La Capilla Sixtina de la cer¨¢mica madrile?a
El antiguo tablao Los Gabrieles, a¨²n en obras, es un museo de la cer¨¢mica publicitaria de principios del siglo XX
Cuentan que en una de las cuevas del s¨®tano de la taberna Los Gabrieles, los se?oritos, en pelotas, hac¨ªan de toreros, y las prostitutas de toros. Los ¨²nicos testigos de la privad¨ªsima corrida eran los personajes alicatados en los azulejos del techo abovedado, unos murales con escenas taurinas creados en 1919 por el artista sevillano Enrique Orce. La cueva, llamada La Plaza de Toros, sigue all¨ª, bajo la calle Echegaray, aunque el bar lleva ocho a?os cerrado. Es una sala peque?a (unos 6 metros cuadrados) h¨²meda y en obras. Ha perdido los burladeros de escayola que adornaban la parte baja de sus paredes y sus bonitos azulejos ¡ªa¨²n sin restaurar¡ª est¨¢n cubiertos con una malla protectora y marcados uno a uno con un c¨®digo. En el azulejo en el que aparece la punta del cuerno del toro que se est¨¢ saltando la barrera se puede leer: ¡°S/1/D/158¡±, por s¨®tano, sala 1, panel derecho, pieza 158 del puzle. Este siglado es solo el principio del complejo proceso que ha supuesto restaurar el castizo bar flamenco que la historiadora del arte Natacha Sese?a, maestra de la cer¨¢mica popular, denomin¨® ¡°la Capilla Sixtina de la azulejer¨ªa madrile?a¡±. Son casi 300 metros cuadrados de azulejos, miles de piezas, la mayor¨ªa de 15 por 15 cent¨ªmetros, firmadas por maestros ceramistas como Enrique Guijo o Alfonso Romero.
La capilla est¨¢ cerrada, pero al contrario que en el s¨®tano donde est¨¢n las cuevas, en los muros pelados de su planta baja ya se han colocado los azulejos protegidos por Patrimonio, que se arrancaron para ser restaurados. Se trata de una colecci¨®n ¨²nica de la llamada ¡°Segunda edad de oro¡± de la cer¨¢mica mural, que, a finales del XIX y principios del XX, recre¨® de la mano de la arquitectura del color y de los historicismos arquitect¨®nicos el esplendor de los siglos XVI al XVIII. Esa segunda edad de oro dej¨® en Madrid obras emblem¨¢ticas como la Plaza de Toros de Las Ventas (1919), el Palacio de Vel¨¢zquez en el Retiro (1881-1884) o la farmacia Juanse (1924).?
En Los Gabrieles casi todos los murales son anuncios de bodegas como Domecq o Garvey que los propios bodegueros pagaban para figurar en la emblem¨¢tica taberna. El p¨²blico era selecto: contaba entre sus habituales con toreros como Belmonte (que, dicen, celebr¨® aqu¨ª una juerga durante 48 horas seguidas cuando se cort¨® la coleta), cantaores como Antonio Chac¨®n, artistas como Ignacio Zuloaga. En sus s¨®tanos se corrieron juergas flamencas Primo de Rivera y Alfonso XIII. Los anuncios parecen cuadros ¡ªde hecho algunos recrean, con gui?os vitivin¨ªcolas, obras de Goya o Vel¨¢zquez¡ª, pero son piezas cer¨¢micas pegadas con mortero a las paredes sobre una tela de malla azul cuyo t¨¦rmino t¨¦cnico es ¡°capa de intervenci¨®n¡±. La han colocado los restauradores y sirve para que, en caso de necesidad, si hubiese que arrancar los azulejos de nuevo, resultase m¨¢s f¨¢cil hacerlo. ¡°Arrancar¡¯ es tambi¨¦n un t¨¦rmino t¨¦cnico¡±, explica Eva Mart¨ªnez, historiadora del arte y una de las diplomadas en Restauraci¨®n que trabajaron en la obra, ¡°aunque suena un poco mal, se refiere a la extracci¨®n sistem¨¢tica y cuidadosa del azulejo de la pared¡±.
