Antes de que el tiempo lo borre
¡°Ma?ana, todos ser¨¦is negros¡±, anunci¨® el escritor James Baldwin. Santa raz¨®n, Jimmy. Lo somos
El t¨ªtulo no es m¨ªo sino del hermoso libro que en 2003 public¨® Javier Baladia, heredero de un legado cultural y vital formidable, nada menos que el de Teresa Mestre, la Ben plantada de Eugeni d'Ors, entre otras figuras se?eras de dos sagas fenomenales, la paterna y la materna, en las que sobresalen las damas. As¨ª Isabel Llorach, la Hort¨¨nsia Portell de Vida privada, novela de Sagarra, una de las se?oras de la cultura europea, burguesa de d¨ªa y bohemia de noche. Dos damas olvidadas, al igual que sus caballeros, j¨®venes provincianos que llegaron a ser eruditos y pol¨ªglotas, modernos empedernidos y empresarios de ¨¦xito sin que la mezcla les resultara dif¨ªcil. Algo parecido al mundo en el que ten¨ªa depositadas sus esperanzas el Jay Gatsby de Scott Fitzgerald en Estados Unidos por aquellos a?os veinte, y que tampoco termin¨® bien. Males de amor, clasismo soberbio y destructor, grandes cambios, una guerra tremenda. Una ciudad en transformaci¨®n y luego en destrucci¨®n. El libro se tradujo despu¨¦s al catal¨¢n y hoy es un documental que lleva m¨¢s de un a?o en sala, lo que pocos filmes ind¨ªgenas, documentales o no, pueden decir. Con gui¨®n de Victoria Bermejo y del propio Baladia, producida por Marta Figueras, la cinta est¨¢ dirigida por Mireia Ros, esa potente mujer que vaya usted a saber por qu¨¦ no cuenta como deber¨ªa entre los valedores ind¨ªgenas del cine a pesar de haber hecho pel¨ªculas nada despreciables.
Antes de que el tiempo lo borre, el filme reconstruye. Re¨²ne el imaginario de una treintena de familias burguesas de Barcelona, tan discretas que sus nombres no son conocidos fuera de sus c¨ªrculos. Da lo mismo, al menos a m¨ª me da lo mismo. Me parece comprender su discreci¨®n, su secretismo si se quiere, ante el alcance de lo que unos de sus ancestros construyeron y otros destruyeron. No se pasa por una guerra y una posguerra sin m¨¢s. Sus archivos fotogr¨¢ficos y cinematogr¨¢ficos, reunidos y seleccionados para la pel¨ªcula, reviven sobre todo el tiempo de los bisabuelos, cuando entre f¨¢bricas y luchas obreras, familias de r¨ªgido control e inventos prodigiosos, la ciudad de Barcelona se puso en pie con un trap¨ªo de aqu¨ª te espero. Antes de que el tiempo lo borre, constatan que si bien sus herederos acabaron puli¨¦ndoselo todo sin importarles un pimiento el postor, sus mayores no cre¨ªan plausible ni tolerable medrar sin contribuir a la vida de la comunidad. Para mejor dejarse ver y lucir la mayor¨ªa, claro; pero porque unos cuantos de ellos y de ellas cre¨ªan que eso les hac¨ªa mejores y que por eso les correspond¨ªa lograr que la ciudad fuera mejor.
El caso no es espec¨ªfico de Barcelona ni de lo catal¨¢n ni de lo ib¨¦rico
Aunque, ?qui¨¦n puede en verdad recordarlos? A no ser que les hagan una serie de tele o unos cuantos best sellers, en papel o electr¨®nicos, el tiempo lo borra todo a velocidad implacable. Cuarenta a?os de dictadura no ayudan, menos a¨²n si la amnesia ¡ªpuerta abierta a la impunidad¡ª es la receta para seguir adelante. El caso no es espec¨ªfico de Barcelona ni de lo catal¨¢n ni de lo ib¨¦rico. He seguido de cerca los avatares culturales de mi tiempo, agradezco lo nuevo y adoro lo viejo, me he quemado las pesta?as leyendo a los mayores, he escrito sobre Rodoreda y sobre Bu?uel, y le¨ª en su momento el libro de Baladia. Pues oiga, ya hab¨ªa olvidado los nombres de Teresa Mestre y de Isabel Llorach, me sonaron nuevos durante la proyecci¨®n, y, al salir, ya hab¨ªa olvidado los de sus caballeros m¨¢s o menos andantes, y eso que ya les digo que estamos hablando de tipos de envergadura. Poco es percibido, a veces nada. No es un caso espec¨ªfico barcelon¨¦s ni catal¨¢n ni ib¨¦rico. Es cosmopolita.
Esta velocidad del olvido, esta desaparici¨®n de las cosas trae a mi memoria (alguna me queda) las palabras del escritor norteamericano James Baldwin en los sesenta o puede que en los setenta: ¡°Ma?ana, todos ser¨¦is negros¡±. Santa raz¨®n, Jimmy. Lo somos. No sabemos ni podemos saber de d¨®nde venimos, o sea que menos a¨²n podemos conocer no ya ad¨®nde vamos sino simplemente qui¨¦nes somos. Para hacerlo m¨¢s evidente, la crisis. Las im¨¢genes del filme resultan tan ex¨®ticas como las m¨¢scaras africanas que llegaron a Europa hace un siglo en modernos aviones. Y aqu¨ª estamos, sin saber d¨®nde colgarlas ni poder comprender que, cuando la industrial Ramona Soler ardi¨® en ira al saber que la mujer de su heredero Jaume hab¨ªa sido pintada por Casas y loada por D¡¯Ors como la Ben plantada, y eso llev¨® a Teresa Mestre a huir de Matar¨® y exiliarse, algo muy profundo se quebraba en lo que podr¨ªamos ser. Bueno, nos queda un libro y una peli. Dos preciosas m¨¢scaras africanas, por suerte.
Merc¨¨ Ibarz es escritora.
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