Tiempo de exigencia
Nos hallamos ante un nuevo tiempo, como afirman nuestros pol¨ªticos, y as¨ª es. ETA ha dejado de matar, y este hecho, por razones obvias, marca una l¨ªnea radical entre un antes y un ahora, entre el pasado y el futuro en ciernes, ese futuro que germina ya en nuestras decisiones actuales. Sin embargo, no deja de sorprenderme que todos nuestros debates y pol¨¦micas se centren, casi de forma exclusiva, en lo que podr¨ªamos denominar una pugna por el pasado. Soy consciente de que en esa pugna por el pasado, la pugna por el relato, estamos en realidad tratando de asentar las bases de nuestro futuro pol¨ªtico, pero a veces tengo la sospecha de si esa, por otra parte necesaria e ineludible, competici¨®n por el pasado, no nos estar¨¢ haciendo olvidar determinados aspectos de nuestro presente que no debi¨¦ramos soslayar. Estoy b¨¢sicamente de acuerdo con la Propuesta para un nuevo tiempo del lehendakari. Son dos los puntos de la misma que han suscitado el recelo en algunos grupos parlamentarios y, uno de ellos en particular, la reacci¨®n airada de la izquierda abertzale. Los dos puntos en cuesti¨®n son el que la propuesta denomina ¡°nueva pol¨ªtica penitenciaria¡±, que ha despertado la suspicacia del PP, y el de la constituci¨®n de una ¡°ponencia especial para la convivencia¡±, que es la que ha provocado la reacci¨®n airada de la izquierda abertzale al verse excluida de la misma. Quiere estar en ella, y lo quiere para imponer su relato, esto es, para sancionar su victoria pol¨ªtica, que es al fin y al cabo la de las armas, y a la que no est¨¢ dispuesta a renunciar en ning¨²n caso. Estos son los objetivos que debiera culminar esa ponencia en palabras de la portavoz de IA Maribi Ugarteburu: ¡°Para conseguir la resoluci¨®n del conflicto, es necesario hacerlo en t¨¦rminos pol¨ªticos con el reconocimiento de Euskal Herria como naci¨®n y en el respeto del derecho de autodeterminaci¨®n, ejercicio que debe ser acordado entre todas las sensibilidades de este pa¨ªs¡±.
Ese ¡°debe ser acordado¡± m¨¢s parece indicar obligaci¨®n que deferencia, pues, en efecto, de otro modo no se entiende que deba ser acordado lo que ha sido acordado ya. Y aqu¨ª reside el n¨²cleo de ese reparo que opongo a nuestra obsesiva lectura del pasado. En su propuesta, all¨ª donde define ¡°el nuevo tiempo¡±, el lehendakari dice lo siguiente: ¡°La batalla principal ya la hemos ganado: hemos vencido a ETA. Y ahora toca derrotar las ideas totalitarias que le dieron soporte, y ganar la convivencia. Ahora toca asentar la libertad¡±. Naturalmente, estoy de acuerdo con la demanda del lehendakari de que haya que legalizar a Sortu. Pero el hecho de su legalizaci¨®n no excluye que debamos imponernos, e imponerles, un nivel de exigencia democr¨¢tica. All¨ª donde gobiernan, ofrecen ya s¨ªntomas evidentes de menosprecio de los h¨¢bitos democr¨¢ticos que han de regir en nuestras instituciones. Y ese es un futuro que no debemos ignorar. No es tratando de apaciguar a la fiera como mejor se la vence.
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