Salario de rey
Una presidencia republicana de nuevos ricos resultar¨ªa m¨¢s onerosa
Ya me disculpar¨¢n todos los directores de diarios ¡ªincluido este¡ª que, la pasada semana, titularon en portada acerca del "sueldo del Rey", pero soy del parecer de que los conceptos y sueldo no riman ni en asonante. Y no lo digo desde una forma rom¨¢ntica y tradicionalista de entender la Monarqu¨ªa, sino todo lo contrario.
En efecto, ?qu¨¦ sentido tiene atribuir un salario a alguien que, por raz¨®n de su cargo, no debe afrontar ning¨²n coste de alojamiento, ni alquiler, ni hipoteca, ni facturas de hotel? A una persona ¡ªo una familia¡ª que tambi¨¦n est¨¢ exenta de atender a gastos de transporte y desplazamiento: ni a la adquisici¨®n y mantenimiento de veh¨ªculos, ni a su combustible, ni a billetes de avi¨®n, ni a la m¨¢s modesta carrera de taxi. Siendo as¨ª que la casi totalidad del personal de servicio en La Zarzuela, desde limpiadoras a jardineros o conductores (489 personas de 507), recibe la integridad o el grueso de sus remuneraciones directamente del Estado, que don Juan Carlos no halla entre su correspondencia mensual ning¨²n recibo de la luz, el agua, el gas o el tel¨¦fono, ni ¡ªpor supuesto¡ª tampoco ha de sufragar coste alguno de seguridad, se deduce de ello que el Monarca y su entorno inmediato est¨¢n libres de la mayor parte de los dispendios a que debe hacer frente cualquier familia, rica o pobre.
En tales condiciones, la decisi¨®n de la Casa del Rey de hacer p¨²blico el desglose de los 8,4 millones de euros que recibe anualmente de los Presupuestos Generales del Estado y, dentro de eso, de asignar al Monarca y al Pr¨ªncipe de Asturias unos "sueldos" de 292.752 y de 146.375,5 euros, respectivamente, resulta un ejercicio de transparencia comprensible en la actual coyuntura, pero bastante artificioso. S¨ª, ha quedado claro que el Rey cobra casi 10 veces menos que ¡ªpor ejemplo¡ª el presidente de Bankia, Rodrigo Rato, y que el heredero no alcanza ni a la mitad de los emolumentos de un alto directivo bancario, pero ello no refleja en absoluto los verdaderos costes econ¨®micos de la Monarqu¨ªa.
La historia no guarda registro de que, entre los Borbones espa?oles, haya existido ning¨²n Luis II el Federalista ni ning¨²n Fernando VIII el Plurinacional, pongo por caso
Cuesti¨®n distinta es si esos costes resultan caros o no. Personalmente, y recordando cierta boda celebrada en El Escorial en 2002, tiendo a pensar que una presidencia republicana en manos de nuevos ricos que, adem¨¢s, s¨®lo tendr¨ªan cuatro u ocho a?os para disfrutar de la p¨²rpura resultar¨ªa seguramente m¨¢s ostentosa y m¨¢s onerosa. Y luego est¨¢n los costes pol¨ªticos. Imaginemos, desde una perspectiva catalanista, c¨®mo podr¨ªa ser una Tercera Rep¨²blica Espa?ola dominada por el bipartidismo espa?olista PP-PSOE. Un r¨¦gimen a cuya primera magistratura aspirasen, como culminaci¨®n de sus brillantes hojas de servicios al Estado, un Gregorio Peces-Barba, un Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar L¨®pez, un Jos¨¦ Bono Mart¨ªnez, un Federico Trillo-Figueroa¡ No acabo de ver a ninguno de ellos esforz¨¢ndose por hablar en catal¨¢n durante un discurso oficial, menos a¨²n siendo capaces de prescindir de sus filias y fobias ideol¨®gicas.
Ciertamente, la historia no guarda registro de que, entre los Borbones espa?oles, haya existido ning¨²n Luis II el Federalista ni ning¨²n Fernando VIII el Plurinacional, pongo por caso. Pero, como consecuencia de las experiencias biogr¨¢ficas acumuladas a lo largo de las tres ¨²ltimas generaciones, los miembros principales de la familia reinante s¨ª han adquirido una prudencia, un comedimiento, un sentido de la neutralidad institucional en sus intervenciones y actitudes p¨²blicas; esa flema au dessus de la m¨ºl¨¦e con la que don Juan Carlos encaj¨® recientemente las tesis independentistas de un Alfred Bosch o los planteamientos del representante de Amaiur, por ejemplo, mostrando m¨¢s cintura que cualquier pol¨ªtico al uso.
Gracias tanto a la especializaci¨®n gen¨¦tica como a la educaci¨®n, la anta?o llamada sangre azul ha desarrollado un instinto de preservaci¨®n din¨¢stica, unos criterios de discreci¨®n y de cautela en las conductas que, seg¨²n todos los indicios, no pudieron ser inoculados a algunos miembros sobrevenidos del c¨ªrculo familiar. Quiz¨¢ por eso durante tantos siglos, y hasta hace apenas 50 a?os, los royals s¨®lo se casaban entre ellos.
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