Guillermo Mart¨ªn Bermejo: un m¨ªnimo arte grande
Los meticulosos dibujos del artista madrile?o reclaman el material desechado por la realidad de la vida, todo lo frustrado, humillado y excluido, para una redenci¨®n por la poes¨ªa
Hace ahora veinte a?os, en una exposici¨®n titulada Soledad de los supermercados, en galer¨ªa madrile?a Traves¨ªa Cuatro, vi por primera vez el trabajo de Guillermo Mart¨ªn Bermejo. Tambi¨¦n era una de sus primeras exposiciones. En aquellas obras, unos peque?os seres desvalidos, de gran cabeza y cuerpos que, al contrario, parec¨ªan afectados por alguna atrofia,...
Hace ahora veinte a?os, en una exposici¨®n titulada Soledad de los supermercados, en galer¨ªa madrile?a Traves¨ªa Cuatro, vi por primera vez el trabajo de Guillermo Mart¨ªn Bermejo. Tambi¨¦n era una de sus primeras exposiciones. En aquellas obras, unos peque?os seres desvalidos, de gran cabeza y cuerpos que, al contrario, parec¨ªan afectados por alguna atrofia, aparec¨ªan en el abandono de unos espacios an¨®nimos y mecanizados, acusando su ¨ªntima soledad. As¨ª lo recuerdo. Tambi¨¦n recuerdo que las peque?as pinturas sobre tabla enseguida induc¨ªan a pensar que ese contraste entre el mundo y la intimidad era vivido por aquellas criaturas como una verdadera expulsi¨®n del para¨ªso.
Veinte a?os despu¨¦s, lo sint¨¦tico, casi her¨¢ldico, de aquellas figuras y escenas, ha desaparecido, sustituido por su contrario: el exacerbado detallismo de un dibujo cada vez m¨¢s realista ¡ªcada vez m¨¢s realista-m¨¢gico, por decirlo as¨ª¡ª. Pero las incertidumbres, los terrores y las amenazas en el coraz¨®n adolescente, permanecen. A la vista ahora de esta M¨²sica de c¨¢mara, la hermosa exposici¨®n que se presenta en la galer¨ªa Fern¨¢ndez Braso, vemos hasta qu¨¦ punto aquella primera experiencia de la discontinuidad entre el mundo y el yo, la gran quiebra que caracteriza esa etapa de la vida, permanece en la obra de Mart¨ªn Bermejo como constitutivo de su po¨¦tica, con la condici¨®n de una revelaci¨®n. Si entresacamos unas cuantas palabras de los t¨ªtulos de sus exposiciones, veremos la evidencia de esa constante: soledad, histeria, ni?os perdidos, ni?os h¨¦roes, j¨®venes ausentes, fragilidad, jardines olvidados, debilidad, desesperaci¨®n, sue?o¡ Una exposici¨®n de 2012 se titul¨® Paseo por el Parque de los Pr¨ªncipes P¨¢lidos. Es suficiente.
Y es inevitable tambi¨¦n que ese clima nos conduzca ahora, a trav¨¦s de estos (en general) peque?os y extremadamente meticulosos dibujos, a un territorio cultural y art¨ªstico muy reconocible. Los ¨¢rboles desnudos del invierno, las patolog¨ªas del ensimismamiento, los puntiagudos campanarios en las lindes del bosque, nos hablan de una crisis del esp¨ªritu, de la cultura y de la historia ¡ªla crisis moderna, por antonomasia¡ª que tuvo por sede una geograf¨ªa bien delimitada, para entendernos, la antigua ¨¢rea habsb¨²rgica, postrom¨¢ntica o tardo rom¨¢ntica, m¨¢s buena parte de una Francia boscosa.
