ¡°ret¨®rica¡± del torero o el ¡°terror¡± del toro, seg¨²n la lectura de Jean Paulhan. Resulta inconcebible que el ¨²nico lugar en el que el pathos taurino es productivo en estos momentos sea el sur de Francia, la rep¨²blica entera si se considera a Par¨ªs una capital meridional. La lectura de Bataille o la tauromaquia de Michel Leiris son aproximaciones impresionantes pero que no pueden agotar ni limitar el entendimiento de lo que la fiesta de los toros significa. Walter Benjamin ley¨® Espejo de tauromaquia, de Leiris, en 1937 y uno puede figurarse los t¨¦rminos del debate entre el pensador jud¨ªo y el antrop¨®logo franc¨¦s cuando se contemplan las p¨¢ginas que al asunto taurom¨¢quico dedic¨® Rafael S¨¢nchez Ferlosio, compiladas ahora junto a las columnas period¨ªsticas taurinas y antitaurinas bajo el t¨ªtulo de Interludio taurino. Por momentos asistimos a esa capacidad de pensamiento, unas veces Benjamin, otras Krakauer, otras el mism¨ªsimo Theodor Adorno, y, si me excedo citando a pensadores en la estela de la Escuela de Fr¨¢ncfort, no es por asimilar a nada conocido la escritura de Ferlosio sobre los toros sino por situar el nivel y la agudeza de sus observaciones para aquellos que jam¨¢s han estado en una corrida de toros ni han dedicado un minuto a los avatares de la fiesta.
Lo que Ferlosio escribe no s¨®lo ilumina el mundo de los toros, tambi¨¦n los deportes, el circo, el teatro, la danza, el cine y cualquier espect¨¢culo de la esfera p¨²blica se ve afectado por sus consideraciones. A su luz, por ejemplo, lo performativo deja de ser una actitud hormonal de adolescente y se convierte en el eje que separa lo real de lo ficticio con verdadera eficacia. No, no hay prurito juvenil ni tremendismo en sus palabras, Ferlosio intenta entender lo que se pone en juego en el espect¨¢culo de toros y su cr¨ªtica de la violencia tiene m¨¢s que ver con Benjamin que con el J¨¹nger del ¡°instante peligroso¡±. Por entendernos, hay m¨¢s playground que Hemingway en sus l¨ªneas. Las pol¨ªticas del exceso que conducen s¨®lo a una tensi¨®n entre normatividad e irracionalidad, en la l¨ªnea de Leiris o Bataille, son aqu¨ª desmontadas con ojo cl¨ªnico sabiendo distinguir entre raz¨®n policial y raz¨®n delincuente en el juego social que la tauromaquia produce. Por supuesto, los toros se miran sin mitolog¨ªas esencialistas, como lo que son, un espect¨¢culo moderno que llega con la Ilustraci¨®n y evoluciona la revoluci¨®n industrial y el ferrocarril. Ang¨¦lica Liddell o Albert Serra tienen aqu¨ª un manual perfecto para escapar a los manierismos afrancesados, porque, no deja de ser curioso, que el afrancesamiento de nuestro tiempo tenga m¨¢s que ver con el ¡°?vivan las cadenas!¡± que con la libertad, igualdad y fraternidad primeras.
La m¨¢quina de Ferlosio cualifica a los toros con categor¨ªas como ¡°no ficci¨®n¡±, ¡°acontecimiento¡±, ¡°exhibici¨®n¡± o ¡°figura¡±. O sea, que pone en juego la funci¨®n performativa, la pol¨ªtica de acontecimiento, el valor de exposici¨®n o una suerte de imagen dial¨¦ctica a resultas del modo de hacer del toreador. Lo importante es c¨®mo traza esas relaciones de categor¨ªa con las otras artes, del teatro o la danza al cine. Las l¨ªneas alrededor de polos como ¡°acontecimiento¡± y ¡°texto¡± son de una tensi¨®n memorables. La escritura se mide con los riesgos de la propia fiesta. En el futuro quiz¨¢s no haya toros, pero s¨ª tauromaquia.
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