¡®Dragon¡¯s Dogma 2¡¯: la lucha contra la mediocridad (y las microtransacciones)
La ¨²ltima obra de Capcom es un juego sobresaliente empa?ado por su estrategia de monetizaci¨®n

En 2012 lleg¨® al mercado un juego de fantas¨ªa medieval que a¨²n resuena en la memoria de quienes lo jugaron: Dragon¡¯s Dogma. Obra de la japonesa Capcom, era un juego notable, que propon¨ªa un mundo oscuro y un entorno muy hostil, pero cuyas ambiciones sobrepasaban a la potencia t¨¦cnica disponible entonces. Adem¨¢s, fue eclipsado por la saga Souls, que capitaliz¨® la fantas¨ªa oscura durante toda la d¨¦cada.
La semana pasada lleg¨® al mercado la secuela del juego, aunque m¨¢s bien parece un remake, ahora s¨ª, abanolizado t¨¦cnicamente para, con la nueva potencia gr¨¢fica, colmar las metas de su predecesor. Es un juego violento, que no tiene clemencia con el jugador, con una historia sencilla pero con un bosque de mec¨¢nicas profund¨ªsimo, que hace que cada jugador pueda personalizar c¨®mo afrontar su aventura hasta un grado alt¨ªsimo.
La forma en que se gestionan las muertes, el traslado de inventario y los combates hacen que el peligro que sienta el jugador sea real, lo cual lo convierte en un juego incre¨ªblemente estimulante en un panorama de juegos que siempre tienden a poner las cosas f¨¢ciles. Adem¨¢s, consigue algo maravilloso: el ir acompa?ado durante toda la aventura por aliados controlados por la m¨¢quina hace posible que, en un juego para un jugador como este, se experimente con plenitud una sensaci¨®n de compa?erismo a la hora de derrotar a un enemigo gigantesco que hasta hora solo era posible sentir en un multijugador online. Esto ¨²ltimo es, sin duda, la joya de la corona de Dragon¡¯s Dogma 2.
No es un juego perfecto, pero no se puede negar que tiene muy claro lo que quiere y lo que no, lo cual le confiere una personalidad marcad¨ªsima que polarizar¨¢ a la audiencia pero que, si resuena en la misma frecuencia que el jugador, se convertir¨¢ en una experiencia irrepetible. Es un gran juego, no hay que darle muchas vueltas m¨¢s.
Y hasta aqu¨ª la cr¨ªtica, digamos, objetiva, sobre el juego. Porque hora toca hablar de un tema, si cabe, m¨¢s interesante a¨²n: m¨¦ritos y dem¨¦ritos creativos aparte, el juego se ha visto salpicado por una pol¨¦mica que se sit¨²a en el centro del sector digital.

Cuando el juego se present¨®, cuando las copias fueron entregadas a la prensa, se soslay¨® un detalle (un detalle menor, pensar¨ªa la compa?¨ªa) que sin embargo ha modificado la experiencia de juego de los ¨²ltimos d¨ªas: los micropagos. Es decir, una vez que las notas profesionales fueron lanzadas y el juego fue calificado entre el notable alto y el sobresaliente, se aplic¨® una pol¨ªtica de microtransacciones que, si bien es leg¨ªtima por parte de la compa?¨ªa, lo cierto es que ha impuesto una recontextualizaci¨®n del juego en s¨ª.
Aunque uno quiera abstraerse de ello y abrazar sin m¨¢s la experiencia de juego, es inevitable que surjan las preguntas. Pongamos un ejemplo que resume bien la situaci¨®n. En Dragon¡¯s Dogma 2 desplazarse por el mapa es mucho m¨¢s dif¨ªcil que en otros juegos similares: la orograf¨ªa es complicada de superar, las distancias son largas, los enemigos atacan casi a cada paso. ?Es esto una decisi¨®n creativa de un juego que quiere ser exigente, o responde a la pretensi¨®n de que los jugadores compren con dinero real piedras teletransportadoras (muy dif¨ªciles de adquirir de forma org¨¢nica en el propio juego) para facilitar la aventura? El dise?o del juego hace que las dudas surjan por doquier. Cambiar de peinado a tu personaje, en monedas del juego, es m¨¢s caro que una buena armadura. ?El sentido de esa decisi¨®n no ser¨¢ que el jugador agilice esta mec¨¢nica pagando con dinero real unos c¨¦ntimos para personalizar el pelo o la barba de su avatar?
En cualquier rinc¨®n del mundo un ni?o puede descargarse juegos gratuitos en un tel¨¦fono m¨®vil. Juegos caros, a veces superproducciones, que muchas veces se financian a trav¨¦s de microtransacciones. Quiere decirse que hay un p¨¢nico excesivo entre los jugadores a los micropagos. Y que cualquier forma de financiar un juego es leg¨ªtima si es legal. Pero otra cosa es que sea ¨¦ticamente decente. Si tan orgullosos est¨¢n de esta forma de monetizaci¨®n, ?por qu¨¦ ocultarla hasta despu¨¦s de que salgan las notas?
Desde luego Dragon¡¯s Dogma II no llega a los l¨ªmites de algunos juegos, cuya meta declarada es enganchar al jugador con estrategias neuronales que los convierten pr¨¢cticamente en tragaperras. Pero las dudas, las sospechas de que las decisiones creativas han sido intervenidas, o modificadas, por decisiones empresariales, crecen. Y eso no deber¨ªa pasar en un juego que est¨¢ llamado a ser uno de los mejores de 2024. Es un borr¨®n que no solo ensucia la experiencia de juego, sino que legitima las suspicacias de muchos de los que toman la parte por el todo para criticar al sector cultural m¨¢s importante del mundo. ?Tambi¨¦n en el mundo digital, la mujer del C¨¦sar debe parecer honrada? S¨ª. Pero, sobre todo, debe serlo.
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