Un Quijote llamado Ai Weiwei, entre la grandilocuencia y la evocaci¨®n
Una muestra en el Musac de Le¨®n revisa la desigual trayectoria del artista chino. En ella, la met¨¢fora estridente suele opacar el poder sugestivo de sus mejores trabajos
En 2011, Ai Weiwei fue detenido por la polic¨ªa secreta en el aeropuerto de Pek¨ªn cuando se dispon¨ªa a volar hacia Hong Kong. No era la primera vez que sufr¨ªa represalias del Gobierno chino: en 2009 hab¨ªa sido brevemente arrestado en un hotel de Chengdu, aunque en ese momento pudo sacar su m¨®vil y hacerse un selfie en el ascensor del hotel con sus captores. Lo contestatario de su figura guarda una relaci¨®n parad¨®jica con su estatus nacional e internacional, hasta el punto de que colabor¨® en el dise?o del nido de p¨¢jaro, el Estadio Ol¨ªmpico de Pek¨ªn inaugurado en 2008.
Su encarcelamiento en 2011 coincidi¨® con la Bienal de Venecia, que se llen¨® de bolsas rojas serigrafiadas con el lema Free Ai Weiwei. El famoso artista Anish Kapoor sugiri¨® que, a modo de protesta, se suspendieran los fastos por un d¨ªa. Su idea no cal¨®, pero Ai Weiwei fue finalmente liberado y hoy vive su exilio en el Alentejo portugu¨¦s tras pasar por Cambridge y Berl¨ªn. Desde all¨ª, y con la ayuda de un equipo reducido de artesanos, produce una obra minuciosa, habitualmente compuesta de peque?os elementos que se acumulan para generar grandes instalaciones. Quiz¨¢ su acci¨®n m¨¢s famosa sea Kui Hua Zi (2010), con la que llen¨® la sala de Turbinas de la Tate Modern con 100 millones de pipas de girasol en porcelana. En su trayectoria se intercalan este tipo de obras con acciones pol¨ªticas en defensa de los derechos humanos y de la libertad de expresi¨®n, que nunca est¨¢n exentas de pol¨¦mica. La pen¨²ltima, el a?o pasado, fue la cancelaci¨®n de su exposici¨®n en la galer¨ªa Lisson de Londres por sus cr¨ªticas a Israel.
A pesar de esta relevancia medi¨¢tica, en los ¨²ltimos tiempos la imagen de Ai Weiwei ha perdido algo del tono irreverente de sus primeras acciones: el artista que se hizo famoso por documentar su destrucci¨®n de un vaso de porcelana de la dinast¨ªa Han fue testigo este a?o del ataque a su Cubo azul, tambi¨¦n de porcelana, que se expon¨ªa en el Palazzo Fava de Bolonia. El v¨¢ndalo, un hombre checo de 57 a?os, se col¨® en la inauguraci¨®n dos d¨ªas despu¨¦s de haber confrontado al artista para entregarle 20 p¨¢ginas de ¡°sugerencias¡± sobre su autobiograf¨ªa 1.000 a?os de alegr¨ªas y penas.
Su compromiso pol¨ªtico no se ha desvanecido, pero s¨ª ha ido mutando con los tiempos desde una postura firme de ¡°gran humanista¡±, como lo define ?lvaro Rodr¨ªguez Fominaya, director y comisario de la exposici¨®n que le dedica ahora el Musac en Le¨®n, con trabajos de los ¨²ltimos 20 a?os. La componen un total de 42 obras entre instalaciones, pel¨ªculas, esculturas y cuadros hechos con ladrillos de juguete (Lego y su versi¨®n china, Woma). La muestra ocupa 1.700 metros cuadrados de la mole dise?ada por Mansilla y Tu?¨®n, m¨¢s de la mitad de un museo de altos techos de los que cuelgan las obras de mayor envergadura del artista. Por su tama?o, destaca La commedia umana, una l¨¢mpara de ara?a de 2.700 kilos y m¨¢s de ocho metros de alto en cristal de Murano pintado de negro. Los elementos que la componen aluden a un universo autobiogr¨¢fico y art¨ªstico (dos asuntos que se confunden en Ai Weiwei) entre calaveras, p¨¢jaros del extinto Twitter, c¨¢maras de videovigilancia, intestinos y cerebros.
