Fritanga
Hay muchas pel¨ªculas por hacer. Y tal y como est¨¢n las cosas resulta dif¨ªcil predecir cu¨¢ndo tendr¨¢s la posibilidad de hacer la pr¨®xima. Por eso, muchos directores se han pasado a la novela. ?Para qu¨¦ depender de decenas de factores externos si puedes contar tu historia sentado delante de tu ordenador? Me lo contaba Santiago Lorenzo, que ahora publica Los huerfanitos, su segundo libro: ¡°Es como dirigir sin salir de casa¡±. Su primera novela ya era un gui¨®n cinematogr¨¢fico que hab¨ªa dado muchas vueltas antes de que convertirse en Los millones, la historia de un terrorista del GRAPO al que le toca la loter¨ªa. Guti¨¦rrez Arag¨®n, D¨ªaz Yanes o Medem est¨¢n haciendo lo mismo. Ante la precariedad de la producci¨®n de cine, pueden ser ambiciosos y derrochones con las palabras.
No tengo el talento ni la paciencia para escribir una novela, pero s¨ª tengo dos cosas (de momento): esta columna y unas cuantas ideas que s¨¦ que tendr¨ªan dif¨ªcil traducci¨®n en im¨¢genes. De ah¨ª que hace unas semanas les contara la historia de unos chavales que se iban a la Expo de Sevilla con un televisor port¨¢til para ver una pel¨ªcula er¨®tica. Y desde hace tiempo me ronda la cabeza una premisa que podr¨ªa ser un episodio de Cuentos asombrosos o En los l¨ªmites de la realidad. Lleva por t¨ªtulo Fritanga y su personaje central es un hombre obeso al que le es imposible encontrar pareja. Un d¨ªa se topa con la web de turismo de una isla de la Polinesia donde hombres gordos aparecen rodeados de bellas mujeres. Al parecer el canon de belleza masculino de ese pa¨ªs se basa en la gordura. Cuanto m¨¢s gordos, m¨¢s atractivos y m¨¢s deseados. La p¨¢gina contiene un enlace que facilita informaci¨®n para viajar a la isla. Y hay una promoci¨®n barat¨ªsima que incluye el vuelo y la estancia. Nuestro protagonista no lo duda. Reserva sus billetes inmediatamente y d¨ªas despu¨¦s est¨¢ volando al otro lado del mundo.
Al principio todo es como lo hab¨ªa so?ado: despierta las miradas de deseo de todas las mujeres con la que se cruza. Tambi¨¦n los hombres le observan con admiraci¨®n. En el hotel le invitan a una fiesta que se celebrar¨¢ esa noche en la playa, un gran banquete. Pero nada m¨¢s llegar descubrir¨¢ que la comida del fest¨ªn no est¨¢ lista porque ¨¦l es el plato principal. La web es un gancho que sirve a los lugare?os para atraer a occidentales entrados en carnes con el fin de zamp¨¢rselos. Los can¨ªbales devoran al protagonista y se preparan para recibir a la siguiente v¨ªctima.
Como tampoco me considero un realizador especialmente dotado para el g¨¦nero de terror, supongo que es mejor contarlo as¨ª. En im¨¢genes lo habr¨ªa desaprovechado. Y si por lo menos he servido de inspiraci¨®n para antrop¨®fagos polinesios, estupendo. Pueden usar mi idea.
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