Una amplia gama de verdes
Bajo la bandera ecologista conviven sensibilidades distintas: desde los convencidos de que el mundo necesita un giro ambiental, a los partidarios del ¡®ecochic¡¯ En el d¨ªa a d¨ªa, Madrid ofrece sitio a cada uno para sus aspiraciones
Jaime Braschi se?ala el jard¨ªn. ¡°?Qu¨¦ jard¨ªn: esas malas hierbas?¡±, pregunta el periodista. Jaime, un ejecutivo de 63 a?os vestido con un formal cardigan, se frota el ment¨®n ante la evidencia de que su interlocutor no entiende nada. ¡°Nosotros no aceptamos el t¨¦rmino malas hierbas¡±, suspira. ¡°Dejamos crecer las plantas que salen, no las bonitas¡±.
Hace fr¨ªo en el huerto urbano de la asociaci¨®n Esta Es Una Plaza, en Lavapi¨¦s. Unas 20 personas se re¨²nen en el solar, cedido por el Ayuntamiento para iniciativas sociales. Cultivan hortalizas ecol¨®gicas y cuidan frutales pero, sobre todo, practican ¡°una forma verde de pasar el d¨ªa¡±. Por encima de la decena de coles que cosechar¨¢n esa tarde, su objetivo es no usar el coche, no necesitar consumir para divertirse, aportar cada uno las peladuras de su cocina para el abono. Filosof¨ªa del decrecimiento, lo llaman.
¡°En verano es m¨¢s espectacular¡±, insiste Jaime delante de las hierbas desfallecientes sobre el bancal hacia el que apunta. Explica que son plantas de crecimiento espont¨¢neo que necesitan poca agua. Las cuida un rato m¨¢s y se marcha en su bici de paseo.
A muchos de los ecologistas que alimentan este reportaje les preocupa que su movimiento sea tratado como un estilo de vida m¨¢s. No creen que se les pueda comparar con quien se ti?e el pelo de azul o colecciona sellos: ni tendencia ni hobby, repiten, sino un acto de responsabilidad por encima de consideraciones est¨¦ticas y ¡ªadmiten¡ª alguna incomodidad. Sin embargo, la impresi¨®n tras recorrer las distintas opciones ecol¨®gicas de Madrid es que se trata de un movimiento lo suficientemente el¨¢stico como para abarcar desde el compromiso con alternativas anticapitalistas a posturas m¨¢s livianas, centradas sobre todo en los h¨¢bitos saludables. Todos los grises caben en la paleta verde.
Blanca y Emma representan la militancia ecologista m¨¢s sesuda. Agr¨®nomas las dos, se sientan en el bar Amador de Fresnedillas de la Oliva, el pueblo en el que viven, piden el men¨² y discuten horas sobre la pol¨ªtica agraria europea. Participan de un grupo de consumo con 20 personas y su argumentario se basa en que los supermercados han triturado la vida del agricultor y que comer seg¨²n qu¨¦ cosa es peor que mascar chicles de uranio. Tampoco son amigas de los clich¨¦s: ¡°?Qu¨¦ los productos ecol¨®gicos son caros? Si incluyes los precocinados que dejas de comprar, no tanto¡±; ¡°?Que el compromiso exige mucho tiempo? Y si no es en comer, ?en qu¨¦ quieres gastarlo?¡±.
Cuatro cifras verdes para Madrid
- La ciudad de Madrid dispone de 250 kil¨®metros de carril bici, contestados por los ecologistas.
- La capital contabiliza casi 13.000 recipientes para vidrio, papel y envases.
- Existen 115 puntos limpios en 97 municipios de la Comunidad.