Los rostros y las ramas, los p¨¢jaros y las ventanas vienesas, se interpenetran hasta confundir la distinci¨®n del fondo y la figura, un poco como pasa en los ingenios de Escher
Esta multitud de rostros melanc¨®licos nos trae al recuerdo autores y personajes literarios que van desde el fundante Wilhem Meister a Hoffmanstal; La marcha de Radetzky; el T?rless, de Musil; el castillo de Duino, pero tambi¨¦n el del Bieldo, de la Isabel, de Gide; Raymond Radiguet, o, m¨¢s atr¨¢s, la Julie Romain, de Maupassant, en su alucinada Villa Anta?o¡ Los rostros y las ramas, los p¨¢jaros y las ventanas vienesas, se interpenetran hasta confundir la distinci¨®n del fondo y la figura, un poco como pasa en los ingenios de Escher. La sensaci¨®n de abigarramiento lo es tambi¨¦n de indistinci¨®n, de ag¨®nica batalla por el reconocimiento de lo individual. ?No es esa la lucha adolescente? En alem¨¢n, Bild, dice por igual forma e imagen, de modo que es plausible entender en el Bildungsroman ¡ªel g¨¦nero literario correlativo de esa ansiedad¡ª la b¨²squeda de la imagen propia, es decir, de la propia identidad, una y otra vez hurtada a manos del mundo, pero tambi¨¦n a las de nuestros propios mundos imaginarios.
Por cierto que en la cultura h¨²ngara se llama d¨¦lib¨¢b (como en Portugal se puede llamar saudade al sentimiento popular nacional) a una propensi¨®n hacia los mundos imaginarios que es capaz de negar las leyes de la realidad. Pero, en general, en esa Europa brillante y abismada, las turbulencias de los hechos hist¨®ricos tuvieron su correspondencia en el afloramiento de un malestar estrechamente relacionado tanto con la adolescencia colectiva que abandonaba un viejo mundo, como con la producci¨®n de im¨¢genes nuevas: nuevas identidades.
Par¨ªs, Viena, Praga y Budapest fueron los escenarios predilectos de la suspicacia, la negaci¨®n y la cr¨ªtica. En los dibujos de Guillermo Mart¨ªn Bermejo hay muchos homenajes expl¨ªcitos: El malogrado, de Berhardt; Kurt Weill; Messiaen; Piasecki y su Osa Mayor¡ Pero no nos debemos confundir ¡ªaunque es f¨¢cil¡ª. No, no estamos ante un pintor literario, con toda la carga despectiva que acarrea ese adjetivo. El ¡°aire retro¡± (como precisa ?scar Alonso Molina en el cat¨¢logo) de toda la exposici¨®n, as¨ª como el uso de los viejos papeles deca¨ªdos, apuntan a la aguda consciencia con la que GMB ha trabajado las formas y los medios.
El repertorio iconogr¨¢fico est¨¢ compuesto por im¨¢genes lo bastante codificadas, y la introducci¨®n de esos soportes reciclados, con sus abrasivas heridas, es tan patente, como para indicarnos la presencia de lo que Julien Green llamaba un ¡°juego superior¡±
La voluntad del artista por ocupar un lugar singular, solitario y al margen del ¡°establishment de la modernidad acad¨¦mica¡±, debe ser entendido en consonancia con esa condici¨®n hiper-reflexiva. El repertorio iconogr¨¢fico ¡ªlos uniformes militares, las miradas abatidas, los relamidos peinados, las estrechas corbatas, los rostros durmientes¡¡ª est¨¢ compuesto por im¨¢genes lo bastante codificadas (la fotograf¨ªa, el cine¡), y la introducci¨®n de esos soportes reciclados, con sus abrasivas heridas, es tan patente, como para indicarnos la presencia de lo que Julien Green, en un pr¨®logo tard¨ªo a su Adrienne Mesurat, llamaba un ¡°juego superior¡±. Ese sentido reclama nuestra atenci¨®n: el material desechado por la realidad de la vida, todo lo frustrado, humillado y excluido, o sea, estas mismas im¨¢genes ¡ªs¨ª, literarias¡ª que han sido ahora salvadas de sus clich¨¦s, y esos pobres papeles enmohecidos rescatados del basurero, son llamados aqu¨ª a una nueva vida, a una esperanza, en gran medida a una redenci¨®n por la poes¨ªa. Y es as¨ª como unos ¨ªnfimos dibujos alcanzan la altura del arte grande.
¡®M¨²sica de c¨¢mara¡¯. Guillermo Mart¨ªn Bermejo. Galer¨ªa Fern¨¢ndez-Braso. Madrid. Hasta el 10 de junio.
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