Mar¨ªa Sabina: la chamana que canalizaba la inteligencia del hongo
Quien fuera la curandera m¨¢s c¨¦lebre de M¨¦xico recurr¨ªa a los hongos alucin¨®genos como medio para adivinar y sanar. Bernardino de Sahag¨²n ya document¨® el uso de yerbas y ra¨ªces en Mesoam¨¦rica en su ¡®Historia general de las cosas de la Nueva Espa?a¡¯
La vida es misteriosa, esa es su magia. Hay quienes viven ese misterio con absoluta naturalidad, como si vivir fuera algo com¨²n y corriente, como si no hiciera falta hacerse preguntas. Otros lo viven continuamente asombrados, perplejos por el mero hecho de ser. Estos ¨²ltimos son los poetas y, a veces, los fil¨®sofos. En las sociedades ind¨ªgenas, el asombro es un asunto de los ...
La vida es misteriosa, esa es su magia. Hay quienes viven ese misterio con absoluta naturalidad, como si vivir fuera algo com¨²n y corriente, como si no hiciera falta hacerse preguntas. Otros lo viven continuamente asombrados, perplejos por el mero hecho de ser. Estos ¨²ltimos son los poetas y, a veces, los fil¨®sofos. En las sociedades ind¨ªgenas, el asombro es un asunto de los chamanes.
Los problemas exigen una soluci¨®n. Para eso est¨¢n los ingenieros. La visi¨®n ingenieril del mundo ha desterrado el misterio, pero los artistas y los poetas lo han conservado. Saben que la soluci¨®n al misterio es siempre inferior al misterio. Para ellos carece de sentido solucionar el misterio. Su soluci¨®n es siempre un cierre en falso. El misterio es algo que ha de vivirse, el aliento mismo del vivir. Ciertas sustancias vegetales, hongos, lianas y cactos, permiten un contacto diferente con ese misterio. Desplazan nuestro punto de encaje con la realidad. Permiten (y en esto son fieles a la mejor filosof¨ªa), reconocer nuestra ignorancia consustancial. Ofrecen pistas sobre la relaci¨®n entre las palabras y las cosas. Hacen posible experimentar lo que est¨¢ fuera del texto.
Mar¨ªa Sabina es probablemente la chamana m¨¢s c¨¦lebre de M¨¦xico. India mazateca, fue convertida a su pesar en celebridad tras el encuentro con el banquero y estudioso de los hongos Gordon Wasson, que dio a conocer en Estados Unidos el uso ceremonial y curativo de los hongos psilocibios. Mar¨ªa acab¨® sin quererlo en el centro de un debate (ajeno a su cultura) sobre el uso legal y abierto de sustancias psicoactivas. Llamados los Ni?os santos, estos hongos crecen en las sierras v¨ªrgenes de Oaxaca (y en muchas otras partes del mundo como Siberia o Galicia). Los mazatecos sienten por ellos amor y reverencia. Un culto que no carece de razones: el hongo habla. Y habla de muchas cosas: de lo divino, del provenir, de la vida y de la muerte. El hongo es un manantial de palabras que nos interpelan. Pueden ayudar a encontrar personas perdidas e incluso permiten atisbar ¡°el sitio donde est¨¢ Dios¡±. Algunos mazatecos creen que los mensajes del hongo vienen de Jesucristo, que son las gotas derramadas de su sangre. La palabra que los designa en lengua mazateca significa ¡°el que brota¡±. Son espont¨¢neos, ¡°como el viento que viene sin saber de d¨®nde ni por qu¨¦¡±.
Mar¨ªa Sabina no es una m¨ªstica sino una sanadora. El uso que hace del hongo no busca una experiencia ext¨¢tica, tampoco indagar en la naturaleza de lo real. La naturaleza imaginal de la realidad se da por sentada. Se emplea con el fin de curar alguna enfermedad f¨ªsica o mental, o resolver alg¨²n problema familiar. Al hongo se le consulta a trav¨¦s de ella. Y esa consulta, como la del m¨¦dico, tiene una tarifa.
Mar¨ªa nace en Huautla de Jim¨¦nez en 1894, es hija de campesinos y pobre de solemnidad. Su padre muere cuando ella s¨®lo tiene tres a?os. Se traslada con su madre y hermana a vivir con los abuelos, agricultores y criadores de gusanos de seda. La pobreza y la desnutrici¨®n pueblan su ni?ez. Mar¨ªa dice haber tenido antepasados que practicaban la ceremonia de los hongos. Su bisabuelo, Pedro Feliciano, su abuelo y su padre fueron curanderos, aunque no conoci¨® a ninguno. A los seis a?os tiene su primer contacto con ellos. En su casa se celebra una velada para sanar a uno de sus t¨ªos. En aquella ocasi¨®n no los ingiere, pero poco despu¨¦s, mientras est¨¢ en el cerro cuidando el ganado, encuentra unos hongos parecidos a los que ha visto y los toma junto a su hermana. En esa primera embriaguez ora fervorosamente. Llora de sentimiento, en su miseria y desamparo. Lo dir¨¢ muchas veces, los hongos le han dado el valor para crecer, luchar y soportar las penalidades. As¨ª comienza un di¨¢logo con la inteligencia f¨²ngica (a caballo entre la animal y la vegetal) que durar¨¢ hasta su muerte.
Mar¨ªa es una mujer extraordinaria. Wasson la llama ¡°la Se?ora¡±. A los siete a?os ya se levanta antes del alba, trabaja la tierra con la azada, hila el algod¨®n y teje los huipiles. Aprende a bordar y vende sus telas o las cambia por gallinas. A los catorce a?os un mercader ambulante, que viaja a Orizaba cargando ollas y mantas, pide su mano. En uno de esos viajes lo reclutan para pelear con los zapatistas. Regresa trayendo caballo y carabina. Mar¨ªa le pide que abandone el ej¨¦rcito revolucionario. Serapio deserta. La uni¨®n dura siete a?os (los indios no se casaban entonces) hasta que Serapio muere de gripe espa?ola en 1914. Durante 13 a?os, la viuda recoge caf¨¦ en las fincas vecinas. En una ocasi¨®n le preguntaron la diferencia entre un brujo y una curandera. ¡°Yo adivino. Llego al lugar donde est¨¢n los muertos y si veo al enfermo tendido y la gente llorando, siento que se acerca una pena. Otras veces veo jardines y ni?os y siento que el enfermo se alivia y las desgracias se van. Cantando adivino lo que va a pasar. El brujo rezando ahuyenta los malos esp¨ªritus y cura mediante ofrendas¡±. Marcial, su segundo esposo, era brujo y aficionado al aguardiente. Temeroso de que le arrebate su poder, la golpea. Mar¨ªa le ocult¨® su ciencia y nunca comi¨® hongos en los 12 a?os que dur¨® su uni¨®n. No le daba dinero y maltrataba a los ni?os. Abandon¨® a Mar¨ªa por una mujer casada. Una noche el marido y los hijos le quebraron la cabeza a palos.
