La temporada de la ilusi¨®n
Los jugadores han bebido de Bielsa, pero no es menos cierto que ten¨ªan hambre de f¨²tbol
A pocas horas del desconsuelo, no es f¨¢cil ver las estrellas, salvo por efecto del golpe recibido. A unos d¨ªas, pocos, de disfrutar de la segunda oportunidad, la m¨¢s hist¨®rica, la m¨¢s enraizada, es f¨¢cil agarrarse al clavo de la esperanza por mucho que queme en estos momentos. Entre ambos p¨¦ndulos, y sin saber si la mano rojiblanca es capaz de agarrar el clavo y resistir el calor hasta dominarlo, hay un territorio para la ilusi¨®n que conviene mirar con la vista en el futuro y el retrovisor bien limpio. La temporada que est¨¢ punto de concluir ha sido la m¨¢s ilusionante desde la d¨¦cada de los ochenta, cuando los t¨ªtulos crearon un problema de tr¨¢fico fluvial en la r¨ªa por la presencia de dos gabarras.
La impronta de Marcelo Bielsa en los jugadores y la afici¨®n ha sido descomunal
Esta temporada ser¨¢ recordada como se recuerda una buena comida y cada vez que se habla de ella resucitan en el paladar los sabores y olores del guiso por mucho tiempo que intermedie entre la realidad y el recuerdo. Sin ning¨²n g¨¦nero de dudas ha sido la temporada del f¨²tbol, esa en la que el Athletic dio seis pasos de gigante en el desarrollo de su juego y esa en la que sus futbolistas dejaron de temer por igual a los rivales y a la pelota. Esa en la que se asisti¨® a combinaciones fulgurantes, al saboreo del bal¨®n como el mejor amigo del futbolista y no el peor visitante para el anfitri¨®n. Esa en la que la selecci¨®n espa?ola se pobl¨® de jugadores rojiblancos, tanto en la absoluta como en la sub 21, y que en breve pueden ser protagonistas de una Eurocopa que invada de nuevo sus vitrinas.
Una temporada en la que el civilismo ha sido la nota predominante de un equipo que jam¨¢s se ha quejado de los ¨¢rbitros, que ha asumido sus errores con la misma mesura que sus fracasos, que su entrenador que huye de los focos y los micr¨®fonos pero se hace cordial por las calles y callejuelas de la provincia, ha desatado la locura m¨¢s sana que jam¨¢s se hab¨ªa vivido en Bizkaia. La impronta de Bielsa ha sido absoluta en los aficionados y la influencia en los jugadores, descomunal. Se le nota al t¨¦cnico argentino molesto con la no consecuci¨®n de los objetivos que consideraba al alcance de la plantilla e insiste una y otra vez en su grado de responsabilidad. No es una t¨¢ctica, sino un sentimiento y una reflexi¨®n. Pero los resultados en el f¨²tbol tienen mucho que ver con el raciocinio, pero en la misma medida est¨¢n afectados por la causalidad. Por m¨¢s que se objetiven los goles en el ¨²ltimo minuto, la explicaci¨®n m¨¢s l¨®gica residir¨¢ en la casualidad, el infortunio o el accidente puntual.
Los jugadores han bebido de Bielsa, pero no es menos cierto que ten¨ªan hambre de f¨²tbol y sus condiciones estaban prestas para ser degustadas, afiladas, organizadas y sobre todo enriquecidas. Eran buenos futbolistas a los que se les hab¨ªa quitado una estrella. El m¨²sculo frente a la idea; el tobillo frente a la puntera. Hay ejemplos palpables. La evoluci¨®n de De Marcos ha sido espectacular; la llegada de Herrera providencial; Muniain parece un veterano de 19 a?os; la temporada de Susaeta solemne. La irrupci¨®n de Ibai G¨®mez ha sido fulgurante. Y el afianzamiento de Llorente, Javi Mart¨ªnez o Amorebieta, determinante. En resumen, todos los futbolistas son un poco o mucho mejores que antes y los aficionados son infinitamente m¨¢s felices.
Bucarest es in duda, un mal recuerdo, a¨²n muy presente, y lo seguir¨¢ siendo al menos hasta el 25 de mayo cuando el Athletic se enfrente al Barcelona en el Manzanares. Lo que est¨¢ claro es que adem¨¢s de ser un equipo mejor, cuando seque las l¨¢grimas, ser¨¢ un equipo m¨¢s fuerte. Las derrotas curten. Y las primeras derrotas duelen como golpes de hacha. Pero el Athletic ya ha vivido en las dos orillas del f¨²tbol, tiene un t¨¦cnico en el que cree ciegamente y unos futbolistas que creen en s¨ª mismos tanto o m¨¢s que en el t¨¦cnico que los puli¨®.
No hay equipo sin par¨¦ntesis. La historia de los grandes y de los peque?os tiene desvanes donde se depositan los malos momentos. Pero la casa est¨¢ siempre debajo. Y los pilares del nuevo Athletic se antojan fuertes, aunque en Bucarest sufriera una dentellada de ¨®rdago. Pero ya es historia. Agua pasada.
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