Sinceridad, pasi¨®n, emoci¨®n
Miguel Poveda refrend¨® en el Auditori lo que se sab¨ªa de ¨¦l: que es un cantaor de los m¨¢s grandes
Miguel Poveda.? Auditori, Barcelona, 12 de enero.
Si alguien hab¨ªan dudado en alg¨²n momento que Miguel Poveda llegar¨ªa a lo m¨¢s alto, tras el concierto en el Auditori barcelon¨¦s tendr¨¢ que cambiar radicalmente de opini¨®n. Poveda est¨¢ ah¨ª, en lo m¨¢s alto, por m¨¦ritos propios y gracias a casi dos d¨¦cadas de trabajo duro y riguroso.
Miguel Poveda refrend¨® todo lo que ya se sab¨ªa de ¨¦l: como cantaor es uno de los m¨¢s grandes, pocos (casi podr¨ªa decirse que ninguno) a¨²nan como ¨¦l tradici¨®n y contemporaneidad, y cuando da un paso lateral convierte la copla en una m¨²sica viva o puede cantar a Maria Merc¨¨ Mar?al con un sentimiento desgarrador (aunque tantos a?os viviendo en Sevilla traicionen un poco el acento). Se meta donde se meta, Poveda sabe imponerse y llevar al p¨²blico consigo.
El Auditori se llen¨®, no pod¨ªa ser de otra manera, de p¨²blico y de entusiasmo. Poveda jugaba en casa pero no se dej¨® arrastrar por lo f¨¢cil. Irrumpi¨® con un martinete estremecedor y ya dej¨® claro con ese primer canto en solitario que no iba a ser una velada de complacencia. En el segundo tema, rodeado por sus m¨²sicos, se desabroch¨® la chaqueta y, con un gesto tan sencillo, pareci¨® romper todas las ataduras. La frialdad del inmenso Auditori desapareci¨® totalmente y Poveda le cant¨® al o¨ªdo a cada uno de sus espectadores. Imposible pedir m¨¢s.
Cuando parec¨ªa haberlo dado todo, Miguel Poveda inici¨® un segundo concierto de tanto calado o m¨¢s que el primero. Joan Albert Amarg¨®s, al piano, se encarg¨® de tender un puente lleno de calor mientras Poveda se cambiaba de chaqueta. Se les uni¨® Chicuelo, en vena a todo lo largo de la velada, y la copla m¨¢s tradicional se convirti¨® en un volc¨¢n en la voz de un Poveda en estado de gracia.
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