De nuevo viuda, tiene que sostener a una familia cada vez m¨¢s numerosa, ahora con diez hijos. Una vez empieza a trabajar con los hongos, los hombres dejan de interesarle. No se volver¨¢ a casar. Est¨¢ convencida de que, si come una gran cantidad, puede ver la enfermedad y curarla. Empieza a ser respetada en la comunidad cuando profetiza el asesinato de un exalcalde de Huautla. Su fama llegar¨¢ a los Estados Unidos, cuando Gordon Wasson publique un art¨ªculo en la revista Life. Mar¨ªa tiene que soportar la visita de aventureros de la psicodelia, que faltan al respeto a su cosmovisi¨®n e ignoran su forma de proyecci¨®n espiritual. ¡°Mucha gente se aprovech¨® de m¨ª. Recuerdo cuando regres¨® Wasson y me regal¨® un disco con mis cantos. Le pregunt¨¦ c¨®mo lo hab¨ªa hecho, nunca imagin¨¦ o¨ªrme a m¨ª misma. Estaba disgustada porque en ning¨²n momento le hab¨ªa autorizado a que grabara mis cantos. Anduve mucho tiempo llorando y el asunto no me dejaba dormir¡±.
Tras la milagrosa curaci¨®n de su hermana, empieza a vivir de su profesi¨®n como curandera y a ganarse la confianza de la gente. No volver¨¢ a cortar caf¨¦. Asiste a las parturientas, ahuyenta los malos esp¨ªritus y a quienes siente que han perdido el alma. Mar¨ªa s¨®lo utiliza tres clases de hongos psilocibios. El Pajarito, que brota en los maizales o en las faldas h¨²medas de los montes, el San Isidro (menos estimado), que crece en el excremento de toro, y el Desbarrancadero, que se encuentra en el bagazo de la ca?a de az¨²car y que se usa tambi¨¦n para darle saz¨®n a las sopas. Del primero (psilocybe mexicana), tambi¨¦n llamado angelito, el curandero come 15 o 20 pares. Para el que hace la consulta, depender¨¢ de su peso. En todo caso, es el cham¨¢n el que decide cu¨¢ntos pares va a tomar. Los cantos de Mar¨ªa hacen las veces del tambor cham¨¢nico. La im¨¢genes, dispersas y ondulantes, parecen ordenarse o cobrar sentido gracias a los cantos.
El hongo decanta diversas metamorfosis, sentimientos de fuerza, elevaci¨®n y grandeza. Una galer¨ªa alucinante de personajes, algunos terror¨ªficos, otros auspiciosos. Se siente la presencia de un poder misterioso y sagrado. La psilocibina que act¨²a sobre la mente occidental suscita im¨¢genes occidentales. Mar¨ªa confiesa que ve a los hongos como ni?os, como payasos diminutos que cantan y bailan a su alrededor, tiernos como reto?os, como los botones de las flores, que chupan lo malos humores y la sangre envenenada, que sanan. Canta a los enfermos: ¡°Soy la mujer rel¨¢mpago, la mujer ¨¢guila, la sabia herbolaria. Jesucristo, dame tu canto¡±. Mar¨ªa incorpora palabras espa?olas (no habla nuestro idioma) y palabras que inventa, atenta al ritmo del canto y su percusi¨®n. ¡°Soy una mujer limpia, el p¨¢jaro me limpia, el libro me limpia¡±. Es conocida en el cielo, Dios la conoce, tambi¨¦n la Luna, la Cruz del sur o la estrella de la ma?ana. ¡°El Esp¨ªritu santo baja cuando lo invoco. Puede verlo, pero no tocarlo. En realidad, es el poder de los hongos el que me hace hablar. No puedo decirte en qu¨¦ consiste ese poder. Sin los hongos me ser¨ªa imposible cantar, danzar o curar. ?De d¨®nde me van a salir las palabras? Yo no puedo inventarlas. Las palabras me brotan cuando estoy embriagada, como brotan los hongos en la milpa, despu¨¦s de las primera lluvias¡±. Emanaciones. Ese es el estilo del mundo natural. Creaci¨®n por emanaci¨®n espont¨¢nea. No hay nada que hacer, simplemente afinar la atenci¨®n. Toda la materia es radiactiva.
Mar¨ªa se orienta por el modo de ser de las gentes que la consultan, por sus necesidades. Si la consulta es de un mazateco, ve con m¨¢s trabajo las cosas, pues dentro del pueblo hay mucha envidia y muchas maldiciones¡±. Fija su pensamiento en el enfermo y ruega para que los esp¨ªritus de los tiempos m¨¢s remotos la ayuden a curarlo. Invoca a los Santos, al Due?o de los Cerros, a la Doncella del Agua Rastrera. ¡°Y entonces me siento como una mujer santa y grande, como una mujer que todo lo sabe. Estoy fuera, muy lejos de aqu¨ª, muy lejos y muy alta y no recibo nada, no quiero nada, ni me importa nada¡±.
Mar¨ªa tiene un nietecito predilecto. Vive con diez familiares. Una de sus hijas cose, teje y borda. Otra siembra ma¨ªz y frijol. Un hijo es jornalero y cohetero y la p¨®lvora le vol¨® cuatro dedos de la mano izquierda. Todos contribuyen a la econom¨ªa familiar pero es ella quien mantiene a la prole trabajando con los hongos. Su ilusi¨®n es poner una tiendecita y vender a los caminantes comida, cervezas y bordados. Pero le quemaron la casa (debido a que comparti¨® el secreto de los hongos a los extranjeros) y ahora debe comenzar de cero.
Como india mazateca, Mar¨ªa nunca tuvo el deseo de experiencias, propio de la mente occidental, expedicionaria, libresca y quijotesca. Sus ascensiones no buscan el ¨¦xtasis, son propias de una t¨¦cnica (el vuelo cham¨¢nico), que permite contemplar las cosas en perspectiva, desde lo alto, o descender a los infiernos, pudiendo ver all¨ª donde no alcanza la mirada. Dibuja mapas, construye escalas y encuentra nuevas rutas en el mundo imaginal. No es f¨¢cil orientarse en este mundo, en apariencia ca¨®tico. Conocer sus campos de fuerza, sus itinerarios y atajos, es el trabajo del cham¨¢n. Baja al mundo de los muertos y restablece puentes rotos.
