Keith Haring, en el geri¨¢trico
En 1989, el artista estadounidense pint¨® un grafiti contra el sida en el Barrio Chino de Barcelona y realiz¨® otro mural en una discoteca reconvertida en centro de mayores
All¨ª donde se ubicar¨¢ el comedor de un nuevo geri¨¢trico en la parte alta, hubo una discoteca durante los a?os previos a los Juegos Ol¨ªmpicos. A una hora prudente se servir¨¢ la comida en el lugar donde en la madrugada, con el Ars Studio en teor¨ªa ya cerrado, el propietario de la discoteca improvisaba un after hours para sus amigos y se colocaban las rayas de coca¨ªna sobre los vinilos de m¨²sica acid que el DJ C¨¦sar de Melero hab¨ªa comprado en ?msterdam y que estaban revolucionando la noche de la ciudad. Mientras los residentes coman un plato de jud¨ªa ins¨ªpida y pez hervido, podr¨¢n contemplar un mural que pint¨® Keith Haring si miran a una pared de la sala. La noticia la dio hace poco David Garc¨ªa Mateu en El Peri¨®dico.
El artista pint¨® esa figura con tinta roja una noche de finales de febrero de 1989. Hac¨ªa pocos meses que hab¨ªa sido diagnosticado de sida y se hab¨ªa convertido en un activista contra la enfermedad. Por la ma?ana pint¨® un mural en la zona m¨¢s degradada del Barrio Chino, donde m¨¢s jeringuillas estaban tiradas por el suelo. Por la noche acudi¨® a esa discoteca de moda que pocos meses despu¨¦s el gobernador civil cerr¨® por tr¨¢fico de droga. Al poco de reabrirse, en esa sala, Mano Negra se estren¨® en Barcelona.
¡°Me he preguntado si alguna vez ser¨¦ aceptado en los museos o si desaparecer¨¦ con mi generaci¨®n¡±, escribi¨® Haring en sus diarios. Muri¨® en febrero de 1990, justo un a?o despu¨¦s de haber pintado en Barcelona. Durante esos meses en los que la ciudad hab¨ªa entrado en una fase acelerada de transformaci¨®n urban¨ªstica, el mural barcelon¨¦s Todos juntos pararemos el sida se hab¨ªa ido degradando e incluso Nazario mand¨® un SOS a las instituciones rogando que revertiesen su estado deplorable. En 1992, el Ayuntamiento hizo un calco de la obra, que fue depositado en el Macba y a partir del cual se ha reproducido en dos ocasiones en un muro junto al museo. El mural de la discoteca que despu¨¦s fue sal¨®n de billares y ser¨¢ una residencia es bien cultural de inter¨¦s nacional desde mayo de 2022. Hoy termina en el Museo The Broad de Los ?ngeles una de las principales retrospectivas que se le han dedicado. En la colecci¨®n del MoMa se conservan varias de sus obras.
A finales de la d¨¦cada de los setenta, con los 20 reci¨¦n cumplidos, Haring se instal¨® en Nueva York para estudiar en la School of Visual Arts al tiempo que qued¨® fascinado por formas digamos subculturales al margen de lo acad¨¦mico. Recursos de la escritura de Burroughs, el recorte de titulares de prensa para jugar con las palabras y crear frases de iron¨ªa disolvente, los grafitis. Eran estrategias a trav¨¦s de las cuales el arte saltaba de la instituci¨®n y se instalaba en la calle. Un d¨ªa descubri¨® las vallas negras del metro sin publicidad. Compr¨® una caja de tizas y se puso a pintar en ese espacio. La polic¨ªa lo mult¨®. Pero segu¨ªa dibujando pir¨¢mides, ovnis, se?ores que corren o perros que ladran. Lo contaron con admiraci¨®n Quim Monz¨® y Perico Pastor en una de las cr¨®nicas de actualidad que mandaban desde la ciudad. En febrero de 1983, el pintor y el escritor hab¨ªa acudido a una galer¨ªa del Soho en la que Haring hizo su primera exposici¨®n en una galer¨ªa comercial.
Su obra mantiene esa tensi¨®n entre un pop juguet¨®n cr¨ªtico y el carnaval hedon¨ªstico que fue antesala de la devastaci¨®n
La principal plataforma para su lanzamiento hab¨ªa sido el Club 57 del Village, un local que hab¨ªa sido propiedad de la Iglesia cat¨®lica polaca y que cerr¨® en 1983. Hoy aquel local no es una residencia para ancianos, de acuerdo, pero s¨ª ha acabado transformado en un negocio relacionado con la salud: al subir las escaleras que parten de la calle y llegar a la puerta principal del edificio, lo que se encuentra el paseante es un centro de salud mental. Pero all¨ª, a principios de los ochenta, Haring fue comisario de exposiciones u organiz¨® ¡°actos de arte en vivo¡±, para decirlo con sus palabras. Fue un espacio que cataliz¨® energ¨ªas renovadoras y facilit¨® que el homosexual Haring se integrase en la ¨¦lite cultural de la ciudad. Conoci¨® desde al cl¨¢sico vivo que ya era Andy Warhol hasta a una joven Madonna. Todo hab¨ªa empezado a acelerarse. ¡°Haring y Basquiat se han convertido en estrellas del circuito art¨ªstico internacional¡±, pudo leerse en The New Yorker a principios de 1984.
El Club 57, al ser historiador m¨¢s all¨¢ de los c¨¢nones ortodoxos, se transforma en un lugar que permite explicar una ¨¦poca sepultada. As¨ª se logr¨® en Club 57. Film, Performance, and Art in the East Village, 1978-1983, una exposici¨®n del MoMA que puso en juego un archivo potente de materiales en teor¨ªa fungibles y era leal con la moral est¨¦tica de Haring y, a la vez, lograba museizar aquella experiencia grupal. Pero si solo fuese eso, el inter¨¦s ser¨ªa tan solo local. Lo que sigue siendo un reto es acercarse a esa tensi¨®n entre un pop juguet¨®n cr¨ªtico y, a la vez, el carnaval hedon¨ªstico que fue antesala de la devastaci¨®n. As¨ª deber¨ªa explicarse tambi¨¦n nuestra d¨¦cada de los ochenta, m¨¢s all¨¢ de la nostalgia falaz de la EGB. Entre la ingenuidad, la experimentaci¨®n y la tragedia. Es una tensi¨®n que est¨¢ presente en las dos obras que se conservan de Keith Haring en Barcelona. El mural que pretend¨ªa concienciar a la ciudadan¨ªa para luchar contra el sida ¡ªuna de las muchas causas con las que se comprometi¨®¡ª y, a la vez, la posibilidad de gozar bailando acid o tom¨¢ndolo, asumiendo un riesgo que acab¨® por clausurar una ¨¦poca y una ciudad desaparecida. Si yo fuese un residente del geri¨¢trico, me sentir¨ªa amenazado.
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y X, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.