¡®La conciencia contada por un sapiens a un neandertal¡¯: Juan Jos¨¦ Mill¨¢s y Juan Luis Arsuaga ante el misterio del cerebro

El cerebro humano pesa un kilo y medio aproximadamente, y cabe dentro de una boina. Aunque su espesura var¨ªa de unas zonas a otras, incluso en las de m¨¢s grosor se podr¨ªa medir en mil¨ªmetros. Descender, sin embargo, desde su corteza hasta sus profundidades no implica menos riesgos ni menos sorpresas que la exploraci¨®n de las zonas abisales del oc¨¦ano. A m¨ª me recuerda, por su forma, a una hogaza de pan blanco de tama?o medio o peque?o, y lo cierto es que est¨¢ para com¨¦rselo: nos lo com¨ªamos de hecho hasta hace poco, en nuestra ¨¦poca can¨ªbal. Los sesos de cordero, que rebozados en harina y huevo forman parte a¨²n de nuestra dieta, son ricos en prote¨ªnas y vitaminas, entre estas ¨²ltimas la B5, muy buena, dicen, para combatir el estr¨¦s y las migra?as y reducir el colesterol.

Un cerebro parece poca cosa, pero re¨²ne las complejidades de un pa¨ªs del tama?o de Rusia, por hacernos una idea. Est¨¢ lleno de accidentes geogr¨¢ficos, de regiones y subregiones especializadas en diversas funciones cognitivas, as¨ª como en el procesamiento de nuestras capacidades visuales, auditivas, t¨¢ctiles o del habla. Otras est¨¢n relacionadas con la planificaci¨®n y ejecuci¨®n de movimientos, el pensamiento abstracto, la memoria, las emociones, etc¨¦tera, etc¨¦tera, etc¨¦tera. Mucha burocracia, en fin, muchos departamentos, mucho papeleo. La descripci¨®n territorial de esta v¨ªscera podr¨ªa ocupar, en un volumen de bolsillo, m¨¢s espacio del que ocupa dentro del cr¨¢neo. Para los interesados, hay en internet, a precios asequibles, una variedad extraordinaria de cerebros de pl¨¢stico desarmables. Me compr¨¦ uno de muchos colores y jugu¨¦ a desmontarlo y a montarlo como el ni?o que rompe un juguete e intenta despu¨¦s reconstruirlo sin que sus padres se den cuenta de que en esa operaci¨®n est¨¢ construyendo y deconstruyendo metaf¨®ricamente el mundo a fin de comprenderlo. Yo no logr¨¦ comprender el cerebro (ni el mundo), de modo que le puse un mensaje a Arsuaga, que estaba en Atapuerca, como siempre en el mes de julio, para proponerle un encuentro por Zoom. Conectamos a la ca¨ªda de la tarde. El paleont¨®logo acababa de llegar del yacimiento, donde se hab¨ªa pasado horas agachado en el interior de una cueva, y ten¨ªa una rodilla fastidiada. Adem¨¢s de dolorido, se le ve¨ªa sucio y feliz.

¡ªA¨²n no me he duchado ¡ªdijo para justificar su aspecto¡ª. ?Qu¨¦ pasa?

¡ªNada, que he perdido unas notas de algo muy inquietante que me dijiste acerca del cerebro y no logro dar con ellas.

¡ª?Qu¨¦ te dije?

¡ªAlgo as¨ª como que el cerebro vive en un cuarto oscuro.

Arsuaga acerc¨® el rostro a la pantalla. Ten¨ªa barba de tres o cuatro d¨ªas. No logr¨¦ distinguir nada del lugar desde el que se hab¨ªa conectado, pero intu¨ª, por lo poco que se apreciaba de las paredes desnudas y de la deficiente iluminaci¨®n, un sitio austero, como la celda de un monje o de un preso. Yo le hablaba desde la terraza de mi casa de Asturias, rodeado de plantas.

¡ªDame un segundo ¡ªdijo, y se esfum¨®.

