Ciencia y pensamiento m¨¢gico
Albert Hofmann estaba buscando un remedio para la mala circulaci¨®n de la sangre cuando descubri¨® el LSD
A principios de los a?os sesenta, el qu¨ªmico Albert Hofmann se adentr¨® en la sierra mazateca a lomos de un caballo. En una de sus alforjas, a buen recaudo, llevaba la psilocibina, un alcaloide que se encuentra en ciertos hongos y que ¨¦l mismo hab¨ªa aislado para los laboratorios Sandoz. El motivo de su aventura no era otro que el de probar si su psilocibina ten¨ªa los mismos efectos que los del hongo popularmente conocido como la carne de Dios.
A?os antes, en 1943, hab¨ªa hecho un descubrimiento significativo desde su laboratorio. A partir de cierto hongo bautizado como ergot, Hofmann dio con el LSD. Todo ocurri¨® cuando estaba buscando un remedio para la mala circulaci¨®n de la sangre. Por casualidad, Hofmann descubri¨® c¨®mo una de las sustancias qu¨ªmicas que conten¨ªa el ergot provocaba visiones despu¨¦s de su ingesta. Era la dietilamida del ¨¢cido lis¨¦rgico.
Con arreglo a esto, puede decirse que cuando se adentr¨® en la sierra mazateca, su bagaje, en lo que concierne a experimentos qu¨ªmicos, no se terminaba en sus alforjas. En todo caso Hofmann no iba solo. Para la ocasi¨®n le acompa?aba Gordon Wasson, vicepresidente de la instituci¨®n bancaria JP Morgan & Co y gran conocedor de la experiencia psicod¨¦lica a partir de la ingesta de hongos; un hombre cuya curiosidad le hab¨ªa llevado no s¨®lo a clasificarlos, sino a estudiar la relaci¨®n de estos con los rituales mexicanos. Su reportaje, publicado unos a?os antes en la revista Life bajo el t¨ªtulo En busca de los hongos m¨¢gicos, segu¨ªa atrayendo gente a Huautla de Jim¨¦nez, el poblado donde con ayuda de la carne de Dios, la curandera Mar¨ªa Sabina hac¨ªa sus ritos. Se trataba de ceremonias arraigadas en antiguas creencias donde las energ¨ªas c¨®smicas se vert¨ªan en un cuerpo enfermo hasta sanarlo. Uno de los ¨²ltimos turistas espirituales atra¨ªdos por el culto a la carne m¨¢gica de Dios hab¨ªa sido un profesor de psicolog¨ªa llamado Timothy Leary, al que el viaje le cambi¨® la vida. ¡°..O¨ª la voz de Dios y comenc¨¦ a creer en sus actos¡±, apunt¨® tras la experiencia en Huautla de Jim¨¦nez.
Uno de los ¨²ltimos turistas espirituales atra¨ªdos por el culto a la carne m¨¢gica de Dios hab¨ªa sido un profesor de psicolog¨ªa llamado Timothy Leary, al que el viaje le cambi¨® la vida
Hay ocasiones en las que la ciencia se confunde con el pensamiento m¨¢gico y una de esas veces tuvo lugar en Huautla de Jim¨¦nez, cuando Albert Hofmann y Gordon Wasson atravesaron la sierra y llegaron hasta la casa donde se encontraba Mar¨ªa Sabina. Fue entonces cuando Hofmann sac¨® de sus alforjas la psilocibina de Sandoz y se la dio a probar a la curandera. Seg¨²n cuenta Gordon Wasson, el qu¨ªmico fue precavido y le dio una dosis muy peque?a, tras lo cual la curandera no reconoci¨® los efectos. Fue entonces cuando Hofmann elev¨® la dosis y Mar¨ªa Sabina consigui¨® visiones id¨¦nticas a las que obten¨ªa con ayuda de los hongos, pero, seg¨²n Gordon Wasson, ¡°sin mucho entusiasmo¡±.
La psilocibina es un compuesto natural de baja toxicidad y que tuvo su ¨¦poca cuando se probaba en pacientes con trastornos obsesivos y problemas de ansiedad. Timothy Leary, rendido ante las posibilidades del alcaloide, se puso a experimentar con ¨¦l en Harvard, motivo por el cual fue despedido de la universidad. Seg¨²n el expediente, sus trabajos violaban los valores de la comunidad acad¨¦mica. El esc¨¢ndalo muy pronto llegar¨ªa a la prensa marcando a Leary como un depravado que inger¨ªa la psilocibina para su uso recreativo. Todo esto provoc¨® una reacci¨®n que anular¨ªa cualquier tipo de experimento psicod¨¦lico en el ¨¢mbito universitario. El mismo Timothy Leary lo contar¨ªa una y mil veces, no s¨®lo en su biograf¨ªa, titulada LSD Flashback, sino tambi¨¦n en conferencias a lo largo y ancho de Norteam¨¦rica.
Llegado el momento, el mismo Hofmann, que consideraba a Leary un tipo ¡°interesante pero con un exceso de protagonismo¡±, se opuso al decreto de prohibici¨®n de los experimentos psicod¨¦licos. Bien sab¨ªa Hofmann que el mundo de la prohibici¨®n obliga a renunciar al aprendizaje.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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