Ahora que¡
Ahora que los programadores de la capitalidad cultural de Donostia 2016 se han esmerado en mostrarnos que la Cultura son las fiestas de mi pueblo y que eso es todo. Ahora que hemos sustituido el nombre de San Sebasti¨¢n por Donostia y que, como los nombres no son inocentes, aflora por fin lo que quer¨ªamos que aflorara, esto es, el villorrio. Ahora que Marcos Nanclares, director de Migraci¨®n y Diversidad de la Diputaci¨®n de Gipuzkoa, se ha propuesto obligarme a revisar mi pedigr¨ª y a reconsiderar mi grado de extranjer¨ªa, con unas declaraciones grav¨ªsimas que luego ha querido corregir con la habitual lengua de madera y unas intenciones que dan grima. Ahora que la basura lo invade todo, sin que sea posible guiarse por criterios razonables para hallar soluciones. Ahora que ocurre todo eso, he decidido refugiarme en la relectura de V. W., es decir, de la Woolf, una actividad que sit¨²o al margen de toda relaci¨®n con la Cultura, sin que tampoco me importe demasiado. Y, siguiendo un criterio gratuito y caprichoso, la releo en franc¨¦s, en la reciente edici¨®n en La Pl¨¦iade de toda su obra narrativa, un capricho no barato, pero accesible si nos ahorramos unas cuantas txekorradas de esas que ahora nos propone la Cultura. Y es que, si me permiten tomarme una licencia con el apellido de la escritora y quitarle una o, entre pertenecer al ¡°club de las txekorras muertas¡± o al ¡°club de los lobos vigilantes¡± opto por lo segundo.
En un c¨¦lebre ensayo, Virginia Woolf anunci¨® que hacia el mes de diciembre de 1910 el car¨¢cter humano hab¨ªa cambiado. Asombra un poco la arbitraria precisi¨®n de la fecha, pero fuera lo que fuera a lo que se refer¨ªa la escritora ¡ªtal vez a un acontecimiento cultural, el de la exposici¨®n de los impresionistas en Londres¡ª es evidente que su intuici¨®n no andaba errada, y que el posterior devenir de la historia le dio la raz¨®n. ?Ante el espect¨¢culo cultural de las txekorras despiezadas y devoradas, tendremos que decir ahora lo mismo, que el car¨¢cter de la humanidad ha cambiado? Ahora que Paul Krugman nos anuncia en su blog del NYT el Eurod?mmerung, ilustr¨¢ndolo con un video de la escena final de la Tetralog¨ªa de Wagner, y que nos condena a los espa?oles al corralito para fechas pr¨®ximas, tal vez convenga pertrecharse y alimentar el esp¨ªritu en esa resistencia de la soledad, en ese di¨¢logo entre yo y yo mismo que permite decir no en las ¨¦pocas oscuras. Ese di¨¢logo, que se hallaba en el centro mismo de la Cultura, ha sido excluido de ¨¦sta, convertida en un festejo de la uniformidad y el ensimismamiento.
Ahora que emergen descaradamente en Europa los partidos totalitarios; ahora que uno tiene que volver a revisar su pedigr¨ª de origen, tal vez tengamos que refugiarnos en la memoria de las grandes obras, de esas que ya no forman parte de la Cultura. ?Tendremos que volver a memorizar el canto de Ulises, de la Comedia de Dante, ¨¦se que le salv¨® a Primo Levy de la desesperaci¨®n absoluta en Auschwitz?
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