El Bar¨®n Rojo de Casarrubios
Guillermo Parodi, primer espa?ol en la carrera de Reno, nos da un paseo en su avi¨®n
Ocho aviones zumbando en el desierto de Nevada. Una velocidad de 500 kil¨®metros por hora a diez metros del suelo. Los pilotos con los dientes apretados y un calor asfixiante. La certeza de que una maniobra brusca implica un choque en cadena. Parece dif¨ªcil reproducir lo que se siente en la centenaria carrera de Reno, pero Guillermo Parodi, el primer espa?ol que se ha clasificado para ella, est¨¢ dispuesto a hacer un intento y subirnos a su avi¨®n.
El regalo tiene algo de s¨¢dico. Basta precisar que el avi¨®n de Parodi el a?o pasado dio las vueltas de calentamiento al circuito de Reno, pero no pudo competir por culpa de un accidente de ¨²ltima hora. Accidente con todas las letras: un Mustang P-51 conducido por un piloto de 74 a?os se precipit¨® contra el p¨²blico dejando una veintena de muertos. No falt¨® una circunstancia para hacer el suceso m¨¢s dram¨¢tico. El avi¨®n incluso cay¨® sobre la grada de paral¨ªticos.
Como la cita no puede ser en Nevada, lo mejor parece situarla en el aer¨®dromo de Casarrubios. El escenario tiene no poco de des¨¦rtico. Incluso se presenta una rapaz para sobrevolar las pistas vac¨ªas. La ambientaci¨®n far west dura hasta que al p¨¢jaro lo espanta el ruido de un autogiro con dos ocupantes que ascienden pedaleando en un t¨¢ndem volador. Entonces aparece el avi¨®n de Parodi en el horizonte. Aterriza, se abre la cabina y junto al piloto sale Silvia, responsable del equipo, vestida con un mono de piloto y las u?as pintadas de rosa.
El avi¨®n en el que vamos a volar no es el mismo con el que compite Parodi, sino en uno m¨¢s pesado que se confeccion¨® para entrenar. ¡°Tard¨¦ cinco a?os en construirlo¡±, cuenta. El de Reno es un Cassut que descansa en San Luis Obispo, California.
Mientras Guillermo se prepara para despegar de nuevo, ?lvaro, ingeniero del equipo, enchufa el ordenador a una cajita negra en la cabina. Se llama inercial y sirve para recabar datos como velocidad o posici¨®n de las alas. Es un invento de la empresa de Parodi, UAV Navigation. ¡°Hac¨ªamos aviones no tripulados que sirven para incendios, defensa o localizar bancos de atunes¡±, explica ?lvaro. ¡°Luego incorporamos nuestra tecnolog¨ªa a los aviones de la Red Bull Air Racing¡±. Del Air Racing, una serie de 12 pruebas acrob¨¢ticas por todo el mundo, su invento pas¨® a las Motos GP. Las m¨¢quinas de Stoner o de Rossi est¨¢n equipadas con ella.
Empieza el vuelo
Antes de subir al avi¨®n, unas breves indicaciones de seguridad. Para abrir boca, Silvia avisa de que en la cabina se soportar¨¢ por momentos una fuerza de tres o cuatro G (medida que viene a ser la de tres o cuatro veces el propio peso). ¡°Es posible que pierdas la vista unos segundos¡±, dice. Le siguen unas ¨²tiles recomendaciones contra el v¨®mito. A continuaci¨®n el piloto explica qu¨¦ hacer en caso de caer en un sembrado y que la nave se incendie.
Como sobrevolamos un campo de cultivo, lo peor ser¨ªa que un p¨¢jaro se nos metiera en la h¨¦lice y la parara
Los accidentes son escasos, pero ocurren. En 2010 Alex McLean, leyenda de la aviaci¨®n acrob¨¢tica espa?ola, se estrell¨® en un entrenamiento en Casarrubios. Unos ¨²ltimos consejos. ¡°Como sobrevolamos un campo de cultivo, lo peor ser¨ªa que un p¨¢jaro se nos metiera en la h¨¦lice y la parara¡±. El periodista busca que le reconforten: ¡°Pero no se te habr¨¢ parado nunca la h¨¦lice, ?no?¡±. Parodi lo hace a su manera: ¡°Solo una vez, pero se arregl¨®¡±.
