La secesi¨®n de los ricos
"La concentraci¨®n de riqueza se ha estado produciendo en las sociedades democr¨¢ticas y con un proyecto de Estado de bienestar"
Los ricos son cada vez m¨¢s ricos. Esto no es ninguna novedad. Como dec¨ªa san Vicente Ferrer (seguramente con mayor conocimiento de causa que cualquier agencia de rating), la avaricia va i v¨¦, per¨° mai es det¨¦. La novedad es que la concentraci¨®n de riqueza se ha estado produciendo en las sociedades democr¨¢ticas y con un proyecto de Estado de bienestar.
Aunque la informaci¨®n no abunde ¡ªy la opacidad es una astucia de los verdaderamente ricos: ocultar su identidad, el volumen real de su fortuna y eludir la luz p¨²blica¡ª, los datos son irrefutables: el periodo de crecimiento econ¨®mico registrado desde mediados de los a?os noventa no se tradujo en una mejora de las rentas del empleo. Muy al contrario: la desigualdad salarial apenas cambi¨® y los activos se concentraron en manos de los hogares m¨¢s pudientes.
En concreto, m¨¢s del 78% del valor de las propiedades inmobiliarias diferentes a la vivienda principal, casi un 88% del valor de los negocios por cuenta propia y m¨¢s del 92% del valor de las acciones, est¨¢ en manos del 20% de los hogares m¨¢s ricos. El 5% m¨¢s rico tiene el 31% de la riqueza, el 22% de las viviendas, el 57% de la riqueza financiera y el 22% de la renta. Son datos publicados en 2008 por el VI Informe FOESSA sobre la exclusi¨®n y el desarrollo social en Espa?a.
Este crecimiento (y sus consecuencias) vino en volandas de una ideolog¨ªa neoliberal que promov¨ªa la desregularizaci¨®n y la liberalizaci¨®n. Y lo hac¨ªa con una promesa: la riqueza generada, como la lluvia fina, acabar¨ªa empapando a todo el mundo. Era cuesti¨®n de esperar un poco. Pues bien, lo que el 99% sabemos hoy es que lo que ha llegado es un vendaval que arrasa nuestras condiciones de vida y las de nuestros hijos, que lastra el futuro de esta sociedad, y que, por si fuera poco, nos obliga a pagar los platos rotos.
El segundo mito sostiene que hay que tratar con indulgencia a las grandes fortunas, porque las riquezas por ellas generadas no solo son leg¨ªtimas, sino que revertir¨¢n en la econom¨ªa productiva y esta inversi¨®n redundar¨¢ en el bienestar general. Por ello, seguramente, durante este periodo se eliminaron tipos impositivos, la econom¨ªa sumergida se multiplic¨® por cuatro y el gasto social fue a la baja. No hab¨ªa que molestarles, no fuera caso que abandonaran el pa¨ªs, buscando los refugios que ofrece una econom¨ªa globalizada. La experiencia ha mostrado que, como los cuervos, han cogido los granos del sembrado (l¨¦ase econom¨ªa productiva) para colocarlos en inversiones especulativas y en para¨ªsos fiscales. Los t¨¦cnicos del Ministerio de Hacienda vienen mostrando en sus rigurosos informes que la econom¨ªa sumergida se sit¨²a en torno al 23% del PIB; y que la evasi¨®n fiscal de las grandes fortunas, corporaciones empresariales y grandes empresas alcanz¨® los 42.711 millones de euros en 2010. La impunidad consolida los comportamientos defraudatorios.
?Qu¨¦ paisaje moral ha quedado despu¨¦s de todo? Esta es una cuesti¨®n crucial, ya que una sociedad tambi¨¦n consiste en un entramado ¡ªfr¨¢gil¡ª de compromisos, contratos y consensos morales, como la ¡°confianza¡±. Pues bien, los medios de comunicaci¨®n muestran cada d¨ªa los humores que desprende el campo de batalla: avaricia sin mesura, fascinaci¨®n por el dinero f¨¢cil y rechazo a todo impuesto. El objetivo de acumulaci¨®n sin l¨ªmites ha tenido dos efectos: la secesi¨®n moral de los ricos (no tienen ninguna deuda social, ninguna obligaci¨®n, ninguna responsabilidad personal, todo se lo deben a s¨ª mismos) y la complicidad (a veces, indignada) de quien les idolatra.
La tarea econ¨®mica es tit¨¢nica, la pol¨ªtica, gigantesca, pero la regeneraci¨®n moral no es menos acuciante. Algunos (muy pocos, es verdad) de los que componen ese 0,1% de grandes ricos en EE UU o en Francia han dicho que quieren contribuir a buscar salidas. ?Por qu¨¦ no cunde el ejemplo por estas tierras? Quienes padecemos los recortes, no curaremos nuestras heridas, pero podr¨ªamos consolarnos al menos pensando que no utilizan esta crisis para ir a¨²n m¨¢s lejos: para desmantelar el Estado de bienestar.
Antonio Ari?o es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la Universitat de Val¨¨ncia.
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