¡°Quiero un CAP en el barrio para mis nietos¡±
Bellvitge suma 58 d¨ªas de encierro contra la clausura del centro de Rambla Marina El equipamiento acogi¨® una cena de Nochebuena
En una calma absoluta, el orden impera en la sala. Cuatro hombres y dos mujeres sentados alrededor de una mesa leen la prensa. Son el relevo del mediod¨ªa en el centro de atenci¨®n primaria (CAP) de Rambla Marina, en el barrio de Bellvitge, en L¡¯Hospitalet de Llobregat. Llevan 58 d¨ªas instalados en el equipamiento, desde que el Departamento de Salud decidi¨® cerrarlo, el pasado 21 de octubre: una medida m¨¢s entre los recortes emprendidos este a?o por la Generalitat. El CAP Rambla Marina daba servicio a unos 30.000 vecinos, que ahora deben desplazarse a otros centros sanitarios de la ciudad. Pero el barrio se resiste a perder a los m¨¦dicos de familia y especialistas que pasan consulta aqu¨ª. ¡°Ya no es por nosotros, quiero que mis nietos sigan teniendo un centro sanitario en el barrio¡±, exclama Adelina Pablos, de 66 a?os, que sufre degeneraci¨®n ocular y tambi¨¦n acude a rehabilitaci¨®n a un centro de Esplugues, ¡°el m¨¢s pr¨®ximo que ten¨ªa de los que me ofrec¨ªan en la sanidad p¨²blica¡±.
El CAP Rambla Marina es el el epicentro de una amplia movilizaci¨®n vecinal en la que todos han unido fuerzas para luchar por recuperarlo. ¡°Pensamos seguir encerrados hasta que alguien nos haga caso¡±, asegura Francisco Blasco, de 69 a?os, que vive en uno de los bloques cercanos al centro. Casi todos los encerrados sobrepasan los 60 a?os de edad y llegaron a Bellvitge hace m¨¢s de 30 a?os. Los vecinos reclaman que ¡°no sean siempre los mismos¡± los que acaban sufriendo las consecuencias de las medidas de austeridad. ¡°En cada bloque de pisos de esta barriada hay 28 familias; multipl¨ªcalo por todos los bloques que hay y ver¨¢s el n¨²mero de afectados¡±, invita Tom¨¢s D¨ªaz, de 59 a?os y portavoz del grupo.
No es habitual que sean los jubilados quienes lideren una movilizaci¨®n como esta. Pero esto se nota en la forma de llevar a cabo la protesta: la organizaci¨®n est¨¢ cuidada al detalle y la disciplina en la limpieza y los turnos de comida es inquebrantable. A las siete de la ma?ana se re¨²nen tanto los que duermen en el centro como los que lo hacen en sus hogares para desayunar juntos y as¨ª emprender con fuerzas el d¨ªa. A las diez celebran una asamblea para acordar c¨®mo seguir¨¢n adelante con sus acciones. Siempre se queda alguien dentro para evitar que Salud pueda cerrar el CAP y dejarlos fuera, pero a las cinco de la tarde casi todos salen a la calle a manifestare. Suelen quedarse por la zona, pero el mi¨¦rcoles se acercaron hasta el Parlament para quejarse ante el Gobierno y los diputados. El resto del d¨ªa lo pasan haciendo labores comunitarias: pintar pancartas con sus nietos o limpiar y ordenar el centro. ¡°Lo tenemos incluso m¨¢s limpio que cuando estaban los m¨¦dicos¡±, asegura Francisco Blasco.
Los encerrados no piensan renunciar a la tradici¨®n navide?a, aunque este a?o la impregnen de un aire reivindicativo. No desean abandonar a sus familias, por lo que quieren que el CAP tambi¨¦n sea escenario de las celebraciones. ¡°Preparamos aqu¨ª una cena lo m¨¢s c¨¢lida posible para Nochebuena, a la que tambi¨¦n acudieron los familiares de los que ten¨ªan que quedarse¡±, concluye D¨ªaz.
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