Mientras el avi¨®n calienta motores, el piloto se ata un bloc con instrucciones a la pierna izquierda y las va siguiendo para encender todos los comandos de la nave. ¡°No es que no me lo sepa, pero el primer paso para un accidente es confiarse¡±, dice. El avi¨®n despega y Parodi va explicando c¨®mo en Reno los aviones dan vueltas en torno a los postes que delimitan el circuito. ¡°Tomemos ese arbusto como si fuera uno de los postes¡±, propone. Ladea el avi¨®n, se lanza en picado sobre el arbusto y se acerca a ¨¦l hasta que se pueden contar las hojitas. Cuando el final parece cerca, vira y vuelve al cielo.
Parodi asegura que fue uno de esos ni?os fascinados por el vuelo que hacen cohetes con p¨®lvora negra. Ahora el mantenimiento y los viajes le cuestan unos 50.000 euros al a?o. Se financia ¨¦l las carreras con el patrocinio de Toro Loco. Este verano est¨¢ convencido de que se sacar¨¢ la espina de Reno. Luego explica que la peculiaridad de la carrera estriba en que es la ¨²nica en la que todos los aviones compiten a la vez. Deben darle seis vueltas al circuito y gana el que cruce primero la meta. Los aviones m¨¢s grandes, como los jets o los ilimitados (aeronaves de la II Guerra Mundial modificadas) inician la carrera desde el aire, cuando ante una se?al se lanzan todos en picado. En la categor¨ªa de Parodi, los f¨®rmula 1, comienzan a competir desde que arrancan en el suelo.
Tras un primer giro, un segundo y un tirabuz¨®n a 350 kil¨®metros por hora. Cabeza abajo, los tres G de la aceleraci¨®n se parecen a tener un piano sobre la cabeza. Sin embargo, al aterrizar y bajarse bamboleando del avi¨®n no se pueden esperar demasiadas felicitaciones por el hero¨ªsmo demostrado. "Los pilotos de acrobacias soportan hasta 12 G", reventar¨¢ Silvia al llegar a tierra cualquier esperanza de medalla.
Parodi asegura que fue uno de esos ni?os fascinados por el vuelo que hacen cohetes con p¨®lvora negra
Pero antes de aterrizar, una pasada final cinco metros por encima del cemento de la pista. ¡°Imagina esto en el circuito 200 kil¨®metros por hora m¨¢s r¨¢pido, rodeado de pilotos que son leyendas¡±, dice Guillermo. Mientras apaga el motor y se levanta las gafas a lo Top Gun, repite una idea de la que ya ha hablado. ¡°En estas pruebas participa gente con ganas de hacer algo, adictos a la adrenalina que buscan un reto. Algo m¨¢s all¨¢ del d¨ªa a d¨ªa¡±.
En tierra espera ?lvaro, nervioso. ¡°?Hab¨¦is visto el incendio?¡±. Se refiere a una masa de humo negro sobre la que Parodi ha planeado unos minutos antes. ¡°Es que hace un rato que no vemos el autogiro¡±, explica ?lvaro. El redactor piensa que no tiene ninguna gana de presenciar el nacimiento de nuevos m¨¢rtires de la aviaci¨®n, pero toca una carrerita hacia la humareda. Afortunadamente a medio camino aparece un hombre bigotudo a bordo de un quad. ¡°No es nada, solo rastrojos¡±, dice. Es Marcelino, guardi¨¢n de las instalaciones. ¡°Por cierto, contigo quer¨ªa yo hablar¡±, le dice a Guillermo. ¡°Me diste el otro d¨ªa cuatro pasadas que me espantaste toda la caza¡±, se queja con una sonrisa. Guillermo se encoge de hombros. Gajes de tratar con aguerridos pilotos.
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