Segona part
Ocurri¨® hace algunos a?os pero tengo, como dicen los pol¨ªticos, la convicci¨®n moral de que si ocurriera hoy la reacci¨®n ser¨ªa la misma. Era verano y el Barcelona jugaba un partido amistoso en Oviedo o en Gij¨®n. Tanto la radiotelevisi¨®n p¨²blica catalana como la espa?ola iban a retransmitir el choque. En un incre¨ªble ejercicio de contenci¨®n del gasto p¨²blico (algo que el loado Paul Krugman habr¨ªa condenado hoy furiosamente), ambas televisiones llegaron al acuerdo de que una sola de ellas emitiera se?al para las dos.
Entonces fue la infamia, el desastre, el colmo de la vileza y de la humillaci¨®n: los espa?oles todos se vieron obligados a padecer, impresas en la pantalla, frases ininteligibles como "Primera part" o, cuando la moviola repet¨ªa una jugada, algo tan misterioso como "angle invers". La involuntaria exposici¨®n a la lengua catalana de brumosas pedan¨ªas castellanas, enormes poblachones extreme?os o las exclusivas terrazas de Serrano donde brilla la gomina, fue juzgada un¨¢nimemente como una provocaci¨®n. Al d¨ªa siguiente, la prensa daba cuenta de la justa ira del pueblo: la centralita de Televisi¨®n Espa?ola hab¨ªa quedado bloqueada por las protestas.
Esta semana el euskera ha sido homenajeado por primera vez en la Real Academia Espa?ola. El acto qued¨® devaluado por diversas circunstancias: el impulso de la iniciativa hab¨ªa partido de instituciones culturales vascas, no de la misma Academia, y el Gobierno de Navarra volvi¨® a realizar una de sus caracter¨ªsticas desapariciones, n¨²mero de magia que practica cada vez que algo concierne a esa lengua sospechosa. Las relaciones que se han trabado en el estado espa?ol con las lenguas perif¨¦ricas han sido un c¨®ctel de desprecio y de soberbia, alentado por un sustrato ideol¨®gico centralizador y centralista. Lo mejor ser¨ªa aprender la lecci¨®n en direcci¨®n contraria y no imputar al castellano los errores de algunos de sus hablantes, del mismo modo que el euskera no es responsable de la histeria pol¨ªtica (o de la sanguinaria conducta) de algunos de los suyos. En estas cuestiones, como en tantas otras, un cierto recurso al esc¨¢ndalo sacude inercias mentales: un d¨ªa me encontr¨¦ defendiendo la tesis, que fue recibida con hostilidad, de que el castellano, en Euskadi, al contrario de lo que supone en Catalu?a, no es ni ha sido nunca una lengua extra?a. Los vascos han hablado romance siglos antes que, por ejemplo, los granadinos. En cuestiones culturales, conviene manejar las titularidades con prudencia.
Ojal¨¢ los escandalizados televidentes, enfrentados al incomprensible mensaje que representa la leyenda "Primera part", sean capaces de aceptarla en el futuro con moderada indiferencia. Ni siquiera se les pide una fervorosa militancia, pero s¨ª la naturalidad con la que asisten, sin reacciones al¨¦rgicas, a la aparici¨®n de esos mismos letreros cuando vienen en ingl¨¦s.
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