Mar¨ªa sabe que es famosa. Muchos turistas extranjeros la visitan atra¨ªdos por los hongos. Guarda retratos y art¨ªculos de prensa que han escrito sobre ella. Pero no le gusta hablar del asunto. Un documental reciente la muestra envejecida, m¨¢s peque?a y delgada, como los duendes y los Ni?os santos. Tiene cejas espesas (rareza entre los mazatecos), p¨®mulos salientes, fuerte y ancha nariz y una boca carnosa y elocuente. Todav¨ªa aguanta las exigentes veladas, en las que canta cinco o seis horas, baila y percute instrumentos, fuma tabaco y bebe peque?os sorbos de aguardiente. Sigue conservando su prodigiosa energ¨ªa. Lo mazatecos siguen subiendo a su caba?a solitaria en busca de consejo. Acude a la iglesia y, llena de humildad, se sienta en un rinc¨®n. Ya no oficia ceremonias sin que est¨¦ presente alguno de sus nietos. Fernando Ben¨ªtez, el gran estudioso de los indios de M¨¦xico, ha descrito la escena: ¡°El ni?o duerme enroscado, como un cordero, apoyando la cabeza en sus piernas recogidas. Mar¨ªa lo acaricia de tarde en tarde y cuando despierta le ofrece pan o lo cubre con un rebozo¡±. El pan que ha ganado buscando remedios.
Lo sagrado y lo profano
Los hongos alucin¨®genos nunca se han vendido en la calle, como nunca se han vendido las hostias o cualquier otro alimento sagrado. Pero a los pocos a?os, ya se ofrec¨ªan en muchos lugares y constitu¨ªan un negocio. Empezaron a proliferar los charlatanes, los psiconautas caprichosos, hijos de la ilustraci¨®n e insensibles a las mitolog¨ªas ind¨ªgenas. Al inicio de la d¨¦cada de los sesenta, las psilocibes se convierten en sustancia ilegal. Mar¨ªa sufre el acoso de la polic¨ªa. Hasta su casa llegan agentes federales, registran su vivienda y la detienen. Mar¨ªa se defiende ante el alcalde: ¡°T¨² sabes que nuestra gente no usa el tabaco que ese desdichado afirma que yo vendo. Me acusa de traer gringos a mi casa, ellos llegan a buscarme, me toman fotograf¨ªas, platican conmigo, me hacen preguntas, las mismas que ya he respondido muchas veces¡ y se van despu¨¦s de tomar parte en una velada¡±. Para Mar¨ªa, la fuerza de los Ni?os santos ha declinado debido a su uso l¨²dico y recreativo. Siente que ella lo pagar¨¢ con todas las enfermedades que ha curado.
El exceso de racionalidad es irracional. Lo mejor es enemigo de lo bueno. El ¨¦xtasis suele estar envenenado para la l¨®gica occidental. Mar¨ªa sah¨²ma los hongos y los distribuye en pares. Se comen despacio, acompa?ados de chocolate. La curandera toma sorbos de aguardiente y fuma sin descanso mientras salmodia en mazateco. ¡°Soy y no soy. Estoy aqu¨ª y no estoy. Soy actor y testigo¡±. Se anuncia una presencia. Mar¨ªa muere en silencio y en la pobreza, como ha nacido, en 1985.
El primer relator
Unos de los primeros antrop¨®logos del mundo n¨¢huatl fue un franciscano leon¨¦s. No se olvide que, para ser antrop¨®logo, hay que ser de fuera. Esta lengua aut¨®ctona de M¨¦xico, de origen azteca, se ha mantenido durante siglos como lengua franca en Centroam¨¦rica (hoy la hablan tres millones de mexicanos). Y el primer l¨¦xico conocido en n¨¢huatl, la primera gran historia de esta cultura, escrita en lengua n¨¢huatl, se la debemos a Bernardino de Sahag¨²n, compilador de la Historia general de las cosas de la Nueva Espa?a. Un texto elaborado gracias a los testimonios de ind¨ªgenas acreditados. All¨ª se habla de unos honguillos que, ingeridos con miel, producen una enajenaci¨®n pasajera. Bajo sus efectos los indios cantan, bailan o lloran. En algunos casos provocan visiones de espanto o risa. Transcurrida la embriaguez, comentan unos con otros las visiones. Sahag¨²n reconoce el profundo conocimiento que tienen los ind¨ªgenas de yerbas y ra¨ªces. ¡°La ra¨ªz que llaman peyotl la toman en lugar del vino, y se juntan en el llano, donde pasan la noche cantando y bailando¡±. Pero Sahag¨²n tiene una agenda oculta que se parece a la del psicoanalista: para curar las enfermedades espirituales lo primero es conocerlas. Una agenda que comparte con la antropolog¨ªa moderna, que no puede evitar cargar con su propia mochila de valores cuando realiza su trabajo de campo. En general, cuando se predica contra la idolatr¨ªa, siempre hay un ¨ªdolo que sustituye al destronado, ya sea en ciencia o en teolog¨ªa. Somos seres de ¨ªdolos. El lenguaje inevitablemente los crea. Pero ignorar la ra¨ªz de estas idolatr¨ªas y descartarlas de entrada, no es la estrategia m¨¢s inteligente para su desconstrucci¨®n. As¨ª lo justifica Sahag¨²n, que, tras el encargo del Provincial, emprende una investigaci¨®n sobre la cultura mexicana que le llevar¨¢ toda la vida. Estamos en 1529, ocho a?os despu¨¦s de la rendici¨®n. Sobre las ruinas del Templo Mayor se inicia la construcci¨®n la primera catedral de Nueva Espa?a. Se escuchan los golpes de los canteros y el empuje de los remos en los canales de Tenochtitlan. El centro de la isla ha sido destinado a los espa?oles, la periferia a los indios. En la linde de estos dos mundos, ¡°como brazo tendido del conquistador al conquistado¡±, se erige el convento de San Francisco (hoy en la calle Madero). Una peque?a iglesia techada de madera, un portal cubierto de paja y un atrio arbolado. Extramuros, una acequia provee agua potable. All¨ª se inicia la investigaci¨®n de este leon¨¦s de 30 a?os, educado en la Universidad de Salamanca.