Escuch¨¦ una tos, un ruido de puertas y lo que me pareci¨® el rumor de una conversaci¨®n urgente. Imagin¨¦ que le estaba diciendo a alguien: ¡°Es el pesado de Mill¨¢s, pero lo liquido enseguida¡±. Medio minuto despu¨¦s volvi¨® a aparecer su cara.

¡ªToma nota ¡ªdijo de forma un poco apresurada¡ª: Lo que somos y sentimos y pensamos los humanos reside en nuestros hemisferios cerebrales, concretamente en la neocorteza, de la que ya hemos hablado en otras ocasiones.

¡ªNo importa, dime algo nuevo de ella ¡ªdije yo para ralentizar la charla.

¡ªSe trata de un tejido nervioso ¡ªcontinu¨® algo acelerado¡ª que solo tenemos los mam¨ªferos. Por lo tanto, cabe suponer que todos los mam¨ªferos nos parecemos mucho y que todos somos sintientes y tenemos una mente. Pero no todos los mam¨ªferos tienen la neocorteza tan desarrollada como nosotros, los humanos. En cuanto a los reptiles, solo tienen paleocorteza. No tenemos ni idea de c¨®mo es eso de no tener neocorteza, as¨ª que no sabemos qu¨¦ piensa un cocodrilo.

¡ªAcabas de decir ¡ªintercal¨¦¡ª que todos los mam¨ªferos tenemos mente y creo que no has utilizado la palabra mente como sin¨®nimo de cerebro, sino como algo distinto, aunque el cerebro sea su soporte biol¨®gico. Te insisto en esto porque no logro comprender c¨®mo un conjunto de reacciones electroqu¨ªmicas puede dar lugar a un ataque de angustia, por poner un ejemplo. No comprendo c¨®mo se da ese salto de lo que se toca, es decir, de las neuronas, a lo que no se toca: los sentimientos. He investigado un poco y hay gente que define la mente como una "propiedad emergente del cerebro". Me parece una frase afortunada, pero no aclara el asunto.

El paleont¨®logo resopl¨®, volvi¨® a levantarse, volvi¨® a abrir una puerta, volvi¨® a murmurar algo y volvi¨® a la pantalla.

¡ªLo de "propiedad emergente" ¡ªdijo¡ª es una f¨®rmula que usamos los cient¨ªficos para eludir hablar de algo que no entendemos.

¡ª?Y por qu¨¦ no os limit¨¢is a decir que no lo entend¨¦is?

¡ªPorque nadie es perfecto. Mira, un sistema es m¨¢s que la suma de sus partes. Eso es lo que se conoce como "emergentismo" o "propiedad emergente". Cuando los componentes de un sistema alcanzan cierta complejidad y act¨²an entre s¨ª, pueden surgir propiedades que no estaban, por separado, en ninguno de sus componentes y que no eran deducibles por tanto de los elementos de ese sistema.

¡ªPonme un ejemplo.

¡ªLa vida: una c¨¦lula tiene propiedades que van m¨¢s all¨¢ de las propiedades de las mol¨¦culas individuales que la forman. En cada salto de complejidad del sistema, aparecen propiedades nuevas. En ese sentido, se suele decir que la mente, siendo el resultado de un conjunto de reacciones electroqu¨ªmicas, es mucho m¨¢s que esas reacciones. Ah¨ª tienes una propiedad emergente. Pero eso, aparte de no aclarar nada, tampoco sirve para explicar tus ataques de angustia.

¡ªPues no.

¡ªEl t¨¦rmino mente, adem¨¢s, es polis¨¦mico. Puede significar la capacidad de crear un modelo del mundo exterior. Puede aludir a la perspectiva individual o personal del mundo, como cuando dices: "Mi mente me dice esto". Pero la mente es tambi¨¦n la "sintiencia", o sea, la capacidad de experimentar emociones.

¡ª?Y las emociones c¨®mo se producen? ¡ªinsist¨ª.

¡ª?No lo s¨¦! No s¨¦ c¨®mo se produce la experiencia subjetiva del dolor, del placer, de la ansiedad, del miedo, la ira, la frustraci¨®n, la tristeza... ?No lo s¨¦ yo ni lo sabe nadie!

