"Le dije que no quer¨ªa trabajar y me peg¨® un pu?etazo en la cara"
Ioan Clamparu, 'Cabeza de Cerdo', est¨¢ acusado de cuatro delitos de prostituci¨®n, uno de menores En el juicio que hoy ha comenzado una testigo asegura que todos sab¨ªan que ten¨ªa 17 a?os Tras obligarla a abortar le introdujeron un algod¨®n en la vagina para que siguiera prostituy¨¦ndose
Andrea, nombre ficticio asignado a la ¨²nica testigo protegida en el juicio que esta ma?ana se inici¨® en la Audiencia Provincial de Madrid contra el rumano Ioan Clamparu, m¨¢s conocido como Cabeza de Cerdo, considerado por la polic¨ªa como el principal capo del tr¨¢fico de mujeres en Europa, ha narrado el 'infierno' que vivi¨® en 2000, cuando un conocido, de nombre Mijhail, le pag¨® un billete para ir a trabajar de camarera en Espa?a. ¡°Me llevaron a un piso de Carabanchel Alto, al lado de un cuartel¡±. All¨ª viv¨ªan dos chicas m¨¢s, y una de ellas hac¨ªa de jefa. ¡°Me acuerdo que le dije a Monika que no quer¨ªa dedicarme a eso¡±. Pero no le hicieron caso. Al d¨ªa siguiente de llegar de Rumania, Andrea fue trasladada en taxi a la Casa de Campo y all¨ª le dijeron que ten¨ªa que prostituirse. ¡°No me qued¨® otra¡±, ha asegurado esta mujer con una voz dominada por el miedo, que entonces ten¨ªa 17 a?os, y que esta ma?ana acudi¨® a la Audiencia totalmente tapada y con gafas de sol para no ser identificada por los miembros de la banda. ¡°El segundo d¨ªa le dije a Clamparu que no quer¨ªa trabajar de prostituta y me peg¨® un pu?etazo", ha explicado esta mujer que durante su declaraci¨®n hablaba con una voz apenas audible.
Clamparu era el jefe de la organizaci¨®n criminal dedicada a la prostituci¨®n que en 2000 obligaba a prostituirse a m¨¢s de un centenar de mujeres rumanas en la Casa de Campo (Madrid). Ejerc¨ªa este control por la fuerza y ayudado por otros hombres de la banda. Con palizas continuas a las mujeres, que en su mayor parte llegaban a Espa?a con pasaportes falsos y enga?adas. En busca de un puesto de trabajo. Las captaba en su pa¨ªs de origen, Rumania, y al igual que Andrea trasladaba a todas las mujeres a Espa?a con la promesa de que iban a trabajar de camareras, seg¨²n las testigos del juicio que ayer se celebra en la Secci¨®n 3? de la Audiencia contra Clampanu. Este hombre, de 43 a?os, ya ha sido condenado por un tribunal de su pa¨ªs de origen a trece a?os de c¨¢rcel, y en Espa?a se enfrenta a una pena de 28 a?os de prisi¨®n como presunto autor de cuatro delitos de prostituci¨®n, un quinto de prostituci¨®n de una menor, y el ¨²ltimo por obligar a esa menor a abortar.
Pero la realidad que viv¨ªan las mujeres prostitutas era muy distinta: una semana despu¨¦s de llegar a Espa?a la banda las obligaba a trabajar en la madrile?a Casa de Campo a la fuerza. De diez de la noche a cinco de la ma?ana. Si se negaban o trataban de escaparse, era Clampanu, quien con sus casi dos metros de altura y una complexi¨®n muy fuerte asestaba las palizas a las mujeres, que sent¨ªan aut¨¦ntico "miedo" a Clamparu, que fue detenido en Espa?a sin su banda a finales del a?o pasado.
En esta primera jornada de la vista oral, tambi¨¦n han declarado dos de las mujeres que seg¨²n la fiscal¨ªa fueron obligadas a prostituirse por los miembros de la organizaci¨®n criminal. Sus testimonios han puesto de manifiesto la realidad de explotaci¨®n de estas mujeres: "Si yo s¨¦ que me obligan a abortar no me voy a Espa?a", ha asegurado Andrea, que tambi¨¦n explic¨®: "Todos sab¨ªan que era menor de edad".
Clamparu era uno de los fugitivos m¨¢s buscados por Interpol y por la Polic¨ªa Nacional, un criminal rumano que mont¨® un negocio de prostituci¨®n en la Casa de Campo y lo dirigi¨® sin que apenas ninguno de sus centenares de empleados llegara a verle la cara. Su negocio comenz¨® en Rumania en el a?o 2000, seg¨²n el Ministerio Fiscal. All¨ª captaba mujeres para trasladarlas a Espa?a. Cuando llegaban a Madrid las llevaban a un piso ocupado por una o dos madames, les quitaban el pasaporte y les ense?aban su nuevo lugar de trabajo, la Casa de Campo, seg¨²n la polic¨ªa.
Clamparu, reclamado tambi¨¦n por Ruman¨ªa e Italia por delitos de tr¨¢fico de seres humanos y de narcotr¨¢fico, obsesion¨® durante a?os a la polic¨ªa espa?ola y europea, que lo busc¨® denodadamente hasta que se entreg¨® ¨¦l mismo a finales de septiembre alegando que estaba cansado de vivir en la clandestinidad. La polic¨ªa, sin embargo, defiende que estaba presionado porque su imagen hab¨ªa sido difundida en el canal de las Fuerzas de Seguridad en internet y su nombre estaba incluido en la lista de los fugitivos m¨¢s buscados.
Las cartas sobre la mesa del tribunal
La estrategia de la defensa de Ioan Clamparu pasa por demostrar que este no ten¨ªa nada que ver con la red de prostituci¨®n de mujeres rumanas. Y que no oblig¨® a la menor, identificada con el nombre ficticio de Andrea, a abortar en una cl¨ªnica madrile?a. Por eso ley¨® tres extractos de cartas que supuestamente hab¨ªa escrito la joven y que est¨¢n incluidas en la causa. El primero dec¨ªa: "Soy consciente de que no me puedo permitir tener un hijo y mucho menos con esta profesi¨®n de prostituta que tengo". El segundo tambi¨¦n se refer¨ªa al aborto: "Desde que he hecho esto no puedo dormir por las noches con un ni?o que me pregunta por qu¨¦ lo he matado". Y la tercera: "Solo Dios sabe que no he querido matarlo". Con estos textos, el abogado de Clamparu intent¨® demostrar que la menor no hab¨ªa sido obligada a abortar. La fiscal interrumpi¨® la lectura alegando que las citas estaban "fuera de contexto", algo que rechaz¨® el tribunal.
Tambi¨¦n declararon tres de los empleados de la cl¨ªnica madrile?a en la que presuntamente se realiz¨® el aborto ilegal. En todos los casos, tanto la trabajadora social como el psic¨®logo y el ginec¨®logo negaron que la menor fuera coaccionada en su presencia para que interrumpiera el embarazo: "Siempre que detectamos la m¨ªnima duda por parte de la mujer le decimos que se lo piense mejor", asegur¨® el psic¨®logo del centro sanitario madrile?o.
Asimismo, la defensa interrog¨® repetidamente a los agentes sobre si hab¨ªan visto a Clamparu controlar o pegar a las mujeres. En todos los casos la respuesta fue negativa.
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