El Nuevo Mundo lleva la m¨¢scara de la utop¨ªa. Las conversiones masivas de indios se consideran milagrosas. Pero algunos como Sahag¨²n sospechan. La v¨ªa evang¨¦lica no puede desarrollarse desde el desconocimiento de las costumbres de aquellos a quienes va dirigida. Las creencias de los indios, su pante¨®n, sus costumbres y su lenguaje se convierten en una prioridad. Sahag¨²n comienza a estudiar el n¨¢huatl en el convento de Tlamanalco. Los ind¨ªgenas aparentan ser cristianos y acuden a la iglesia, pero no han renunciado al culto a sus dioses. Un franciscano del siglo XVI no puede entender que estas dos actitudes no son incompatibles. En el valle de Puebla, Sahag¨²n comienza a escribir textos cristianos en n¨¢huatl. No es el ¨²nico. Otros componen sermonarios, doctrinas, vocabularios y gram¨¢ticas. En 1547 trabaja en un tratado de ret¨®rica y moral ind¨ªgena. Ya no se trata de una traducci¨®n al n¨¢huatl de textos doctrinales cristianos, sino de una recopilaci¨®n de oraciones, exhortaciones y alegor¨ªas de uso corriente entre los antiguos mexicas. A ello a?ade una cr¨®nica de la conquista, tal y como es relatada por los conquistados, con el prop¨®sito de que se conozcan aspectos de la guerra ignorados por los espa?oles. Es el primer caso conocido de history from below, del intento de contar la historia desde el lado de los vencidos. No todos los misioneros aceptan esta iniciativa. Temen que ¡°escribir en n¨¢huatl cosas de idolatr¨ªa puede dar ocasi¨®n a los indios a volver a ellas¡±. Sahag¨²n hace caso omiso y recopila en n¨¢huatl lo m¨¢s idol¨¢trico del pensamiento ind¨ªgena: los himnos a los dioses. Durante 20 a?os se re¨²ne con los ancianos de las diversas comunidades ind¨ªgenas, recoge informaciones, consigue c¨®dices pictogr¨¢ficos, reorganiza su extensa obra, en doce libros, y vierte al espa?ol gran parte de ella. Le ayudan cuatro colegiales de Tlatelolco que entrevistan a los ancianos versados en la tradici¨®n. Cuando se lee la obra se advierte el inter¨¦s del fraile por la recopilaci¨®n del l¨¦xico, ya se trate de yerbas o astrolog¨ªa. Llegado el momento, la Orden de San Francisco le retira el apoyo de los colegiales. Estrat¨¦gicamente, no interesa el conocimiento de la cultura ind¨ªgena. Sahag¨²n se encontrar¨¢ s¨®lo y envejecido. Redacta un breve compendio de su obra y lo env¨ªa a Madrid y Roma, solicitando el favor de la Corte y el Pontificado. El presidente del Consejo de Indias le otorga su apoyo. Pero el 1576 una devastadora peste vuelve a detener su trabajo, que exige encuentros constantes con los jefes de clan. Transcurrida la epidemia, concluye finalmente su obra monumental, profusamente ilustrada, en 1577. El manuscrito biling¨¹e llega a la corte espa?ola en 1580. Forma parte de la dote que Felipe II entrega a su hija cuando se casa con Lorenzo el Magn¨ªfico. Desde entonces se lo conoce como el C¨®dice Florentino. La obra de Sahag¨²n es la fuente m¨¢s importante para cualquier estudio de la cultura n¨¢huatl. El fraile nunca dej¨® de revisar, cotejar y completar las informaciones que recib¨ªa. A pesar de que la obra incluye no pocos juicios de valor, en t¨¦rminos generales puede decirse que fue la propia sociedad investigada la que produjo este texto monumental, el panorama m¨¢s completo de la vida prehisp¨¢nica en el valle de M¨¦xico, resultado de un di¨¢logo continuo durante m¨¢s de cuatro d¨¦cadas de investigaci¨®n.
Sahag¨²n estructura la obra al modo medieval: dioses, hombres y mundo natural. Un tesoro de ¡°muchas cosas dignas de ser sabidas, que ser¨¢ de mucha estima en la Nueva y la Vieja Espa?a¡±. Encuadra el valor de su trabajo y su necesidad hist¨®rica. ¡°Aprovechar¨¢ mucho toda esta obra para conocer el quilate de esta gente mexicana, que no se ha conocido porque vino sobre ellos aquella maldici¨®n de Jerem¨ªas. ¡°La ira divina que fulmin¨® Judea y Jerusal¨¦n, que trajo de lejos gente muy robusta y esforzada, muy diestra en pelear, gente cuyo lenguaje no entender¨¢s, fuerte y animosa, codicios¨ªsima de matar. Esta gente os destruir¨¢ a vosotros y a vuestras mujeres e hijos y todo cuanto pose¨¦is, vuestros pueblos y edificios¡±. Esto es a la letra lo que ha acontecido a estos indios con los espa?oles. Fueron tan atropellados y destruidos ellos y todas sus cosas, que ninguna apariencia les qued¨® de lo que eran antes. As¨ª son tenidos por b¨¢rbaros y por gente de baj¨ªsimo quilate, aunque, en verdad, en cuestiones de pol¨ªtica superan a muchas otras naciones sin descartamos algunas tiran¨ªas que su manera de regir conten¨ªa¡±. Y cita la civilizaci¨®n de Tula, asiento de la cultura tolteca, ¡°muy antigua y rica, de gente muy sabia y esforzada, que tuvo la adversa fortuna de Troya¡±. Sahag¨²n no oculta su admiraci¨®n hacia estas culturas antiguas. ¡°De la sabidur¨ªa de esta gente hay fama que fue mucha. Y se dice que los primeros pobladores de esta tierra fueron perfectos fil¨®sofos y astr¨®logos, diestros en las artes mec¨¢nicas y de gran valor¡ H¨¢biles tambi¨¦n en la santa teolog¨ªa, fuertes para sufrir los trabajos del hambre y del fr¨ªo¡±. Pero tampoco olvida su labor evang¨¦lica: ¡°Con estas tierras ha querido el Se?or restituir a la Iglesia lo que el demonio le rob¨® en Inglaterra, Alemania y Francia, en Asia y Palestina, de lo cual quedamos muy agradecidos y obligados a trabajar fielmente en esta su Nueva Espa?a¡±. Abundar¨¢ la gracia donde abund¨® el delito. La frase de San Pablo es premisa para Sahag¨²n, primer antrop¨®logo de Mesoam¨¦rica, que puso en valor la sabidur¨ªa de la gente mexicana, ¡°que son nuestros hermanos, procedentes del tronco de Ad¨¢n como nosotros, a quien somos obligados a amar como a nosotros mismos... Por esta raz¨®n se han escrito doce libros en el lenguaje propio y natural de esta gente mexicana, que adem¨¢s de ser muy gustosa y provechosa escritura, donde se encuentran todas las maneras de hablar y todos los vocablos que esta lengua usa, tan autorizados como los de Virgilio o Cicer¨®n¡±.
