Todos somos Watusi
El Lliure de Gr¨¤cia acoge una adaptaci¨®n hom¨®nima de la novela de Francisco Casavella, cuyo protagonista encarna la historia reciente de Espa?a
La W del Watusi ya ondea en el Lliure de Gr¨¤cia. Que el estreno de El d¨ªa del Watusi no estuviera exento de incidencias a?ade un poco de ¨¦pica y emoci¨®n a este proyecto personal del director Iv¨¢n Morales, que ahora culmina despu¨¦s de dos a?os de trabajo. La adaptaci¨®n esc¨¦nica de la monumental novela de Francisco Casavella ten¨ªa que ser larga por fuerza (cuatro horas y pico, con dos entreactos incluidos) y contener el ruido y la furia caracter¨ªsticos de las aventuras y desventuras de Fernando Atienza. El riesgo y la imperfecci¨®n que la compa?¨ªa defend¨ªa en la presentaci¨®n del espect¨¢culo se traduce en una propuesta muy desnuda, que prescinde de todo lo superfluo para centrarse en lo importante: la palabra y la interpretaci¨®n de los actores. La historia de nuestro protagonista es la historia de Barcelona, de Catalu?a y de Espa?a: abarca desde la miseria de las chabolas de Montjuic hasta la Transici¨®n que nos dimos entre todos (¡°ni brazos alzados ni pu?os en el aire¡±) y el pelotazo de los a?os ochenta. De los puentes a los coches a los sobres con jugosos regalos.
Morales sabe trasladar el esp¨ªritu del libro a un espect¨¢culo de m¨¢s de cuatro horas que baja un poco de ritmo en su segundo acto
Enric Auquer se estrena en su primer protagonista absoluto en teatro con un sobresaliente: del nervio adolescente a la juventud desencantada de un tipo que ha envejecido demasiado deprisa (y a base de hostias), todo en ¨¦l es verdad y gracia sin impostura. El elenco de esta familia watusiana es muy compacto, destacando especialmente una Raquel Ferri que muta en cada papel que interpreta (con una Elsa desgarradora), un Guillem Balart que crea personajes fascinantes (y canta por Dylan de maravilla) y un Xavi S¨¢ez cada d¨ªa m¨¢s afinado, que a?ade autoiron¨ªa a su interpretaci¨®n con gran inteligencia. David Climent es, como hace tiempo viene demostrando, mucho m¨¢s que un actor ¡°de teatro f¨ªsico¡±, gran c¨®mico y c¨®mplice de Iv¨¢n Morales, y Vicenta Ndongo es tanto la madre que demuestra su amor a gritos y mediante collejas como un convincente Don Jaime de Vilabr¨¤fim, demostrando, adem¨¢s, que se lo est¨¢ pasando bomba. Bruna Cus¨ª es la ¨²nica que no se acaba de tirar a la piscina, especialmente al inicio del espect¨¢culo, y es en el papel de la pija con muebles de Vin?on donde parece estar m¨¢s c¨®moda.
La ciudad es un personaje m¨¢s en esta historia: de las casitas de Montjuic hasta los merenderos de la Barceloneta y el rompeolas, de las pensiones del Barrio Chino a las mansiones de Upper Diagonal, El d¨ªa del Watusi respira Barcelona por todos sus poros. Jose Novoa propone un espacio casi desnudo, cambiando la disposici¨®n de la sala para crear un escenario en Cinemascope. La luz de Ana Rovira es cruda como una banda de punk (gran W incluida), y Oriol Corral viste a los personajes sin estridencias, con ropa de Humana que seguramente viene de esa ¨¦poca. Las anfetaminas, la hero¨ªna y la coca¨ªna son tan importantes en esta (nuestra) historia como las canciones que sonaban por la radio o la bebida del momento, y Morales sabe trasladar el esp¨ªritu de las 900 p¨¢ginas de la novela a un espect¨¢culo que, cosas del estreno, baja un poco de ritmo en su segundo acto. Con todas las entradas vendidas para todas las funciones, es de justicia que El d¨ªa del Watusi se vuelva a programar en el Lliure (hola, Julio) y que gire por todos lados. La W sigue entre nosotros, como una idea, como un mito, como un fantasma. ¡°?Qu¨¦ pocas cosas son las cosas!¡±.
¡®El d¨ªa del Watusi¡¯. Texto: Francisco Casavella. Direcci¨®n: Iv¨¢n Morales. Teatre Lliure, Barcelona. Hasta el 5 de mayo.
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