Caba?as para el pensamiento
Una exposici¨®n en el Centro Jos¨¦ Guerrero muestra los refugios art¨ªsticos de algunos importantes creadores del siglo XX
En los bosques de Skjolden, en el interior invernal de Noruega, Wittgenstein busc¨® un refugio del mundo hace m¨¢s de cien a?os. Tal vez s¨®lo pretend¨ªa quedarse totalmente aislado, escuchar el silencio de los ¨¢rboles y el silbido del viento para encontrar un sentido a las cosas en un tiempo tan complejo como el de hoy. Para ello, el fil¨®sofo construy¨® con sus propias manos una caba?a de madera en la que iba a profundizar en su pesimismo. ¡°All¨ª intensific¨® sus sufrimientos mentales y morales, estimul¨® su intelecto, reflexion¨® sobre la necesidad de amor y tambi¨¦n acerca de la rudeza radical con la que rechazaba esa necesidad¡±, ha escrito Enrique Vila-Matas sobre aquellos d¨ªas en la vida del pensador austriaco, que fue profesor en Cambridge.
Tal vez exista una relaci¨®n estrecha entre los refugios del pensamiento y los propios pensamientos, entre los escenarios en los que trabaja un artista y las obras que son el resultado de una combinaci¨®n de m¨²ltiples factores. El Centro Jos¨¦ Guerrero de Granada alberga hasta el pr¨®ximo 12 de febrero la exposici¨®n Caba?as para pensar, en la que analiza una serie de ejemplos de arquitecturas ¨ªntimas, de cub¨ªculos o refugios para la reflexi¨®n de 11 creadores esenciales de la modernidad: los fil¨®sofos Ludwig Wittgenstein y Martin Heidegger, los compositores Edvard Grieg y Gustav Mahler, el dramaturgo August Strindberg, los escritores Knut Hamsun, George Bernard Shaw y Virginia Woolf, el poeta Dylan Thomas, el cineasta Derek Jarman, y, por ¨²ltimo, el explorador y escritor Thomas Edward Lawrence, m¨¢s conocido como Lawrence de Arabia.
La exposici¨®n se adentra en la relaci¨®n de los escritores, fil¨®sofos y artistas con sus espacios de creaci¨®n, una materia que siempre ha fascinado a los estudiosos de la literatura y de la est¨¦tica. La muestra es un proyecto de Eduardo Outeiro que a su vez parte de un libro anterior sobre la misma materia.
Los autores escogidos por Outeiro tienen en com¨²n haber creado una parte de sus obras en caba?as. ¡°El entorno escogido por todos ellos para el desarrollo de su creatividad se reduce a una m¨ªnima expresi¨®n arquitect¨®nica inmersa en la mayor¨ªa de los casos en una naturaleza a veces exuberante y otras agreste o minimalista¡±, explica Outeiro, que considera que el nexo de uni¨®n entre ellos es sin duda la vuelta a un ¡°cierto primitivismo consciente¡±, que resultaba m¨¢s sencillo de llevar a cabo a finales del siglo XIX que en la actualidad.
Caba?as para pensar analiza una serie de ejemplos de arquitecturas ¨ªntimas y esenciales a trav¨¦s de un conjunto de fotograf¨ªas realizadas en los lugares en los que est¨¢n emplazadas estas construcciones, adem¨¢s de sus planos arquitect¨®nicos correspondientes, maquetas y documentaci¨®n diversa como, por ejemplo, una selecci¨®n de herbarios de cada uno de los lugares en los que est¨¢n situadas la caba?as.
No cuesta trabajo imaginar a Dylan Thomas en Laugharne, en Gales, con una botella de alcohol, delirante y entre papeles en un invierno angustiante, al igual que tampoco es complicado relacionar a Mahler y a sus creaciones con la sobriedad de su refugio en el lago Steinbach, en Austria. A la orilla de un embarcadero, sobre la hierba, con dos ventanas cl¨¢sicas mirando cada una a un lado del mundo, la m¨²sica debi¨® surgir de cualquier parte.
De la exposici¨®n uno sale con algunas certezas y con muchas dudas. ?Era necesario alejarse del estilo de vida urbano para afrontar esas creaciones? El americano Henry David Thoreau cre¨® su caba?a Walden precisamente para ello, para completar una vuelta al eremitismo espiritual. ¡°Deseo vivir del modo m¨¢s profundo, extrayendo de la vida todo el jugo posible¡±, escribi¨®.
Otra cuesti¨®n decisiva es si realmente el lugar donde se escribe la obra influye profundamente en el ritmo, la estructura y el contenido. ¡°La caba?a es una b¨²squeda de una intimidad esencial por parte de su inquilino, una intimidad apartada que le sirve como un cambio de orientaci¨®n vital y que implica dos fines complementarios: un retorno al origen y un retorno a uno mismo¡±, explica Outeiro.
Caba?as para pensar propone, por un lado, ejemplos radicales de la necesidad por parte de los autores de establecer una relaci¨®n entre la intimidad m¨¢s esencial y la creaci¨®n, como son los casos del emplazamiento y arquitectura de las caba?as de Ludwig Wittgenstein o August Strindberg, muestras extremas de austeridad y econom¨ªa de medios, pero tambi¨¦n ofrece un contrapunto m¨¢s heterog¨¦neo con respecto a la relaci¨®n con el medio como podr¨ªa ser el caso de la caba?a del cineasta Derek Jarman, quien a?ad¨ªa a su reclusi¨®n voluntaria causada en parte por su enfermedad, el cuidado del jard¨ªn adyacente a la construcci¨®n, zona en la que, seg¨²n algunas de sus m¨¢s estrechas amistades, era f¨¢cil distinguirle en mono de trabajo dando forma a su entorno, convirti¨¦ndolo en una extensi¨®n amable de su propia reclusi¨®n.
Otras veces, como en el caso de la escritora brit¨¢nica Virginia Woolf, no se trata tanto de retrotraerse hacia un mundo natural y primigenio, sino, simplemente, de la b¨²squeda de una privacidad perteneciente ¨²nica y exclusivamente al creador. ¡°Una mujer debe tener dinero y una habitaci¨®n propia si va a escribir ficci¨®n¡±, escribi¨® Woolf en su ensayo Una habitaci¨®n propia, que cobra especial relevancia si la aplicamos a la caba?a que utilizaba durante los veranos la autora para desarrollar su trabajo.
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