Los hongos alucinantes
Hay hongos y algunas yerbas, escribe Sahag¨²n en su Historia, ¡°que sacan al hombre de su juicio y lo desatinan¡±. Menciona estas yerbas que emborrachan en el libro und¨¦cimo, ¡°como aquella llamada xoxouhqui, que cr¨ªa una semilla llamada ololiuqui, semilla que emborracha y enloquece, y quien la come ve visiones y cosas espantables¡±. ¡°La dan a comer con la comida o con la bebida los hechiceros, es tambi¨¦n medicinal y cura la enfermedad de la gota. Hay otra yerba, llamada peyotl, que se toma en el norte. ¡°Los que la comen o beben ven visiones espantosas o de risas. Dura este emborrachamiento dos o tres d¨ªas y despu¨¦s se quita. Es com¨²n manjar entre los chichimecas, que los mantienen en el ¨¢nimo de pelear y no tener miedo, ni sed ni hambre¡±.
¡°Hay unos honguillos de esta tierra que se llaman teonan¨¢catl. Cr¨ªanse debajo del heno, en los campos o p¨¢ramos. Son redondos y tiene el pie altillo y delgado y redondo. Comidos son de mal sabor. Da?a la garganta y emborracha. Son medicinales contra la calentura y la gota. Hanse de comer dos o tres nom¨¢s. Los que los comen ven visiones y sientes vascas del coraz¨®n, y las visiones son a veces espantosas y otras de risa. A los que comen muchos de ellos provocan lujuria. A los mozos locos o traviesos d¨ªcenles que han comido nan¨¢catl.¡± Otros, ¡°ve¨ªan en visi¨®n que los devoraba alguna bestia y mor¨ªan¡±. A continuaci¨®n, Sahag¨²n lista los diferentes tipos de setas y sus diversos usos m¨¦dicos o culinarios, as¨ª como las diversas yerbas medicinales.
Los honguillos son peque?os, de color leonado, amargos al gusto y de cierta agradable frescura. Algunos nobles los buscan para sus fiestas, pues emborrachan como el vino. Quien los ingiere canta y baila toda la noche. Locura pasajera, hilaridad irresistible. Mientras que el cacto peyote brota bajo un sol de justicia en la sequedad del desierto, el hongo brota de la humedad y la putrefacci¨®n. Nace oculto y debe tomarse bajo el manto de la noche. Hace aparecer visiones de todas clases, geometr¨ªas sagradas, combates, serpientes luminosas y demonios. El historiador franciscano Toribio de Benavente, llamado por los ind¨ªgenas Motolinia (¡°el afligido¡±), identifica al hongo con el mismo demonio. Pero los nativos lo llaman la ¡°carne de Dios¡±. Motolinia admite el paralelismo entre la ingesta ritual de hongos y la comuni¨®n cristiana. Pero en este caso se tratar¨ªa de una comuni¨®n demoniaca. No sabemos si los informantes comunicaron alguna epifan¨ªa o revelaci¨®n significativa mediante esta pr¨¢ctica. Quiz¨¢ lo hicieron y los frailes las omitieron de su relato.
El ¨²ltimo relator
Las referencias a los hongos cesan en 1726. El renacimiento psicod¨¦lico se inicia con las investigaciones de Huxley y Artaud. En 1936, el ingeniero Robert Witlander escribe un informe sobre el consumo de hongos alucinantes en la Sierra Mazateca. En 1938, Evans Schultes lleva a Harvard algunos espec¨ªmenes recogidos en Huautla Jim¨¦nez. Participa en una velada, pero no los ingiere. Tambi¨¦n los menciona el etn¨®logo sueco Jean Basset Johnson. Estos trabajos pasan inadvertidos, y la gloria del descubrimiento occidental de los hongos psilocibios recae sobre un banquero neoyorquino. Robert Gordon Wasson har¨¢ c¨¦lebre el nannacatl de los indios mazatecos con una serie de art¨ªculos en revistas de gran difusi¨®n.
Todo empieza con una experiencia inici¨¢tica. Wasson se enamora en Londres de la pediatra rusa Valentina Pavlovna. En su viaje de bodas, ambos descubren la magia de los hongos en un bosque pr¨®ximo a Nueva York. Desde entonces y hasta el final de sus d¨ªas la pareja se dedica al estudio, disecci¨®n y clasificaci¨®n de los hongos, creando una disciplina, la etnomicolog¨ªa. Se dedican a ella primero en sus ratos libres y tras su jubilaci¨®n a tiempo completo. Las sociedades humanas pueden dividirse en mic¨®filas y mic¨®fobas: amantes de los hongos y al¨¦rgicas a los hongos. Ciertas culturas premodernas tienen una relaci¨®n m¨¢s consistente con el trasmundo que se adivina tras la experiencia con los hongos. Y, entre todos ellos, los psilocibios son los que m¨¢s ense?anzas han tra¨ªdo, los ente¨®genos superiores. El principio activo, la psilocibina, es producida naturalmente por alrededor de 200 especies de hongos. Una herramienta ¨²til para distintas pr¨¢cticas de meditaci¨®n, introspecci¨®n y viaje por la mente extendida.
La noche del 29 de junio de 1955, Wasson participa en una ceremonia de ingesti¨®n de hongos con Mar¨ªa Sabina. La experiencia lo transforma hasta el punto de dedicar el resto de su vida a la etnomicolog¨ªa. Sus art¨ªculos atraen una ola de hippies, psiquiatras heterodoxos y buscadores de emociones, que ponen rumbo a Oaxaca en busca de los hongos m¨¢gicos.
Un poema n¨¢huatl pregunta: ¡°?De d¨®nde vienen las flores que embriagan?¡± A lo cual los chamanes responden: ¡°De su casa, del centro del cielo, de la casa de Dios vienen las flores¡±. Como si la relaci¨®n con ellas fuera un modo de abrir nuevas v¨ªas de comunicaci¨®n con lo divino. Los hongos transportan al cielo, cuya c¨²pula representan, a ese misterioso lugar donde todo ha nacido. Wasson asegura que no hace falta la fe para creer en los hongos; ellos mismos llevan su propia convicci¨®n: ¡°Cada comulgante podr¨¢ atestiguar el milagro¡±.
