Gil, sin esperar a que escampe
No podr¨¢ decirse que el lehendakari, Patxi L¨®pez, sea un pol¨ªtico abonado a la suerte en sus acciones estrat¨¦gicas. M¨¢s a¨²n, inevitablemente se ha visto entregado a una lucha contra elementos propios y ajenos. Es ah¨ª donde se enmarca su resistencia al frente del Gobierno vasco ante una implacable campa?a de desgaste desde el nacionalismo, las heridas que le fue dejando la debilidad de Zapatero, el leg¨ªtimo intento de incorporarse con voz propia al debate de esa Euskadi en paz dentro de un inestable marco pol¨ªtico y, por si no bastara con el parte de guerra, le estalla en la familia la bomba del fraude fiscal contra el que viene ideol¨®gicamente batallando.
Quiz¨¢ sin tiempo para desprenderse de esta fatalidad, Patxi L¨®pez no ha podido exprimir la intencionalidad econ¨®mica que justificaba su reciente viaje a India, precisamente por los ecos medi¨¢ticos que le obligaban a responder por su relaci¨®n con las irregularidades tributarias de su cu?ado. Es solo el comienzo. Deber¨ªa hacerse a la idea el lehendakari, y junto a ¨¦l quienes le rodean, del calvario que le espera, precisamente ahora que ya se engrasan los preparativos de las elecciones auton¨®micas. Ahora bien, en su condici¨®n de m¨¢ximo responsable del PSE-EE, ?no deber¨ªa ya pedir explicaciones convincentes, imponer un criterio ¨¦tico en el comportamiento socialista y, por tanto, adoptar medidas ejemplarizantes?
Planteado el escenario de esta guerra abierta, parece intuirse sin esfuerzo que el n¨²cleo duro del PSE-EE pretende alojarse en el refugio del enroque bajo la creencia de que el incesante bombardeo devastador del caso Gil se ir¨¢ aminorando hasta su extinci¨®n. A la tesis ayudar¨ªa, previsiblemente, una favorable resoluci¨®n de la fiscal¨ªa negando cualquier atisbo de tr¨¢fico de influencias en las sumas de dinero recibidas por el cu?ado del lehendakari. Ahora bien, ?¨¦tica y pol¨ªticamente ser¨ªa suficiente?
Incluso, en esa coyuntura coger¨ªa m¨¢s aire la fundada tentaci¨®n socialista de transformar la sofocante escena de uno de sus dirigentes atrapado en la red de Hacienda mientras busca qui¨¦n le dio 400.000 euros para pagarse un chal¨¦, el caso Gil, en una implacable persecuci¨®n, obligada desde luego por higiene democr¨¢tica, de los autores intelectuales y materiales de la infame filtraci¨®n. Ahora bien, ?quedar¨ªa as¨ª compensada la irregularidad fiscal?
Inmerso en un necesario debate introspectivo, donde la revisi¨®n cr¨ªtica se impone aceleradamente para recuperar cuanto antes la credibilidad social perdida como as¨ª reflejan las urnas, los socialistas est¨¢n impelidos a actuar antes de que escampe. Y, especialmente, Melchor Gil a quien siempre le acompa?ar¨¢ una pesada mochila: la estela de su aturdido tr¨¢nsito por Hacienda, de la que solo se podr¨¢ desprender contando su verdad.
Sustentado, claro, por la inherente presunci¨®n de inocencia, y vilipendiado socialmente por la abominable filtraci¨®n en la plaza p¨²blica de sus irregularidades tributarias, este cualificado dirigente socialista debe calibrar hasta d¨®nde puede llevar el desgaste de su partido, precisamente en unos momentos tan cr¨ªticos para su suerte electoral. Desde una concepci¨®n de principio democr¨¢tico, todo contribuyente est¨¢ llamado a cumplir escrupulosamente con Hacienda y, por supuesto, a defenderse si es v¨ªctima de un error. Ahora bien, ?en qu¨¦ lado se situar¨ªa Melchor Gil?
Hacienda, y la Diputaci¨®n de Bizkaia por elevaci¨®n jer¨¢rquica, deben aclarar sin dilaciones c¨®mo es posible que los datos de un contribuyente sean espolvoreados con tanta facilidad, incluso con cierto ¨¢nimo alevoso para as¨ª evitar una inquietante indefensi¨®n en el ¨¢nimo del contribuyente y, de paso, negar la interpretaci¨®n pol¨ªtica que brota de inmediato, por obvia, en este caso.
Y queda para Melchor Gil posiblemente el ¨²ltimo gran servicio a su partido. Con independencia de que la justicia no le impute, deber¨ªa dar un paso al frente para evitar que su desgaste personal y pol¨ªtico cause da?os colaterales de indudable importancia, precisamente para que, una vez libre, pueda defenderse con m¨¢s legitimidad que la usada por quienes le han denigrado. Ahora bien, ?lo har¨¢ antes de que escampe?
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