Me pareci¨®, por el tono en el que enumer¨® las cosas que ignoraba, que empezaba a irritarse, pero yo segu¨ª a lo m¨ªo, porque la dualidad cerebro/mente me trae loco.

¡ª?No podr¨ªa tratarse de un mecanismo adaptativo? ¡ªpregunt¨¦¡ª. Si no sinti¨¦ramos calor, no retirar¨ªamos la mano del fuego.

¡ªTampoco est¨¢ claro. Se dice que es bueno sentir fr¨ªo porque de ese modo te abrigas, pero el termostato de mi casa enciende la calefacci¨®n cuando la temperatura baja sin necesidad de que el termostato experimente la sensaci¨®n de fr¨ªo. Y mi m¨®vil me avisa cuando se est¨¢ quedando sin bater¨ªa para que lo cargue, pero mi m¨®vil no tiene ni idea de lo que es el hambre. Las m¨¢quinas, en fin, act¨²an como si tuvieran nuestras experiencias subjetivas sin necesidad de padecerlas. ?Por qu¨¦ las tenemos nosotros? ?Cu¨¢l es su utilidad pr¨¢ctica? Ni idea. Lo que s¨ª sabemos es que las regiones del cerebro implicadas en las emociones son regiones muy antiguas evolutivamente hablando. As¨ª que cabe pensar que las ten¨ªan nuestros antepasados reptilianos. Ya ves, Mill¨¢s, est¨¢s en manos del cocodrilo que llevas dentro, recu¨¦rdalo la pr¨®xima vez que te cabrees. No eres t¨² el que lo ve todo rojo de repente, es el cocodrilo.

¡ªRecu¨¦rdalo t¨², que eres m¨¢s propenso a cabrearte ¡ªse?al¨¦.

¡ª?Cu¨¢ndo naci¨® la autoconsciencia? ¡ªcontinu¨® ¨¦l sin inmutarse¡ª. ?Era eso, en definitiva, lo que me preguntabas?

¡ªTe preguntaba c¨®mo nacen los sentimientos, que viene a ser lo mismo, y ya me has dicho que no tienes ni idea, pero dime cu¨¢ndo.

¡ªEse es el gran misterio al que nos enfrentamos.

¡ªOtro gran misterio, querr¨¢s decir. Es el segundo del d¨ªa.

¡ªDe acuerdo, pero ya hablaremos de esto, que a m¨ª me gusta llamar el "despertar", en otro momento. Ahora te tengo que dejar.

¡ªEspera, espera. Empezamos esta conversaci¨®n porque yo hab¨ªa perdido unas notas en las que me hablabas de la caja negra en la que habita el cerebro.

El paleont¨®logo mir¨® hacia atr¨¢s, hacia donde yo supon¨ªa que hab¨ªa una puerta, como dudando si levantarse de nuevo o no. Finalmente, se dirigi¨® a m¨ª:

¡ªVenga, apunta, y no vuelvas a perder los papeles. El cerebro est¨¢ encerrado en la caja negra del cr¨¢neo. Digo que es negra porque no le llega la luz, pero tampoco le llegan los sonidos. El cerebro no oye nada, no ve nada, no huele nada, no toca nada y no saborea nada. Es lo que los neurofil¨®sofos anglosajones llaman brain in a vat (el cerebro en un frasco o en una cubeta) para referirse a un experimento mental muy conocido.

¡ª?Qu¨¦ experimento es ese?

¡ªImag¨ªnate que cogemos un cerebro, lo sumergimos en un recipiente de l¨ªquido cefalorraqu¨ªdeo y lo conectamos a un circuito sangu¨ªneo para que tenga las mismas condiciones que tendr¨ªa en el interior de un cr¨¢neo. ?Qu¨¦ pasar¨ªa?

¡ªNo lo s¨¦. ?Qu¨¦ pasar¨ªa?

¡ªPues que si a ese cerebro, por medio de un ordenador conectado a ¨¦l, le mand¨¢ramos est¨ªmulos de cualquier tipo...

¡ªDe cualquier tipo no. Dime uno concreto.

