La ¡®paradinha¡¯ locutiva
Ese recurso ret¨®rico funcionaba bien en los chistes de Les Luthiers, pero mal en el remate de los reportajes de televisi¨®n
Se llama paradinha en el f¨²tbol a la acci¨®n del lanzador de un penalti que consiste en detener de pronto la carrera hacia el bal¨®n, justo antes de golpearlo, para buscar con ello que el portero se mueva hacia un lado (si no se anticipa ser¨¢ dif¨ªcil que detenga el disparo) y de ese modo lograr el tanto con facilidad por el otro palo. Se escribe con la graf¨ªa portuguesa porque el amago lo invent¨® el brasile?o Did¨ª, aunque a veces se menciona tambi¨¦n a Pel¨¦. Esa finta me viene a la cabeza cada vez que percibo una paradi?a en las locuciones de los reporteros televisivos: la interrupci¨®n moment¨¢nea del ritmo natural del habla justo antes de terminar la informaci¨®n, a fin de mantener en suspenso el relato y concluirlo brillantemente. Porque en ocasiones tiene tambi¨¦n la pinta de enga?o.
Esta salida adquiere sentido cuando tras una breve pausa se expresa algo sorprendente o ingenioso. Por ejemplo, si decimos (o escribimos, en cuyo caso acudiremos a los puntos suspensivos): ¡°Fue a pescar al r¨ªo y le pic¨® en el anzuelo¡ una ballena¡±. Ah¨ª s¨ª comprendemos la suspensi¨®n del relato, porque lo que llega detr¨¢s es algo gordo, como las ballenas. Pero a cada rato nos topamos con ese recurso en los reportajes de cualquier cadena, sin que se den las condiciones necesarias para que la paradi?a alcance sentido: ¡°El desenlace de la eliminatoria llegar¨¢ ma?ana, mi¨¦rcoles¡ a partir de las nueve de la noche¡±. Si ya sabemos que el partido se juega a esa hora, como suele ocurrir con las eliminatorias de los mi¨¦rcoles, la suspensi¨®n se vuelve absurda y no se le ve la gracia.
El horario habitual no le a?ade nada interesante ni al relato ni a la conclusi¨®n, al contrario de lo que suceder¨ªa con la alternativa ¡°el desenlace de la eliminatoria lo tendremos ma?ana, mi¨¦rcoles¡ a partir de las siete de la ma?ana¡±. Aqu¨ª s¨ª encajar¨ªan la forma y el fondo, la sorpresa, porque no estamos acostumbrados a ver partidos de f¨²tbol tan temprano, sobre todo si corresponden a un torneo europeo.
La paradi?a bien ejecutada s¨ª pod¨ªa ser pertinente en los ya legendarios chistes del grupo argentino Les Luthiers:
¡°Para los alumnos y profesores de la Universidad de Wildstone, la diversi¨®n y la recreaci¨®n no son menos importantes que el estudio. Son... m¨¢s importantes¡±.
¡°Pa?ales Pomp¨®n: impermeables... e hipermeables¡±.
Pero tal manera de crear expectaci¨®n se viene abajo cuando, una vez lograda, las palabras que siguen expresan una simpleza. Esto es un recurso de riesgo, y hay que estar seguro de que no se defraudan las expectativas. Porque aqu¨ª funciona el reflejo de Pavlov. El cient¨ªfico ruso as¨ª apellidado, premio Nobel en 1904, estudi¨® la relaci¨®n entre las reacciones fisiol¨®gicas de su perro y los est¨ªmulos que el animalillo relacionaba con la comida. El can de Iv¨¢n Pavlov salivaba cuando ve¨ªa el plato, pero tambi¨¦n al observar alg¨²n movimiento del due?o que ¨¦l identificaba con que le estaba preparando el almuerzo. La secreci¨®n de saliva serv¨ªa como muestra de su pensamiento: ¡°Voy a comer enseguida¡±. De ah¨ª deducimos la decepci¨®n que sentir¨ªa un perro si su amo lo enga?ase con las acciones habituales conducentes a prepararle el condumio cuando no hay tal.
Pues esto es lo que ocurre con las paradi?as locutivas fallidas: que desilusionan. Quien crea que la interrupci¨®n moment¨¢nea del discurso provoca que el remate suene brillante aunque no lo sea se comportar¨¢ como el insensato convencido de que le basta con abrir el armario del pienso para que su mascota se d¨¦ por alimentada.
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