Pintura que se toma por arquitectura: la geometr¨ªa de Pablo Palazuelo toma tierra
Una exposici¨®n dedicada al artista abstracto en Madrid permite observar la superposici¨®n de las dos disciplinas en su obra y en la de sus sucesores
Durante los a?os cincuenta y sesenta del siglo XX ¡ªuna edad de oro, desde luego, del arte espa?ol¡ª, Pablo Palazuelo era alguien que estaba y no estaba la vez. Al estallar la Guerra Civil, interrumpi¨® sus estudios de Arquitectura en Oxford y, de nuevo en Espa?a, se decidi¨® por la pintura. Tras hacer, en 1948 y como otros, su presentaci¨®n de artista abstracto en la madrile?a galer¨ªa Buchholz, se instal¨® en Par¨ªs. Iba y ven¨ªa. Estar cerca y lejos contribuy¨® a forjar su leyenda. Lo fich¨® la galer¨ªa Maeght y expon¨ªa peri¨®dicamente en Pittsburgh, en el Instituto Carnegie. Aun as¨ª, el aire mist¨¦rico, de mago o de alquimista, que rode¨® siempre a Palazuelo deb¨ªa mucho m¨¢s a sus propias obras y al modo en que sab¨ªa ¡ªcomo nadie¡ª presentarlas bajo la sugesti¨®n de runas o arcanos de alguna sabidur¨ªa perdida.
Cuando volvi¨® a Espa?a definitivamente, la implantaci¨®n art¨ªstica, social y tambi¨¦n gubernamental del arte abstracto estaba ya completamente asentada. La proyecci¨®n de los artistas espa?oles en el exterior a cargo de Luis Gonz¨¢lez Robles, los desvelos muse¨ªsticos y aglutinadores de Jos¨¦ Luis Fern¨¢ndez del Amo o los mecenazgos de Huarte fueron apoyos decisivos. El nuevo arte abstracto invocaba la pureza de un origen anterior al arte y la cultura, que se manifestaba de muchas formas. La arquitectura popular sirvi¨® de inspiraci¨®n para los poblados de colonizaci¨®n; la Iglesia puso en manos de arquitectos como Fisac o S¨¢enz de Oiza la construcci¨®n de nuevos templos en los que lo religioso ya no era una tem¨¢tica para el arte, sino una revelaci¨®n formal de ¡°lo desconocido¡± o de ¡°la visi¨®n interior¡±, tan frecuentes en los escritos de Palazuelo. Ning¨²n artista dio alas como ¨¦l a ese espiritualismo est¨¦tico. Frente al magma informalista, aunque a su lado, su camino hacia el misterio era se?alado por el n¨²mero y la geometr¨ªa. Hab¨ªa otros artistas geom¨¦tricos, pero sus referencias a Kandinsky, Mal¨¦vich o a Klee (un artista determinante del arte de la ¨¦poca) y sus lecturas heterodoxas de Henry Corbin o Matila Ghyka cristalizaban en sus obras como criptograf¨ªas inconfundibles.
A todo eso se a?ad¨ªa algo sustancial: los efectos dram¨¢ticos tomados del lenguaje arquitect¨®nico. La excepcional exposici¨®n que se presenta en las salas del Museo ICO, en Madrid, tiene su origen en la tesis de Gonzalo Sotelo-Calvillo y en la catalogaci¨®n de los fondos propiamente arquitect¨®nicos de la Fundaci¨®n Pablo Palazuelo, llevada a cabo por Teresa Ravent¨®s-Vi?as y por ¨¦l mismo. Como los vehementes sacerdotes de las primeras vanguardias ¡ªpienso en Mondrian, en Jacques Villon o en los ritmos de Robert Delaunay¡ª, Palazuelo consegu¨ªa evocar con esos elementos la idea de un orden ancestral y futuro a la vez, un absoluto que la pintura manten¨ªa en estado cifrado, pero que la arquitectura pod¨ªa finalmente materializar en tierra mortal. El lenguaje gr¨¢fico de esa disciplina le brind¨® herramientas ret¨®ricas inmejorables con las que producir aquella sugesti¨®n de estar ante una verdad conservada en el secreto. ?l lo utiliz¨® con una ambig¨¹edad calculada, entre la condici¨®n preparatoria de los papeles de taller y la obra definitiva.