¡ªQue le hici¨¦ramos creer que su due?o est¨¢ jugando al baloncesto, por ejemplo. En tal caso, el cerebro actuar¨ªa como si estuviera jugando al baloncesto. Creer¨ªa que est¨¢ actuando en una realidad que es completamente ilusoria. Como te digo, esto es un experimento mental (no se ha llevado a cabo), que sirve para poner en cuesti¨®n el concepto de realidad y para preguntarse si experiencias que tomamos por reales podr¨ªan ser meros espejismos.

¡ªVale. Pero dec¨ªas algo muy inquietante: que el cerebro est¨¢ encerrado en una caja herm¨¦tica; el cr¨¢neo, que lo a¨ªsla absolutamente de la realidad. No oye nada, no huele nada, no toca nada y no saborea nada. ?C¨®mo se entera entonces de las cosas?

¡ªToda la informaci¨®n exterior le llega a trav¨¦s de las terminaciones nerviosas que vienen de los ¨®rganos de los sentidos. A partir de esa informaci¨®n, el cerebro construye una r¨¦plica del mundo exterior, un modelo, una maqueta, una representaci¨®n, en suma, con los objetos a escala y manteniendo las relaciones espaciales entre ellos.

¡ªEl mundo exterior ¡ªapunt¨¦¡ª ?podr¨ªa, pues, ser diferente de como lo imaginamos?

¡ªSin duda, porque nosotros tenemos una visi¨®n macrosc¨®pica de la realidad. No podemos percibir el campo magn¨¦tico de la Tierra, por ejemplo, como hacen algunas aves migratorias, ni movernos en la oscuridad emitiendo ultrasonidos, como hacen los murci¨¦lagos, ni vemos la radiaci¨®n ultravioleta, como los insectos...

¡ªPero no tropezamos contra el quicio de las puertas ni contra los ¨¢rboles del campo, ni metemos los pies en los charcos ¡ªa?ad¨ª.

¡ªExactamente. Nuestra representaci¨®n del mundo no debe de ser tan mala, puesto que hemos evolucionado para llegar a ser lo que somos. Nuestra maqueta no representa todo, pero abarca lo que es imprescindible para nuestra supervivencia. Todas las especies tienen maquetas parciales pero exactas del mundo exterior.

¡ª?Esa parcialidad es lo que nos mantiene en la ignorancia! ¡ªexclam¨¦.

¡ªPero esa parcialidad es lo que ha mandado al carajo todas las teor¨ªas de los fil¨®sofos esc¨¦pticos de que no podemos saber qu¨¦ hay ah¨ª fuera. ?Claro que lo sabemos! En caso contrario, nos comer¨ªan.

¡ª?Qui¨¦nes?

¡ªCualquiera. Los leones, pongamos por caso, porque los leones son reales, est¨¢n ah¨ª fuera, al otro lado de la caja craneal. En otras palabras: aunque el cerebro est¨¦ tan aislado, se entera bastante bien de c¨®mo es el mundo exterior. Y, para terminar, que me voy corriendo a la ducha, toda la informaci¨®n sensorial que llega a nuestra neocorteza pasa por el t¨¢lamo, que es como la Gran Estaci¨®n Central de Manhattan. Con una excepci¨®n: las fibras olfativas no van a la neocorteza, sino que siguen yendo a la paleocorteza, como en los reptiles, y tambi¨¦n a la am¨ªgdala. Recuerda lo que dijimos al hablar de la magdalena de Proust.

¡ªLo recuerdo ¡ªdije.

¡ªPues hasta otra ¡ªconcluy¨® ¨¦l, y cerr¨® la conexi¨®n.

Cog¨ª entonces mi cerebro de pl¨¢stico y le busqu¨¦ el t¨¢lamo, que era una pieza con forma de huevo. Arsuaga ten¨ªa raz¨®n: tanto por su tama?o como por su situaci¨®n estrat¨¦gica, en el centro mismo del cerebro, bien pod¨ªa compararse con una estaci¨®n central o con un intercambiador de autobuses.

¡®La conciencia contada por un sapiens a un neandertal¡¯, de Juan Jos¨¦ Mill¨¢s y Juan Luis Arsuaga. Alfaguara, 2024. 200 p¨¢ginas, 19,90 euros.

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