Consumidores
Recientemente sindicatos, asociaciones de comerciantes y de consumidores han convocado una manifestaci¨®n en Bilbao para mostrar su rechazo a la libertad de horarios comerciales. Se puede entender la postura de los dos primeros colectivos: defienden sus intereses econ¨®micos, aunque sea a costa de la libertad de los dem¨¢s. Lo que no se entiende es qu¨¦ hace una asociaci¨®n de consumidores sum¨¢ndose al entuerto: es asombroso que apoye la limitaci¨®n de los derechos de esos consumidores a los que dice defender.
No se sabe qu¨¦ intereses hay detr¨¢s, qui¨¦n adopta esas decisiones, qu¨¦ categor¨ªa de consumidores elige a los representantes de los consumidores. Cuando la asociaci¨®n apoya p¨²blicamente la limitaci¨®n de apertura de comercios se opone al inter¨¦s, a los derechos y a la conducta de centenares de miles de personas que compran en grandes superficies, tiendas de amplios horarios o en esos formidables comercios que rigen laboriosos orientales. Y cuando airean el argumento de que la sociedad ¡°ni demanda ni necesita¡± que se abra en festivos ser¨¢ que cuentan con poderes sobrenaturales, porque sus encuestas, con porcentajes estalinistas de adhesi¨®n (casi un 100%), no son cre¨ªbles en una sociedad alfabetizada. Por cierto, no se ha o¨ªdo protestar a la asociaci¨®n de consumidores por las coacciones e insultos que han sufrido muchas personas al ir de compras en domingo y encontrarse con una tropa vociferante que los insultaba y coaccionaba s¨®lo por ejercer un derecho reconocido en la ley.
Es curioso: si se tiene clara la mayor¨ªa social en contra de la libertad horaria, ?por qu¨¦ se pide la prohibici¨®n? Qu¨¦ mejor que permitir la apertura para que sus defensores queden en evidencia. Por desgracia, los druidas de la cosa desconf¨ªan de nuestra conducta, y eso que, seg¨²n dicen, les apoyamos casi el 100%. Convendr¨ªa adem¨¢s que los medios de comunicaci¨®n cuidaran la redacci¨®n informativa al abordar estos conflictos: que determinada oficina est¨¦ en contra de la libertad horaria no significa que ¡°los consumidores¡± tambi¨¦n lo est¨¦n. El mundo est¨¢ lleno de personas que hacen compras al margen de lo que diga la asociaci¨®n que jura representarlas. Quieren hacerlo, pueden hacerlo, deben hacerlo, sin que nadie les amenace, les insulte o les abuchee.
La democracia contempor¨¢nea est¨¢ amenazada por una constelaci¨®n de grupos de presi¨®n que detentan, mediatizan, retuercen, manipulan y falsifican la voluntad de los ciudadanos, y lo hacen sin que estos los conozcan, ni los elijan, ni los quieran elegir o conocer. En esto los pol¨ªticos, con todos sus defectos, mantienen una legitimidad radical. Los pol¨ªticos se someten al escrutinio p¨²blico, en los medios y en las urnas. Son criticados, cuestionados, censurados, a veces vapuleados. A los pol¨ªticos, s¨ª, los elegimos. A esos otros no. Por eso en democracia, mal que les pese, se representan a s¨ª mismos. A nadie m¨¢s.
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