Lo ¡®smart¡¯ y las ganas de comer
Si los ¡®smartphones¡¯ o los casinos se comieran, no habr¨ªan suscitado el fren¨¦tico entusiasmo que nos ha azotado estos d¨ªas
Es una pena que ni los smartphones ni los casinos y centros de convenciones se puedan comer. Esta insistente idea me ha asaltado esta semana, insoportablemente mon¨®tona en lo que se refiere al culto al dinero y a la felicidad de pl¨¢stico y en lo que respecta a las propuestas ad hoc ¡ªd¨®nde encontrar dinero¡ª para superar esto que llaman crisis y que produce en nuestras ¨¦lites una disfunci¨®n grave entre la imaginaci¨®n y la vida real.
Si los smartphones o los casinos se comieran, no habr¨ªan suscitado el fren¨¦tico entusiasmo que nos ha azotado estos d¨ªas. Ciudad de prodigios hasta el fin, el delirio por lo smart ¡ªphones o casinos¡ª confirma que nuestras clases pensantes y actuantes son adictas a la fantas¨ªa cuento de la lechera: ?resultado de las escuelas de negocios?
No soy enemiga de los m¨®viles ¡ªingenios liliputienses dignos de exhibirse en un museo¡ª, pero llamarlos smartphones es una cursilada. La ¨²ltima novedad smart ya es frikismo: en una de esas minipantallas pueden seguirse hasta ?seis partidos de f¨²tbol al mismo tiempo! Todo un desaf¨ªo al perezoso ojo humano y a la evoluci¨®n de la especie. ?Hurra!
Por lo que respecta al superbusiness de convertir El Prat en Las Vegas, se trata de canjear la peque?a huerta barcelonesa por un plato fuerte de cemento, neones y basura multidimensional. No suelo coincidir con los ultrapuritanos que se escandalizan por todo, pero me temo que los corifeos del modelo Las Vegas no han puesto nunca su pie all¨ª. En menos de 24 horas, Vegas/USA me ofrecieron una precisa idea del infierno, el mal gusto y lo abominable (ni monjas y curas de mi infancia lo hab¨ªan logrado). S¨¦ que nuestros aguerridos negociadores hacen lo que pueden por salvarnos la vida, pero me pregunto de d¨®nde van a sacar tantos congresistas y les animo a considerar estrat¨¦gicos y smart los campos de patatas y lechugas que a¨²n nos quedan.
Hay quienes creen que
?Es que nuestros avanzados dirigentes no comen? Debe de ser lo m¨¢s moderno y, adem¨¢s, solidario. Mil millones de personas en el mundo, seg¨²n la FAO (informe de su director, enero 2012), ¡°no tienen cubiertas necesidades de alimentaci¨®n y nutrici¨®n¡±. ?Es ese el destino que nos preparan los l¨ªderes smart? ?Quieren que vivamos de casinos y phones? Si as¨ª fuera, nuestra ¨¦poca ir¨ªa en contra de todo lo hecho a lo largo de la historia humana: el delirio no tiene fronteras para quienes tenemos a¨²n el privilegio de comer caliente cada d¨ªa.
Hasta en eso nos podemos equivocar: la FAO explica que ¡°se pierde o desperdicia en todo el mundo una tercera parte de los alimentos producidos cada a?o¡±, unos 1.300 millones de toneladas de comida. De esa cantidad, en los pa¨ªses desarrollados ¡ªnosotros a¨²n¡ª un 40% de las p¨¦rdidas se concentran en el comercio y el consumidor. Puro despilfarro. Es lo que pasa cuando se trasladan toneladas de comida de una a otra parte del mundo y un oligopolio global organiza la producci¨®n mundial de alimentos y el petr¨®leo que los transporta.
Pronto un huerto propio ¡ªlocal¡ª ser¨¢ garant¨ªa de supervivencia. Pero los l¨ªderes smart, que nos alimentan con platos fuertes de tecnolog¨ªas+casinos, desconocen la imperiosa necesidad real del huertecillo de patatas. Aqu¨ª los llamamos somiatruites, expresi¨®n oportuna para esa casta no muy inteligente que ignora tal obviedad. Tal es el caso, por ejemplo, de quienes creen que el problema son los salarios y los trabajadores, nunca los empresarios, los altos funcionarios, y toda la fauna que, tradicionalmente, copa los mejores lugares en el escaparate del poder local que es, ?ay!, el Liceo.
A ellos se dirige, sin duda, el exdirector de Interm¨®n Ignasi Carreras cuando les advierte (en La Vanguardia el 17 de febrero) de que ¡°ser responsable es rentable¡±. Educar a estas ¨¦lites en lo real es muy dif¨ªcil: el Plan Estrat¨¦gico de Barcelona lo intenta hace d¨¦cadas. Su interesante informe sobre Tend¨¨ncies mundials (enero 2012) les asegura que el futuro, independientemente del ciclo econ¨®mico, est¨¢ en ¡°ciudadanos m¨¢s cr¨ªticos, m¨¢s inquietos, m¨¢s libres, m¨¢s sabios¡¡±, justo lo que hoy ya existe y se ignora. Y doran la p¨ªldora con la guinda: ¡°En definitiva, la tendencia son los smart citizens no las smart cities¡±. ?Guau!
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