Una de las investigaciones de esos fondos concluye en la reconstrucci¨®n de un sistema creativo al que Palazuelo acudi¨® en ocasiones ¡ª¡°metodolog¨ªa¡±, lo llaman los comisarios profesionalmente¡ª. Consist¨ªa en sobreponer los trasl¨²cidos y cer¨²leos papeles vegetales de los croquis arquitect¨®nicos para producir la sensaci¨®n din¨¢mica de una construcci¨®n en metamorfosis constante, un poco como ocurrir¨ªa (idealmente) en un dibujo animado y como ocurre, de hecho, en la naturaleza, otro topos de la ¨¦poca.
La exposici¨®n nos ayuda a comprender el perfil del artista de ciertas neovanguardias de los cincuenta como el de un proyectista cuya obra, tanto como la de sus abuelos, consist¨ªa en un planteamiento de realizaci¨®n permanentemente aplazada, sin llegar a materializarse nunca (y, tantas veces, gracias a Dios). Vemos la huella de Palazuelo en 12 de sus intervenciones arquitect¨®nicas m¨¢s relevantes. Por ejemplo, en el edificio para los grupos parlamentarios del Congreso de Diputados (1984); el Bankinter de Rafael Moneo (1975); el Auditorio Nacional, de Garc¨ªa de Paredes (1987), o el Auditori de Barcelona (1998).
Palazuelo sobrepon¨ªa los papeles vegetales de los croquis para producir una sensaci¨®n de metamorfosis constante
La exposici¨®n tambi¨¦n nos invita a pensar en lo que ha cambiado no ya nuestra sensibilidad (capaz todav¨ªa de acceder a la emoci¨®n a trav¨¦s de las geometr¨ªas de Palazuelo y las de numerosos artistas actuales), sino el sentido del tiempo. Vivimos en una ¨¦poca muy distinta; la historia ya no se desplaza hacia una realizaci¨®n, no tiene argumento. Aun as¨ª, algunos veteranos del sue?o de las l¨ªneas permanecen en activo, como Jos¨¦ Mar¨ªa Yturralde, Juli¨¢n Gil o Monika Buch. Pero todos los absolutos program¨¢ticos han sido desactivados. Adem¨¢s, la relaci¨®n exclusiva de la geometr¨ªa y la pintura ha de contar hoy con la inflaci¨®n, y la eficiencia, de las im¨¢genes virtuales. Con todo, algo de la espiritualidad apof¨¢tica y anal¨®gica de Palazuelo es retenido en las pinturas de Javier Victorero, que se exponen hasta hoy en Puxagallery (Madrid), y su elocuencia rectil¨ªnea en las de Emilio Ga?¨¢n. La idea constructiva aletea sobre algunos artistas que trabajan en la Nave Oporto, como Irma ?lvarez-Laviada, Sonia Navarro, FOD y Manuel Saro. La galer¨ªa Encant, en Mah¨®n; Pep Llabr¨¦s, en Palma, o Ana Mas Projects, en Barcelona, han prestado atenci¨®n reciente a la geometr¨ªa. A nombres como Lola Berenguer, Regina Gim¨¦nez, Carmen Ort¨ªz Blanco, Arantxa Etxeberria o Robert Ferrer hay que a?adir la presencia en Espa?a de artistas extranjeros, como el cl¨¢sico Imi Knoebel (ahora mismo en Ehrhardt Fl¨®rez, tambi¨¦n en Madrid), los n¨®rdicos Carsten Beck y Birte Horn, los uruguayos Mart¨ªn Pelenur y Guillermo Garc¨ªa Cruz o la argentina Mariela Scafati¡ Como el de Voltaire, el jard¨ªn que cultivan es privado. Son m¨¢s hortelanos que sacerdotes.
¡®Pablo Palazuelo. La l¨ªnea como sue?o de la arquitectura¡¯. Museo ICO. Madrid. Hasta el 7 de mayo.
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