El estudio de las culturas mesoamericanas no ha prestado suficiente atenci¨®n a estas pr¨¢cticas. Wasson lo atribuye a las inclinaciones micof¨®bicas de los anglosajones, fundadores de la antropolog¨ªa moderna en la ¨¦poca colonial. Pero Wasson es parte de ese movimiento. En esa paradoja ha de vivir toda antropolog¨ªa. Los chamanes genuinos evitan el contacto con los extranjeros. Durante siglos los ind¨ªgenas preservaron el secreto de los hongos para que no fuera profanado. Y uno de los primeros profanadores, y de sus grandes amantes, fue el propio Wasson. En 1952 recibe una carta de Robert Graves desde Mallorca. En ella se menciona a un profesor de bot¨¢nica de Harvard, Robert Evans Schultes, que ha publicado dos art¨ªculos sobre frailes del siglo XVI que mencionan el culto a los hongos. Blas Pablo Reko le informa que ese culto que sigue vivo en algunas aldeas de Oaxaca. Ambos visitan Huautla Jim¨¦nez en 1937. Schultes regresa en 1938 y 1939. Wasson y su esposa lo hacen en 1953. Wasson y Schultes comparten intereses y en seguida se hacen amigos. La colecci¨®n del banquero pasa al Museo Bot¨¢nico de Harvard. Roger Heim, director del Museo de micolog¨ªa de Paris, se une al proyecto. En la India adquieren nuevos conocimientos sobre los hongos. Seg¨²n la sabidur¨ªa tradicional, un hongo de Orissa, el putka, est¨¢ dotado de alma, como los humanos y los animales. Al preguntar porque entre las plantas s¨®lo el hongo tiene ese privilegio, responden: ¡°Los hongos deben comerse r¨¢pidamente, si no se hace, apestar¨¢n a muerto¡±. La ind¨®loga Stella Kramrisch les informa que putka deriva del s¨¢nscrito p¨±tika (¡°p¨²trido¡±), nombre de una planta no identificada que los arios utilizaron como sustituto del Soma.
Una velada en Oaxaca
Durante de la d¨¦cada de los cincuenta, los Wasson se consagran al estudio de los ente¨®genos en M¨¦xico. No practican ninguna religi¨®n, aunque ella pertenece a la iglesia ortodoxa rusa y ¨¦l es hijo de un ministro episcopalista. Valentina muere en 1958, ¨¦l proseguir¨¢ sus investigaciones hasta el fin de sus d¨ªas. Wasson no es un investigador profesional, pero sabe relacionarse. Para ganarse la confianza de los indios hace falta paciencia y tacto. Hay que evitar tratarlos como ni?os. Su amistad con Roger Heim, director del laboratorio de micolog¨ªa de Par¨ªs, ser¨¢ decisiva en su trabajo.
Wasson llega a Huautla Jim¨¦nez con el fot¨®grafo Allan Richardson. Tiene la fortuna de conocer al s¨ªndico del pueblo, Cayetano Garc¨ªa, en cuya casa se celebrar¨¢ la velada. Sus hermanos conducen a los extranjeros a un barranco, a orillas de un riachuelo, donde encuentran abundantes racimos de hongos. Los hongos sagrados deben trasportarse en un fardo cerrado, para que conserven su fragancia y humedad. Si en el camino encuentran alg¨²n animal muerto, los hongos perder¨¢n su virtud. Cayetano les presenta a Mar¨ªa Sabina, ¡°una curandera de primera categor¨ªa¡±. Cuando le muestran los hongos, las mujeres irrumpen en exclamaciones de alegr¨ªa. Tiempo despu¨¦s, Mar¨ªa confesar¨¢ que se sent¨ªa en la obligaci¨®n de obedecer al s¨ªndico y que no tendr¨ªa que haber mostrado el secreto a los extranjeros. La presencia de Mar¨ªa les impresiona. Circunspecta, de modales solemnes y sonrisa franca. Nunca ha deshonrado su profesi¨®n ni utilizado sus poderes para causar el mal. Wasson pasar¨¢ muchas veladas con Mar¨ªa y con su hija Apolonia.
En lugar donde se celebra la velada es una t¨ªpica casa zapoteca. Por la estancia circulan libremente pollos y guajolotes. Una gallina negra empolla bajo la mesa y ser¨¢ testigo de la velada. Richardson hace algunas fotograf¨ªas. La Se?ora le pide que ¡°cuando le agarre la fuerza¡± deje de tomar fotos. La hija de Cayetano sirve chocolate. Los extranjeros est¨¢n impresionados por el ambiente. Los hongos reciben un tratamiento respetuoso, pero sin demasiado formalismo.
La ceremonia toma la forma de una ¡°consulta¡±. El patrocinador quiere saber c¨®mo afrontar un contratiempo. La inteligencia del hongo ayudar¨¢ a resolver la encrucijada a trav¨¦s de la chamana. Las veladas deben celebrarse de noche, en la oscuridad, en un lugar apartado donde reine el silencio. El ruido o la luz pueden entorpecer el viaje. Los sonidos de la naturaleza no se consideran interrupciones. Debe haber vig¨ªas, una o dos personas que no tomen los hongos. A partir del desayuno, uno debe de abstenerse de comer hasta la noche. Durante la velada se puede tomar chocolate. Cuatro d¨ªas antes hay que privarse de huevos, alcohol y relaciones sexuales. Lo mismo durante los cuatro d¨ªas subsiguientes.
Se les advierte que nadie debe abandonar la habitaci¨®n antes del amanecer. Algunos de los presentes se recuestan en petates sobre el piso. Mar¨ªa y su hija Apolonia se sientan ante el altar. La Se?ora pregunta a los extranjeros por su consulta. Quieren saber del hijo de Wasson, Peter, entonces en el ej¨¦rcito. La Se?ora abre la cesta de los hongos, quita los terrones y los pasa por el humo arom¨¢tico del copal. Los hongos se cuentan en pares. Coloca en cada una de las dos ollas 13 pares de hongos, para ella y para su hija. En diversas tazas coloca cuatro, cinco o seis pares. Wasson recibe seis pares. Los ni?os no reciben ninguno.
