Un golfo tierno
La juez llev¨® poco a poco a Guerrero a su terreno para obtener la m¨¢xima informaci¨®n
Una mantis religiosa que seduce a su presa, la engatusa, juguetea con ella, la deja hablar, explayarse incluso, bromear, sentirse como en casa. Hasta que en silencio y de un tajo limpio, le corta la cabeza. Es la met¨¢fora precisa de c¨®mo la juez Mercedes Alaya abri¨® los brazos a Javier Guerrero para que durante tres d¨ªas este le contara sus andanzas y tropel¨ªas. Fueron 20 horas m¨ªticas, excepcionales y reveladoras en las que el personaje se sinti¨® a gusto y confiado, trufando certezas, mentiras y medias verdades.
Hasta la escena final, en la que con 20 letrados expectantes, la juez, vestida de blanco de pies a cabeza, le dio el auto de prisi¨®n al secretario judicial y este al abogado de Guerrero. Por unos instantes, nadie le habl¨® a Guerrero, que ya hab¨ªa entendido que saldr¨ªa esposado. La juez presenci¨® impert¨¦rrita la breve escena y no pronunci¨® palabra. Los abogados animaron al acusado: "Es cuesti¨®n de d¨ªas", le dicen. Entonces ella abandon¨® la sala sin haberle mirado durante esos escasos minutos. Se acab¨® la qu¨ªmica.
Desde el primer instante, Alaya hab¨ªa dejado hablar a Guerrero para que tomara confianza en su asiento de acusado. En los recesos, ambos compartieron animadas charlas y hasta risas, ante la estupefacci¨®n de los presentes. El inculpado no dej¨® una sola pregunta sin contestar. Locuaz, divirti¨® a una sala pendiente de la eterna lista de delitos que implicaban sus aseveraciones. "Cuando sal¨ªamos por las tardes, yo ped¨ªa un gin-tonic y el ch¨®fer una coca¡ coooola", cont¨® arrastrando la o y jugando con la confesi¨®n de su exconductor, que dijo haber gastado 900.000 euros en fiestas y coca¨ªna.
Nadie que haya conocido a Guerrero puede dejar de sentir s¨ªndrome de Estocolmo. Posee un inmenso don de gentes que funciona como apisonadora sobre los graves desmanes que cometi¨® durante una d¨¦cada. En solo tres d¨ªas se meti¨® en el bolsillo a una veintena de abogados. Hasta los letrados de las acusaciones que pidieron su ingreso en prisi¨®n sintieron cierta angustia al imaginarle esposado. Hay un dato revelador: tras dar supuestamente una p¨®liza ilegal de 200.000 euros a su suegra y recibir 60.000 del exch¨®fer, Guerrero est¨¢ casi en bancarrota. La investigaci¨®n no ha acreditado que posea un gran patrimonio. El personaje combin¨® una generosidad extrema con una desastrosa y arbitraria gesti¨®n de 647 millones en fondos p¨²blicos. Su exmujer recordaba c¨®mo siendo alcalde quer¨ªa ayudar a familias necesitadas de su pueblo a costa de la econom¨ªa familiar.
La esquizofrenia de su comparecencia ha combinado unos argumentos jur¨ªdicos implacables con su forma de ser cautivadora. Guerrero es extremadamente afable, un piropeador incansable con las mujeres, y siempre lleva la sonrisa puesta. Esto explica su mano izquierda para lidiar con grandes crisis econ¨®micas y mediar entre sindicatos y empresarios. Pero claro, tampoco sab¨ªa (ni quiso) decir que no. A nadie. Y durante a?os todos los personajes corruptos de la trama le hac¨ªan la ola porque obten¨ªan beneficios il¨ªcitos: en forma de p¨®lizas ilegales, ayudas millonarias a empresas sin justificaci¨®n alguna, influencia y poder en torno al PSOE andaluz, etc. "?Usted cree que una persona de la capacidad intelectual que yo tengo puede ser cocain¨®mano y alcoh¨®lico?", inquiri¨® a Alaya.
En cambio, la juez hizo el esfuerzo inverso a Guerrero. Durante los primeros d¨ªas aparc¨® su car¨¢cter incisivo y controvertido e hizo gala de una cortes¨ªa extrema con el acusado. Tambi¨¦n con los letrados, a pesar de que las tensiones son habituales en su juzgado, y no solo a trav¨¦s de escritos. Todo eran buenas palabras y la correcci¨®n fue extrema (a la juez solo se le escap¨® un "co?o" durante su interrogatorio). Finalmente, Alaya entreg¨® su auto con la ristra de delitos y las sonrisas se esfumaron.
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