Los Gabrieles saltaron a los medios a finales de marzo cuando el edificio donde se ubica la taberna fue okupado para celebrar la Semana de lucha por una vivienda digna. Durante los d¨ªas que permanecieron all¨ª, los okupas ¡ªque reventaron un par de puertas pero no tocaron los azulejos¡ª invitaron al ceramista Adolfo Montes y grabaron un v¨ªdeo en el que este critica con dureza la rehabilitaci¨®n calific¨¢ndola de ¡°destrozo¡± (en el v¨ªdeo, el ceramista, que no es restaurador, aparece como miembro de Madrid, Ciudadan¨ªa y Patrimonio, pero su presidente se ha desmarcado de las declaraciones). ¡°No hac¨ªa falta arrancar los azulejos¡±, repite por tel¨¦fono Montes, ¡°y en todo caso, con la cer¨¢mica no hay tu t¨ªa, no se puede restaurar, es mejor reponer, encargar unos nuevos¡±.
ECRA, la empresa restauradora, muy molesta con el v¨ªdeo, disiente (avalada por la Direcci¨®n General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid, que supervis¨® la obra). ¡°El original es sagrado¡±, dice Abraham Rubio, su director. ¡°Poner un azulejo nuevo es mentir, un falso hist¨®rico; en restauraci¨®n siempre hay que usar materiales que se diferencien de manera t¨¦cnica del original y que sean reversibles... Y, el arranque, siempre traum¨¢tico, era aqu¨ª imprescindible¡±. Cuando los restauradores comenzaron su trabajo hace siete a?os, el edificio estaba apuntalado de oficio por el Ayuntamiento. ¡°Es un edificio t¨ªpico de la arquitectura madrile?a de finales del XIX, serio y sensato, pero se estaba cayendo¡±, cuenta Lorenzo Alonso, arquitecto de la rehabilitaci¨®n. ¡°Hubo que duplicar toda la estructura, habr¨ªa sido imposible hacerlo con los azulejos all¨ª¡±. El estudio del arquitecto ha realizado un po¨¦tico v¨ªdeo para conservar ¡°la memoria canalla del lugar¡± en el que se puede ver la desaparecida barra donde recib¨ªa la madame, la sala pintada de rosa media de torero donde despachaba Manolete y los p¨®steres desva¨ªdos de las habitaciones de las chicas.
Por su parte, los propietarios del edificio (un grupo de socios, algunos hermanos cuyo abuelo era el due?o del inmueble ya en la Guerra Civil) conservan un dossier fotogr¨¢fico, m¨¢s cient¨ªfico, que documenta todo el proceso de restauraci¨®n: c¨®mo estaban los azulejos cuando llegaron y c¨®mo se arrancaron y limpiaron (por detr¨¢s de argamasa, por delante, de mugre). Algunos se desalinizaron, porque las sales de las humedades hab¨ªan separado el esmalte del bizcocho; otros, rotos en pedazos, se ¡°reintegraron volum¨¦tricamente¡± con resinas y estucos. Luego todo se volvi¨® a colocar como un enorme rompecabezas (algunos paneles desordenados, porque as¨ª estaban originalmente). Ya en las paredes, se procedi¨® a la ¡°reintegraci¨®n crom¨¢tica¡±, es decir, se pintaron ¡°en fr¨ªo¡± (no en horno) las partes desconchadas. Donde faltaba directamente un azulejo entero, se encarg¨® uno en blanco y se pint¨® encima. ¡°As¨ª, el espectador no ve una laguna en el dibujo, pero no es una falsificaci¨®n¡±, dice Rubio.
Alumbrados por un potente foco de obra los murales relucen brillantes y coloridos, sin la p¨¢tina de humo y grasa de los casi 100 a?os que cumplen. En ellos hay escenas historicistas que recrean el Quijote, mucho folclore flamenco de toreros y gitanas y algunas figuras m¨¢s modernistas, como la p¨ªcara chica desnuda que con pelo de parra exprime jerez directamente de un racimo de uvas. Inolvidable el mural de Enrique Guijo en el que unos esqueletos bailan la rumba.
Los due?os, que han vendido el resto del edificio a un inversor que ha puesto en alquiler los pisos rehabilitados, conservan la propiedad de Los Gabrieles. No tienen planes concretos, ni fechas, sobre el futuro del local, pero esperan poder volver a abrir pronto ¡°la capilla¡± al p¨²blico.
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