La Iglesia ha dejado de perseguir los hongos, pero no siempre fue as¨ª. Incluso se dice que algunos sacerdotes de mentalidad abierta oficiaron el rito. Con el tiempo, algunos elementos cristianos se introducen en la ceremonia pagana. La mentalidad ind¨ªgena ignora el sectarismo sem¨ªtico y confesional. Se canta en n¨¢huatl, pero tambi¨¦n se entona el Padre Nuestro en espa?ol. Mar¨ªa es feligresa de la parroquia local e inicia sus ceremonias frente a una estampa del Ni?o dios, sobre un peque?o altar. Tras invertir una flor sobre la ¨²ltima vela, la ceremonia se desarrolla a oscuras. El canto y la m¨²sica, el temor y la reverencia, se prolongan hasta el alba. En la semioscuridad apenas pueden distinguir la sombra de las chamana, cuya voz se alza en cantos. Comienza a mascar y tragar los hongos en silencio, tanto el sombrero como la estirpe. El sabor es acre y desagradable. La Se?ora le pide a Wasson que se cambie de lugar, pues el ¡°lenguaje¡± descender¨¢ all¨ª. Tras tomar el ¨²ltimo bocado, la Se?ora se santigua. Con una flor, apaga la ¨²ltima de las velas. La luz de la luna penetra por una rendija de la puerta. Los extranjeros se recuestan sobre esteras de palma. Sienten escalofr¨ªos y empiezan a ver ¡°cosas¡±. Intercambian murmullos. Wasson trata de tomar notas y llevar un registro de las horas. Siente nauseas. Vomita. Desea experimentar los hongos plenamente y, al mismo tiempo, ser un observador imparcial de lo que acontece. Pero los hongos no dan opci¨®n y se apoderan de la psique. Su alma parece salir del cuerpo y situarse en un punto flotante del espacio. Ve formas geom¨¦tricas de vivos colores, angulares, no circulares, como las que ornamentan tapices y alfombras. Esas formas se transforman en arquitecturas de estilo oriental, con columnatas y arquitrabes de oro y ¨¦bano. Todo es deslumbrante y abigarrado. El ramillete del altar adquiere la forma de un carro imperial tirado por criaturas mitol¨®gicas y gobernado por una dama ataviada con regio esplendor. Con los ojos abiertos, ve desfilar visiones en sucesi¨®n interminable. Los muros de la humilde vivienda se han desvanecido. ¡°Mi esp¨ªritu, libre de trabas, flota en el emp¨ªreo, arrastrado por rachas divinas¡±. Recuerda que le dijeron que ¡°los hongos te llevan adonde est¨¢ Dios¡±. S¨®lo mediante un esfuerzo consciente es capaz de regresar a los confines de la habitaci¨®n, pero ese contacto le produce nauseas. Se abren pasajes. Un vasto desierto y una caravana de camellos. De pronto se ve en ella, escuchando el resoplar de los camellos, sintiendo el bamboleo de la marcha, el hedor del animal, el tintineo de las campanillas.
Tres d¨ªas despu¨¦s Wasson vuelve a tomar hongos. No aparece la imaginer¨ªa oriental sino motivos del periodo isabelino y jacobita ingl¨¦s: armaduras, ornamentos, sillas catedralicias y escudos de armas. Las visiones le parecen arquetipos pre?ados de sentido. No se trata de alucinaciones o fantas¨ªas desquiciadas, sino de im¨¢genes revestidas de la mayor autoridad. Ve r¨ªos rebosantes de aguas transparentes. Advierte que los paisajes responden a la voluntad del espectador. Cuando algo le interesa, la visi¨®n se acerca y lo muestra en detalle. Escribe: ¡°Quien ha ingerido hongos queda suspendido en el espacio; es una mirada descarnada, invisible, incorp¨®rea, viendo sin ser vista. De hecho, es los cinco sentidos descarnados, todos ellos afinados en el m¨¢s alto registro de sensibilidad y atenci¨®n¡ uno deviene puro receptor de sensaciones infinitamente delicado. Lo que uno mira y lo que uno escucha parece ser una misma cosa: los cantos y las percusiones asumen formas armoniosas y sus armon¨ªas adquiere formas visuales¡±. La descripci¨®n de Wasson coincide con la cosmolog¨ªa hind¨². El sonido como precursor de la luz y lo visible. La vibraci¨®n original como portadora de todas las formas de la percepci¨®n y la imaginaci¨®n. Todos los sentidos parecen funcionar como un solo. Y en la base de todos ellos est¨¢ el sonido eterno.
Por primera vez en su vida adquiere sentido la palabra ¨¦xtasis. Hay un instante en que parece que las visiones van a ser trascendidas y que tras ellas va a encontrar lo esencial. Esa promesa no se cumple. Vuela como una mariposa hacia unas puertas sombr¨ªas alzadas a lo alto. Espera que las puertas se abran y le franqueen el paso. No lo hacen y, con un ruido sordo, cae a tierra jadeante y sin aliento. Se siente frustrado y, al mismo tiempo, aliviado de no haber enfrentado lo inefable.
Tiempo despu¨¦s, Aristeo Mat¨ªas le describe las cuatro etapas que conducen al dominio de los hongos. La chamana ingiere una dosis alta y realiza un trabajo de precisi¨®n. El principiante se ve desbordado por el asombro y la turbaci¨®n. Donde el inexperto ve caos y desorden, ella encuentra el camino del sentido y puede entender los mensajes del mundo imaginal. La Se?ora comienza a pla?ir. Hay pausas de silencio y luego renace el canturreo. Articula s¨ªlabas aisladas agudas, chasqueantes y r¨¢pidas, rasgando la oscuridad como pu?ales. Los c¨¢nticos se prolongan toda la noche. El canto es el gu¨ªa. Ensalmos antiguos en mazateco, espa?ol o lat¨ªn. Fraseo tierno y quejumbroso. Se oyen los nombres de Cristo. Uno de los hombres se acerca a Wasson y le susurra que Peter est¨¢ vivo y arrepentido por no haber enviado noticias. Les dice que, como han tomado hongos, pueden hablar directamente con ¨¦l. La Se?ora est¨¢ de rodillas ante el altar, la luz de la luna perfila sus brazos alzados. Su hija se hace cargo del canto y ella inicia una danza que dura m¨¢s de dos horas. A la luz de un cigarrillo, ve a la Se?ora beber de una botellita de aguardiente mientras baila (les han dicho que el alcohol es tab¨² antes, durante y despu¨¦s de la ceremonia). Con un ritmo perfecto, uniforme y r¨¢pido, golpea el petate con la base de la botella. El golpeteo llega a ser extremadamente doloroso. Wasson no lo soporta y comienza a gemir angustiado.
Los ojos de la Se?ora relampaguean, su rostro expresa sentimientos tiernos y generosos. Dos veces alarga su mano hacia Wasson buscando sus dedos en saludo amistoso, saltando por encima del abismo cultural y ling¨¹¨ªstico. Los ind¨ªgenas de Mesoam¨¦rica son reacios a mostrar afecto, incluso en el ¨¢mbito familiar. Los hongos emancipan de esas inhibiciones. Tambi¨¦n desquician la sensaci¨®n del paso del tiempo. Visiones que parecen durar una eternidad transcurren en segundos. Refuerzan la memoria, hacen recordar cosas olvidadas. Despliegan todo un inventario de maravillas, pero tambi¨¦n hacer que el mundo se detenga (viejo tema del budismo de Vasubandhu). Permiten viajar en el tiempo asomarse a otros ¨¢mbitos de existencia. Como dice William Blake, ¡°mientras m¨¢s di¨¢fano sea el ¨®rgano, m¨¢s n¨ªtido ser¨¢ el objeto¡±.
