El valor de la onza de Siglo de Oro
Paisajes contempor¨¢neos en 'L¨¢zaro' de Juan Ayala y Miguel Oyarzun Los actores, vers¨¢tiles, componen con talento y donaire una galer¨ªa de personajes
Cuando se public¨® el Lazarillo de Tormes, la situaci¨®n financiera de Espa?a era catastr¨®fica. Los enormes gastos militares hab¨ªan metido a la corona en una espiral de deuda insostenible, que en cuatro a?os llevar¨ªa al reino a la declaraci¨®n de bancarrota: muchos soldados regresaban a casa sin oficio ni beneficio, parte de la juventud emigraba a Am¨¦rica y los mendigos menudeaban por las calles. En L¨¢zaro, Juan Ayala y Miguel Oyarzun recrean algunos pasajes de la novela con ojos contempor¨¢neos: su protagonista habla con acento gitano, moro o de chico de barrio, seg¨²n el caso, y uno de los hidalgos verbosos a los que sirve, con acento argentino, para tender un puente plausible entre la Espa?a de entonces y la actual.
L¨¢zaro
Dramaturgia: Juan Ayala y Miguel Oyarzun, a partir del Lazarillo de Tormes. Vestuario: Mar¨ªa Madrigal y Abraham Diallo. Direcci¨®n: J. Ayala. Teatro Espa?ol, sala peque?a. Hasta el 1 de enero.
Ayala y Oyarzun podr¨ªan llevar m¨¢s lejos las correspondencias entre ¨¦pocas, pero han preferido poner el acento en el juego metateatral: su recreaci¨®n del cl¨¢sico recuerda al ?aque de Sanchis Sinisterra (escrito a partir de El viaje entretenido, de Agust¨ªn de Rojas) y a la certera versi¨®n cervantina dos en uno que Pepe Ortega hizo de El coloquio de los perros y El casamiento enga?oso. Este L¨¢zaro y sus zarrapastrosos amos van de su ¨¦poca a la nuestra o se mueven entrambas: sus tribulaciones en primera persona nos resultan inquietantemente pr¨®ximas, y su hambre es la de quienes pernoctan hoy al dudoso amparo de los cajeros autom¨¢ticos y hacen colas interminables en nuestros comedores sociales.
Oyarzun y Daniel Gallardo, actores vers¨¢tiles, componen con talento y donaire una galer¨ªa de personajes polimorfos: ambos pasan de criado a amo sin soluci¨®n de continuidad, y a veces encarnan a L¨¢zaro al alim¨®n (o a tres, cuando se les une Miguel P¨¦rez Mu?oz, m¨²sico en vivo), convirti¨¦ndolo as¨ª en personaje coral, proyecci¨®n de un yo colectivo. La ¨¢gil puesta en escena de Ayala est¨¢ salpicada de golpes de magia eficac¨ªsimos, sustentados en las notables aptitudes prestidigitadoras de Oyarzun, actor completo: tiene chispa, desenvoltura y una presencia contundente. Porque anda sobrado de aptitudes, podr¨ªa hacer un ciego m¨¢s natural y cercano a s¨ª mismo, sin imposturas vocales.
Ayala le hecha imaginaci¨®n al montaje, resuelto con varias monta?as de trapos y cuatro objetos bien escogidos, a los que los int¨¦rpretes dan mil usos: cuanto hay se exprime hasta el ¨¢pice, como debe ser. La labor de los escen¨®grafos Tom¨¢s Mu?oz y Anabel Strehaiano sirve al juego dram¨¢tico antes que a una concepci¨®n pl¨¢stica personal.
Dando por supuesto que todos conocemos el original, los autores de esta versi¨®n del Lazarillo han deconstru¨ªdo sus episodios, y trazado mil elipsis espaciales y temporales, pero tambi¨¦n de sentido, con el peligro de que el p¨²blico se descuelgue del relato: escenas como la de la cabra, una concesi¨®n al puro juego, podr¨ªan recortarse para darle m¨¢s tiempo a otras troncales. Para ser el primero, no est¨¢ nada mal este vuelo de la joven compa?¨ªa Mirage.
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