En el Musac se re¨²nen por primera vez 19 cuadros hechos con ladrillos juguetes que nunca se hab¨ªan mostrado juntos. De tem¨¢tica variada, para estas obras el artista interviene fotograf¨ªas que lo han hecho famoso, como el selfie del ascensor del d¨ªa de su detenci¨®n, pero tambi¨¦n cuadros can¨®nicos de la historia del arte e im¨¢genes de la actualidad, como la del gasoducto saboteado Nord Stream 2, para pasarlos por el tamiz de los 40 colores disponibles del cat¨¢logo de Lego y elaborar, a trav¨¦s de plantillas numeradas, estos mosaicos pop. As¨ª, en Los ba?istas de Seurat se han colado dos personajes con burkinis, el Napole¨®n de Jacques Louis-David aparece montado sobre una cebra, y los pescadores de la Gran ola de Kanagawa, de Hokusai, han sido sustituidos por balsas de refugiados. Tambi¨¦n ha versionado, especialmente para el museo leon¨¦s, el Tres de mayo de Goya (en el que se incluye como personaje), y una versi¨®n, tambi¨¦n de ladrillos de juguete, del Quijote de Picasso, del que ha donado una serie de 100 copias firmadas para ayudar a financiar esta muestra en la que el Musac ha puesto todo su deseo de internacionalizaci¨®n, en la l¨ªnea de algunas grandes exposiciones ¡ªcomo la de Ana Mendieta a comienzos de este a?o¡ª, que se van alternando con presentaciones m¨¢s modestas.
En un gesto un tanto neocl¨¢sico, la exposici¨®n reivindica el arte objetual frente al ef¨ªmero mundo de internet que Ai Weiwei us¨® hace a?os
El resultado es, como se busca, monumental: una z¨®diac de bamb¨² que representa a refugiados y a animales del hor¨®scopo chino ocupa una sala entera (lo que, en este museo, es decir mucho), del techo cuelga tambi¨¦n Yuyi, otra inmensa escultura en bamb¨², y en otro espacio se dispone una evocadora instalaci¨®n de ra¨ªces secas de olivo, un ejemplo de objet trouv¨¦ que hace referencia a su residencia portuguesa. Aunque no es una retrospectiva de toda su carrera, s¨ª contextualiza los ¨²ltimos a?os de la producci¨®n del artista, con el resultado de un Ai Weiwei consciente de su mitolog¨ªa personal y muy capaz de producir artefactos mastod¨®nticos, que exigen destreza en el dise?o y en la t¨¦cnica, para los que sigue trabajando con artesanos. Atr¨¢s qued¨® su etapa de performer: aun cuando los cuadros de Lego hacen referencia a acciones pol¨¦micas, el formato mismo, por antidigital, los ancla cronol¨®gicamente en un pasado al que no parece querer volver. En su lugar, se nos presenta el trabajo de un artista de renombre internacional, ya maduro y convencido de su f¨®rmula de ¨¦xito.
Aunque el uso del v¨ªdeo colabora en suavizar tanta gran obra, las pantallas carecen de un espacio para contemplarlas con tranquilidad y de asientos cercanos, lo que hace que obras como Marea humana, su documental de 140 minutos sobre los refugiados en Lesbos, tengan un punto inevitablemente decorativo a pesar de su evidente relevancia para dar profundidad te¨®rica a su trabajo. La met¨¢fora estridente y la grandilocuencia opacan el poder evocativo de obras que s¨ª dejan hueco a una contemplaci¨®n sosegada, como la instalaci¨®n Hierba F o sus r¨¦plicas de cascos alemanes de la I Guerra Mundial, obra inspirada en la rid¨ªcula oferta de protecci¨®n que le hizo Alemania a Ucrania al comienzo de la invasi¨®n rusa. La figura de Ai Weiwei, pese a la pervivencia del discurso autorreferencial, aparece algo adocenada y discreta, en un gesto un tanto neocl¨¢sico de reivindicaci¨®n del arte objetual frente al ef¨ªmero mundo de internet, lo que no termina de encajar en el personaje warholiano con que Ai Weiwei comenz¨® llamando la atenci¨®n del mundo.
¡®Ai Weiwei. Don Quixote¡¯. Musac. Le¨®n. Hasta el 18 de mayo de 2025.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.