- El valle de Lozoyuela alberga un programa piloto de energ¨ªa limpia (a partir de astillas) que abastece a 1.600 familias de la comarca
Los objetivos de un grupo de consumo pueden parecer homog¨¦neos, pero no lo son. Antes de formar el suyo, Blanca y Emma participaron en una ronda de debates m¨¢s complicada que las de la Organizaci¨®n Mundial del Comercio: ?el objetivo es evitar la pi?a con nitratos o favorecer a los apicultores de Zarzalejos? Unos grupos est¨¢n centrados en la salud, otros en el impacto ambiental, en las condiciones de trabajo¡ En el caso de las dos amigas, lo esencial es mantener vivo el medio rural, y con eso no se refieren al ¡°parque tem¨¢tico de lo rural¡±. Parece que iniciativas como la suya comienzan a ser fruct¨ªferas: seg¨²n el Comit¨¦ de Agricultura Ecol¨®gica de la Comunidad de Madrid, se pasaron de 90.000 kilos de producci¨®n ecol¨®gica en 1996, a casi tres millones en 2010, y eso significa puestos de trabajo.
Pedro Mart¨ªnez, de 60 a?os, due?o de Conservas Cachopo, en Colmenar de la Oreja, es un ejemplo de productor ecol¨®gico. Se convirti¨® en 1995 cuando le diagnosticaron c¨¢ncer. ¡°No le echo la culpa directamente a los pesticidas, pero quise pasar p¨¢gina¡±, cuenta. Tras unos a?os duros, cultiva con ¨¦xito 50 hect¨¢reas. El mercado se abre a lo verde y la demanda le ha permitido que sus hijos se unan a la empresa. Entre sus logros, el primer cocido madrile?o ecol¨®gico.
Uno de los pilares de la filosof¨ªa ecologista es que el esfuerzo dedicado al trabajo medioambiental no sabe a desperdiciado. Da fe de ello Mar¨ªa Jes¨²s Barrios. Una visita a su jard¨ªn le hace al perezoso suspirar por un mundo completamente asfaltado. Su jard¨ªn lo recorre un entramado hidrol¨®gico que deja al del Canal de Isabel II en pa?ales. En la c¨²spide, un tanque almacena mil litros de lluvia, despu¨¦s una red de invisibles tuber¨ªas recorre el terreno para alimentar la piscina ecol¨®gica (sin cloro y con cubierta para su calefacci¨®n), el estanque con dos docenas de peces japoneses, y terminar reinvirtiendo todo el l¨ªquido en el riego. Como complemento: frutales y huerto alimentados con compostadora. ¡°Nuestro principio es que el jard¨ªn trabaje. Esto es un ecosistema y cada cual, que haga lo suyo¡±. ?Qu¨¦ quiere decir eso? Lombrices para que aren la tierra, hojas ca¨ªdas que sirven de abono¡ As¨ª contado, puede parecer que el suyo es el patio de la familia Monster, pero nada m¨¢s all¨¢: luce cuidado.
Eso s¨ª, para entender bien a Mar¨ªa Jes¨²s es necesario un poco de contexto. Vive en Rivas. All¨ª, a 15 kil¨®metros de Madrid, no son defensores de la ecolog¨ªa; son gladiadores de la ecolog¨ªa. Cuentan con m¨¢s de la mitad de compostadoras dom¨¦sticas de la Comunidad (unas 2.000); con sus paneles solares producen el 30% de su consumo y aspiran a ser la primera poblaci¨®n en neutralizar las emisiones de C02 en 2030.
?Y en el lado menos sacrificado del movimiento? El mercado se ha empe?ado en demostrar que, para ser verde, no hay que vestir como un campesino andino. La sofisticaci¨®n va en aumento. Por ejemplo, la firma-bazar ecol¨®gica Verding vende por internet lencer¨ªa de bamb¨² (habr¨¢ a quien le excite) y no en vano la dise?adora Stella McCartney hace ropa ecofriendly. Estas iniciativas satisfacen la demanda de los que el mercado de EE UU identifica con el acr¨®nimo ingl¨¦s Lohas: los consumidores que ubican lo social y ecol¨®gico como prioridad. Se estima que valen 220.000 millones de euros. Despectivamente, el grupo se podr¨ªa resumir como j¨®venes profesionales liberales que van de vacaciones a Gab¨®n y conducen un h¨ªbrido Toyota Prius. Muchos especialistas hablan de la tentaci¨®n que bolsas de mercado de ese tipo representan para las marcas que intentan hacerse un lavado de cara verde, pero lo que s¨ª es innegable es que el ecologismo es uno de los sectores que mejor capea la crisis.
