¡®The end¡¯ para el cine de barrio
El Marvi proyect¨® reestrenos desde 1958. Luego fue bingo. Hoy, cerrado y a la venta, espera su fin
En los buenos tiempos hab¨ªa dos chicas en la taquilla, 18 acomodadores en el patio de butacas y cuatro personas en la cabina de proyecci¨®n. ¡°El jefe de cabina, dos ayudantes y un correturnos, para que nunca estuviese desatendida¡±, explica Ricardo Galve, uno de los due?os del antiguo Cine Marvi. La sala, inaugurada en 1958, proyectaba reestrenos a 10 pesetas la entrada. ¡°Creo que la primera pel¨ªcula que pusimos fue Los ¨²ltimos de Filipinas¡±, recuerda Galve. Hoy, este cine de barrio es una especie en extinci¨®n.
El edificio sigue en pie en la calle Cartagena, pero hace m¨¢s de 15 a?os que no es un cine. Desde entonces fue un bingo, y cu¨¢ndo estos cayeron en desgracia, cerr¨® del todo. Lleva un par de a?os vac¨ªo y en venta. ¡°Me llegaron a ofrecer 10 millones de euros por ¨¦l, pero ahora nadie pasa de cinco¡±, dice Galve, cuya familia pide siete millones por el inmueble. ¡°Si conseguimos venderlo, lo tirar¨¢n para hacer otra cosa¡±, dice sin pena en las tripas oscuras de la antigua sala. En el gallinero quedan butacas originales: eran azules, ahora las tapiza el polvo. Sobre el lugar donde estaba la pantalla de 220 metros cuadrados sobrevive un friso de escayola. Galve lo enchufa con la linterna: todav¨ªa se ve el dibujo de un ondulante rollo de pel¨ªcula. ¡°A la cabina no subimos¡±, dice, ¡°es un nido de palomas¡±.
La pel¨ªcula de este cine comienza con el herrero de Castrillo de Duero (Valladolid). Cuando muri¨®, su viuda march¨® a Madrid con los cinco hijos. Con el tiempo, los tres chicos ¡ªMariano, Vitorino y Sotero Arranz¡ª, montaron un taller de estructuras met¨¢licas. ¡°Les fue bien¡±, dice Galve, ¡°su empresa, Manufacturas Met¨¢licas Madrile?as, hizo con el arquitecto Muguruza el Valle de los Ca¨ªdos y cambi¨® toda la viguer¨ªa de madera de El Escorial por otra de hierro¡±. Tambi¨¦n fabricaron las enormes cerchas met¨¢licas que sujetaban los anfiteatros de muchos cines de la Gran V¨ªa como el Coliseum. ¡°Vieron que all¨ª hab¨ªa negocio y decidieron construirse uno¡±. Para entonces, Sotero hab¨ªa muerto en un accidente de tr¨¢fico, as¨ª que Mariano (suegro de Galve) y Vitorino usaron las primeras letras de sus nombres para bautizar al cine Marvi. Contrataron a Felipe Heredero y Carlos Sobrini, que llegar¨ªa a ser Premio Nacional de Arquitectura. La revista Arquitectura destac¨® la obra por su racionalidad y funcionalidad, y la claridad de sus formas y su funcionamiento. ¡°Estructuralmente no ten¨ªa nada que envidiar a los cines de la Gran V¨ªa¡±, dice Galve. ¡°El techo era de escayola ondulada para mejorar la ac¨²stica, las paredes de paneles de madera... Los arquitectos, que entonces eran dioses, hicieron lo que les dio gana, por ejemplo, estos modernismos¡±, dice enchufando con la linterna unas curiosas esculturas hechas con tuber¨ªas, tornillos y restos de la obra¡±.
Antiguo Cine Marvi
Autor. Felipe Heredero y Carlos Sobrini.
Obra. 1958.
Ubicaci¨®n. Calle Cartagena, 89. (Cartagena / Avenida de Am¨¦rica).
Funci¨®n original. Cine de restreno.
Funci¨®n actual. Tras convertirse en bingo, el edificio permanece cerrado y en venta (7 millones) desde hace varios a?os.
Para completar el negocio, en el s¨®tano hab¨ªa una sala de fiestas, el Cisne Negro (luego Carnaval). Cuentan que era un puticlub... ¡°Pero muy elegante¡±, subraya Galve, ¡°hab¨ªa 30 chicas y todas iban de largo¡±. Incluso cuando el cine llenaba sus 1.360 butacas (una de las cuales estaba reservada siempre para la polic¨ªa), el club daba ¡°cinco veces m¨¢s dinero¡± que la sala.
¡°A partir de los ochenta estos cines de barrio empezaron a desaparecer¡±, explica David S¨¢nchez, autor de Cines de Madrid (editorial La Librer¨ªa). ¡°No fueron v¨ªctimas del multicine, sino del v¨ªdeo y la televisi¨®n¡±. Apasionado de la arquitectura m¨¢s que del cine, S¨¢nchez suspira por un mundo que, a sus 35 a?os, no conoci¨®: ¡°Me mueve la nostalgia de las salas con ambig¨², con tres timbrazos antes de la pel¨ªcula, donde se daba propina y se fumigaba con Ozono-Pino¡±. ¡°La mayor¨ªa de aquellos cines de barrio se convirtieron en bingos, supermercados y aparcamientos o, simplemente los tiraron, en ese sentido el anfiteatro del Marvi es un lugar ¨²nico¡±. A Galve, de 74 a?os, que s¨ª vivi¨® el auge del reestreno y la sesi¨®n cont¨ªnua, ¡ªy que ha sido constructor y lavaplatos, abogado y due?o de gasolineras, empresario ecuestre y del carb¨®n¡ª no le va la nostalgia: ¡°En los negocios, como en la vida¡±, dice, ¡°hay que adaptarse a los tiempos¡±.
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