El tiempo y el cine
La ciencia no sabe crear espacios y tiempos alternativos con una duraci¨®n de dos minutos. Las pel¨ªculas s¨ª saben hacerlo
Comienza este 2025 con la novedad de dos obras audiovisuales excelentes y coincidentes, porque eligen el mismo tema: el paso del tiempo. Una es la pel¨ªcula Here de Robert Zemeckis y la otra es la serie Los a?os nuevos de Rodrigo Sorogoyen. Las dos obras trasladan al espectador con una habilidad endiablada uno de los grandes misterios de la condici¨®n humana: somos tiempo. Que el ser humano es temporal lo sabemos desde Her¨¢clito, pero la representaci¨®n de esa temporalidad alcanza en las dos obras citadas una originalidad perturbadora. Here es la historia de una casa. Las familias viven y mueren en los espacios arquitect¨®nicos, pero estos se quedan. La casa fue construida en 1900. M¨¢s que la historia de una casa, es la historia del living room. Una sala de estar que ha sido testigo de felicidades conyugales, de rebeld¨ªas juveniles, de alcoholismos, de gritos, de un funeral con el muerto de cuerpo presente. Una sala de estar que antes fue campo y tierra. Y antes de campo fue fuego, hielo, gas, origen. Here es una maravilla filos¨®fica. Hay que ir a ver Here, porque es un canto a las generaciones, a la cadena de tiempo que somos: tatarabuelos, bisabuelos, abuelos, padres e hijos. Cualquier casa que tenga m¨¢s de cien a?os lo ha visto todo. El cine nos ha ayudado a ver los a?os cayendo sobre nosotros.
Si Martin Heidegger, el autor de Ser y tiempo, hubiera visto Here se habr¨ªa quedado deslumbrado. Si Arist¨®teles hubiera visto la mayor elipsis temporal de la historia de la humanidad, la que film¨® Stanley Kubrick en 2001. Una odisea en el espacio, a lo mejor no habr¨ªa escrito su Metaf¨ªsica. Kubrick fue m¨¢s eficaz que Einstein a la hora de narrarnos el misterio esencial de la especie humana: tiempo y espacio. Estamos ya en el 2025 y necesitamos como civilizaci¨®n representaciones cinematogr¨¢ficas del tiempo. No dejamos los seres humanos nada despu¨¦s de nosotros, o solo dejamos un cuarto de estar. De eso habla Here, una l¨²dica celebraci¨®n de un espacio de 50 metros cuadrados en donde ocurrieron decenas de vidas, que est¨¢n incomunicadas. El cine est¨¢ tomando, desde hace un tiempo, ideas de la ciencia. Pero con esas ideas, el cine va mucho m¨¢s lejos desde un punto de vista pedag¨®gico, y lo que no es pedag¨®gico acaba siendo socialmente in¨²til.
La ciencia no sabe concebir el tiempo subjetivo, no puede medirlo como s¨ª lo mide la extraordinaria serie Los a?os nuevos¡± de Rodrigo Sorogoyen, una serie cuya principal virtud es convertir el paso del tiempo en un cuento de hadas. La vida no es como la cuenta Sorogoyen. Ojal¨¢ fuera as¨ª la vida: bella, apasionada, azarosa, y rom¨¢ntica. Hay algo que hizo que me enamorara de la Los a?os nuevos, y ese algo es un cl¨¢sico del cine y de la vida: el triunfo del amor entre dos seres humanos. El amor es tan solo el tiempo que dura el amor, si no es imposible entender el amor. Sorogoyen narra 10 a?os de amor, los que van del 2014 al 2024. Y nos deja a pie de abismo, a los pies de este reci¨¦n nacido 2025. Me acord¨¦ de otra gran pel¨ªcula tambi¨¦n tomada por ese esencial misterio, el misterio que nos dice que el amor es un acto de juventud. Esa pel¨ªcula es Tal como ¨¦ramos, de Sidney Pollack, que tiene uno de los finales m¨¢s melanc¨®licos de la historia del cine. Robert Redford y Barbara Streisand fueron amantes en su juventud y se quisieron como locos y se reencuentran despu¨¦s de los a?os y se miran, y ven de repente un espacio y un tiempo ilusorios que suceden en los dos minutos que hablan frente al hotel Plaza de Nueva York. La ciencia no sabe crear espacios y tiempos alternativos con una duraci¨®n de dos minutos. El cine s¨ª sabe hacerlo. Sorogoyen tambi¨¦n lo hace en el ¨²ltimo cap¨ªtulo de la serie, que naturalmente me callo. Pero acaban igual las dos narraciones, tanto Los a?os nuevos como Tal como ¨¦ramos acaban invocando la voluntad humana penetrada por el tiempo. Ya est¨¢ aqu¨ª el 2025. No comprendemos el tiempo. El cine, sin embargo, sabe representarlo. No sabe decirnos qu¨¦ es el tiempo. Sabe decirnos lo que nos hace el tiempo. Tambi¨¦n la ¨²ltima y extraordinaria pel¨ªcula de Sorrentino, titulada Parthenope, abunda en la temporalidad, y funde tiempo y espacio en un himno descomunal a N¨¢poles. El final de la pel¨ªcula de Sorrentino es uno de los himnos mas hermosos que yo haya visto en mi vida al fantasma de la juventud. Porque la reina del tiempo es la juventud. Solo ser j¨®venes tiene sentido. Pero solo los viejos pueden llegar a saber qu¨¦ es la juventud. Los j¨®venes no lo saben. Y eso es una iron¨ªa del tiempo que el cine ha sabido captar mucho mejor que la literatura o la pintura o la fotograf¨ªa. A m¨ª la pel¨ªcula de Sorrentino me dej¨® conmocionado. Y pens¨¦ que hacerse viejo puede ser un desaf¨ªo hom¨¦rico. Hacerse viejo es la mayor de las victorias cinematogr¨¢ficas del mundo, y que el espectador lo vea y lo celebre. El tiempo es el cine y el cine es el tiempo.
Ese es uno de los grandes poderes del cine: decirnos en qu¨¦ nos convierte el paso del tiempo. Kubrick pens¨® en 1968 que el a?o 2001 ser¨ªa el a?o en el que nacer¨ªa el superhombre, y no pas¨®. De 1968 a 2001 hay 33 a?os. Pensemos ahora en el 2058. Y ese 2058 tambi¨¦n est¨¢ pidiendo su pel¨ªcula equivocada. Porque el futuro es siempre mucho m¨¢s sencillo que lo que las pel¨ªculas predicen. Por eso yo me quedo con Here y con Los a?os nuevos y con Parthenope, porque el tiempo no existe; quien existe somos nosotros pasando por la vida, como tambi¨¦n lo hizo Forrest Gump, que vio pasar la historia del siglo XX delante de sus ojos y no la juzg¨®, sino que se enamor¨® de todo cuanto vio.
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