Wasson hace su propio retrato de Mar¨ªa Sabina. La chamana es la receptora de los dolores y las esperanzas de la humanidad. Es el hierofante y psicopompo, en quien las generaciones han encontrado alivio y comprensi¨®n. Su mente debe estar templada como la cuerda de un viol¨ªn. Es una forma de la santidad, de quienes ayudan a quienes lo necesitan. Mar¨ªa pertenece ¡°a los que saben¡±. Los hongos hablan a trav¨¦s de ella. Su m¨¦rito es su capacidad de entender lo que dicen. El cham¨¢n es simplemente un veh¨ªculo para que el hongo se exprese. El hongo es Palabra. Palabra delicada que hay que tratar con asombro y reverencia. Mar¨ªa cura exclusivamente por la virtud del hongo, que es diagn¨®stico y gu¨ªa para el tratamiento. Nunca ha empleado su poder para causar el mal. Los chamanes de segunda categor¨ªa son curanderos. Gentes que ¡°construyen¡±, pueden curar ¡°chupando el da?o¡±, mediante pociones y conjuros. Una tercera categor¨ªa es la del brujo o hechicero que utiliza sus poderes para causar da?o.
A quien come los hongos, los santitos se le aparecen como seres diminutos, del tama?o de un naipe. Cuando se toman en la circunstancia propicia y la dosis adecuada, estos hombrecillos se hacen cargo de las dificultades le que preocupan a uno. El hongo habla un lenguaje tan antiguo como la vida. Su melod¨ªa no puede ser desligada de lo que aparece. En M¨¦xico lo llaman la ¡°carne divina¡± (teonan¨¢catl). Y como lo divino brota de forma espont¨¢nea.
El mic¨®logo franc¨¦s Roger Heim ha clasificado cient¨ªficamente las diversas clases de psilocibes. Afirma que los hongos levantan el silencio. Entre el o¨ªdo y el mundo hay un velo de silencio. Los hongos descorren ese velo y los sonidos adquieren una vibraci¨®n singular. El mundo, antes sordo, recobra su condici¨®n sinf¨®nica y las m¨¢s leves entonaciones de la voz aparecen magnificadas. El mundo recupera su melod¨ªa perdida, que es el lenguaje de lo divino. Los silencios son tan perfectos como la misma melod¨ªa. Silencios profundos como abismos. El canto abre el t¨²nel. El universo es una sola voz. Un misterio con infinitos acordes. M¨²sica t¨¢ctil, m¨²sica que se ve. Uno se siente diminuta antena receptora que acompa?a al poderoso ritmo y se sostiene con la secuencia del canto. La experiencia psicod¨¦lica comparte con la on¨ªrica y la f¨ªlmica en que limita su expresi¨®n a lo visto y lo escuchado. Pone en suspenso el instinto de conservaci¨®n. Desactiva los sentidos vinculados a la supervivencia: el olfato (respiraci¨®n), el gusto (alimento) y el tacto (reproducci¨®n sexual) y activa los sentidos que median para conseguir esos fines: la vista y el o¨ªdo, que son, como dec¨ªa Berkeley, sentidos indirectos. Y de estos dos, el o¨ªdo es el facto dominante en todo el relato. Se parece tambi¨¦n al barzaj o mundo imaginal de los suf¨ªes, y al bardo o estado intermedio (entre una encarnaci¨®n y la subsiguiente) del budismo tibetano, donde es posible liberarse mediante la audici¨®n.
D¨®nde est¨¢ ahora el relato
Uno de los grandes errores del relato contempor¨¢neo sobre las sustancias psicoactivas (psilocibios, peyote, ayahuasca o LSD), es considerarlas drogas. Todas estas sustancias no crean ning¨²n tipo de adicci¨®n, como puede ocurrir con el tabaco, el alcohol, el opio o la hero¨ªna. Ahora bien, son sustancias peligrosas si no se toman en las circunstancias adecuadas y en el momento vital adecuado. En el caso de los hongos desecados, conservan su virtud durante largo tiempo y cada persona requiere una misma dosis a lo largo de su vida.
El laicismo moderno ha propiciado que estas sustancias se consuman fuera del contexto ritual. La contracultura favoreci¨® est¨¢s pr¨¢cticas, s¨ªntoma de una b¨²squeda leg¨ªtima de j¨®venes desencantados con la sociedad de consumo y los sue?os de la vida burguesa. A mi entender, para tener una experiencia plena con estas sustancias, lo m¨¢s importante es conservar cierta sensibilidad para la cosmovisi¨®n ind¨ªgena, para la idea (desterrada por la modernidad) de que todo percibe y siente. Ya en su apartamento de Nueva York, Valentina Pavlova tom¨® unos hongos, fum¨® un cigarrillo y afirm¨® nunca haber fumado algo tan exquisito. Se asom¨® a un jarr¨®n y vio una danza majestuosa, bailarines diminutos y una m¨²sica remota. Bebi¨® agua y la encontr¨® superior al champ¨¢n. La intensificaci¨®n de la percepci¨®n es una de las bendiciones de estas sustancias, pero nunca ser¨¢n experimentadas plenamente sin la interiorizaci¨®n de la cosmovisi¨®n que late por debajo de ellas.
El mundo natural est¨¢ hecho de relatos. Relatos visionarios, antropol¨®gicos, teol¨®gicos o cient¨ªficos. No hay un relato privilegiado, pero s¨ª relatos m¨¢s aptos que otros para ciertos prop¨®sitos. Para transformar el mundo natural el relato cient¨ªfico es el m¨¢s efectivo. Para transformarse uno mismo son necesarios otros relatos, visionarios o imaginales. Lo que ense?an estas sustancias es que se puede transformar el mundo exterior transformase uno mismo. Esa es la distinci¨®n fundamental entre el itinerario occidental y el ind¨ªgena. Pero tanto el que experimenta la visi¨®n como el que la describe (con la mayor objetividad posible) son relatores. Si los observamos con detenimiento, vemos que el primer relator y el ¨²ltimo no son tan diferentes. Wasson prob¨® el hongo, Sahag¨²n no tuvo oportunidad de hacerlo. La episteme de su tiempo se lo imped¨ªa. Mar¨ªa Sabina, la gran protagonista de esta odisea, nunca tuvo inter¨¦s en hacer p¨²blicos sus hallazgos. Su trabajo era otro. Sanar las heridas mentales o f¨ªsicas que todos traemos a este mundo. Cada relator tiene sus intereses y ambiciones. En medio, entre la espada y la pared, la experiencia visionaria e imaginal de una india, min¨²scula y poderosa, que sugiere que este mundo es una alucinaci¨®n. Un mundo hecho del mismo material del que est¨¢n hechos los sue?os. Una tempestad para nuestro tiempo. Pr¨®spero nunca se ha ido.
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