El cliente concienciado prefiere renunciar antes a otras cosas que a sus principios, confirman desde la asociaci¨®n Vida Sana, organizadores de la feria de productores ecol¨®gicos BioCultura. En 2011 pasaron de la Casa de Campo al IFEMA, y en la edici¨®n de 2012 ir¨¢n a un pabell¨®n m¨¢s grande. Tambi¨¦n rubrican la relativa buena salud del sector ¡ªeso s¨ª, a a?os luz de lo que ocurre en otras capitales europeas y en Barcelona: en comparaci¨®n con ellas, Madrid todav¨ªa est¨¢ muy verde¡ª en el complejo Ecocentro. Empez¨® en 1993 con un peque?o restaurante y un comercio de productos ecol¨®gicos para ¡°producir todo para cuidar el cuerpo y la mente¡±. Ahora ocupa dos manzanas frente a los campos de golf de Canal y hasta tiene una hospeder¨ªa en Gredos en la que ¡°descansar sin olvidar la faceta ecol¨®gica¡±, explican. Venden cosm¨¦ticos, principios esenciales y libros de reflexolog¨ªa. En sus estanter¨ªas se pueden encontrar algas (llamadas estrat¨¦gicamente espaguetis de mar) pero tambi¨¦n comida usual, hasta patatas fritas. Productos adelgazantes especial vientre plano y zonas rebeldes hablan de unos principios muy lejanos a los que animan a los anticonsumistas, anticapitalistas y prodecrecimiento de Esta Es Una Plaza en Lavapi¨¦s. Todos coinciden en que no quieren pesticidas, pero se miran con suspicacia desde los extremos de la paleta verde.
?Qu¨¦ es un grupo de consumo?
Aquellos que deciden cambiar su alimentaci¨®n transforman, a la vez, su forma de consumir. Hay tres niveles de implicaci¨®n: compra individual en tiendas de productos ecol¨®gicos, compra en conjunto a trav¨¦s de un grupo de consumo autogestionado, y el cultivo y recogida de alimentos en cooperativas o huertos. En Madrid hay actualmente alrededor de 50 grupos de consumo que re¨²nen cada uno a entre 10 y 50 personas. Este ¨²ltimo es el caso del grupo de consumo de la ONG Ecologistas en Acci¨®n, que lleva m¨¢s de nueve a?os poniendo en contacto a cooperativas y consumidores familiares.
Los que deciden entrar en un grupo de consumo prefieren tratar directamente con el productor en lugar de ir a un supermercado convencional. Es decir, compran su lechuga, queso, pan o pollo sin intermediarios. Los grupos generan una relaci¨®n de confianza con el proveedor que facilita la negociaci¨®n de fechas de entrega, pedidos m¨ªnimos o grandes remesas de productos de temporada. El precio de los alimentos var¨ªa, pero se puede conseguir una cesta con seis kilos de verduras de temporada desde 13,67 euros. La carne ecol¨®gica va desde los seis euros por kilo hasta los 38 que cuesta el solomillo. Yogures, desde 2,58 euros por 500 gramos; y quesos a partir de cinco euros el medio kilo.
El sello ecol¨®gico es una garant¨ªa de que el producto fue producido respetando el medio ambiente. Sin embargo, para los grupos que conocen personalmente al agricultor o al ganadero, los certificados no son un requisito esencial para comprarle sus productos. Algunos peque?os agricultores no cumplen los requisitos o tienen problemas con la burocracia asociada al proceso, que a veces retrasa dos a?os el acceso a los certificados. Por esta raz¨®n las asambleas del 15-M crearon un certificado participativo, que, seg¨²n ?rsula, coordinadora de su web de consumo, "va m¨¢s all¨¢ del sello ecol¨®gico, porque te garantiza que el productor, aparte de a la calidad de sus alimentos, se comprometa a promover una condici¨®n laboral justa para sus empleados y a crear formas de distribuci¨®n que eviten la contaminaci¨®n".
Hay algunas p¨¢ginas de referencia de grupos de consumo de Madrid, como Bajo el Asfalto est¨¢ la Huerta o Grupos de Consumo Agroecol¨®gico, en las que se pueden encontrar directrices para poner en pie uno, as¨ª como un mapa de proveedores recomendados.
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