Desenlace del siglo
Si alguna consecuencia (social y cultural, que no solo econ¨®mica) va a dejar esta crisis es la irrupci¨®n de gigantes como China, India o Brasil y, en paralelo, el derrumbe de Europa, con todas sus patrias dentro. A una Europa desdentada, dura de o¨ªdo, con rotura de cadera, marchita, envilecida, sin ilusi¨®n, ni ninguna pretensi¨®n que no sea defender los privilegios de las castas burocr¨¢ticas, se superpone una saludable revoluci¨®n: el acceso al consumo y al bienestar de cientos de millones de personas, en zonas del planeta ancladas en la miseria hasta hace poco.
Este fen¨®meno, que deber¨ªa ser motivo de alegr¨ªa, se contempla con rencor. La raz¨®n es miserable: hay gente que no solo detesta el acceso a los bienes de consumo, sino que, detest¨¢ndolo, no tiene reparo en disfrutar sus beneficios, pero exige que otros pueblos y culturas permanezcan al margen de tal contaminaci¨®n. La lucha contra la pobreza revela sentimientos ominosos cuando ante los progresos, parciales pero irrebatibles, de los pa¨ªses del Sur, algunos no solo no se alegran sino que cabecean con pesar. Qu¨¦ asco de continente: la historia ser¨¢ cruel con esta Europa decadente, hip¨®crita y enferma.
Nuestra defunci¨®n est¨¢ firmada, pero ese no es el problema. El problema es una China que crece sin referentes democr¨¢ticos. India y Brasil son democracias, imperfectas como todas, pero democracias, China, en cambio, es una dictadura, una dictadura inmune a las cr¨ªticas de la opini¨®n p¨²blica internacional y convertida en un mercado tan formidable que toda represalia econ¨®mica le parece una broma. La disoluci¨®n de Europa, que de pol¨ªtica y moral ya pasa a ser biol¨®gica, se compensa con democracias vitales y alegres, dotadas de mercados abiertos y libertad de opini¨®n. Pero China es otra cosa.
A mediados del siglo XXI el mundo habr¨¢ cambiado totalmente. Y el sentido de ese cambio depender¨¢ de lo que ocurra en China. El aumento del bienestar siempre liquida las tiran¨ªas: Portugal, Espa?a o Chile son buenos modelos. A¨²n m¨¢s, el mantenimiento de econom¨ªas reaccionarias (Cuba es el ejemplo m¨¢s penoso) responde, m¨¢s que a un ceniciento credo ideol¨®gico, a la certeza de que un pueblo pobre jam¨¢s reclamar¨¢ su libertad.
Con la conversi¨®n al capitalismo China da la espalda a la pobreza, pero falta saber cu¨¢ndo se producir¨¢ en ella un estallido de democracia. Una cultura sumisa, jer¨¢rquica, basada en la humillaci¨®n personal y en un patol¨®gico respeto a los superiores fue el perfecto hospedaje para el comunismo, y ese mismo sustrato cultural puede retardar, por mucho tiempo, el acceso a la libertad. El dilema del siglo XXI radica en descubrir si China llegar¨¢ antes a la democracia o la condici¨®n de potencia hegem¨®nica. Y en ese dilema se decide el futuro de nuestros nietos: si ser¨¢n, en el primer supuesto, honrosos camareros de los chinos. O si ser¨¢n, en el segundo, sus esclavos.
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