Pulpo sin mar y pan sin trigo
El monasterio de Oseira introdujo en el medievo los productos estrella de O Carballi?o El cefal¨®podo llegaba de Mar¨ªn como parte de las rentas se?oriales
El pulpo lleg¨® a O Carballi?o cuando Oseira ten¨ªa costa. Los monjes cistercienses, llegados a la comarca en los albores del siglo XII, erigieron un cenobio cuyos dominios llegar¨ªan a abarcar m¨¢s de mil propiedades que alcanzaban el litoral gallego. La econom¨ªa carballi?esa se fragu¨® a la sombra de un opulento monasterio donde los religiosos buscaban paz, los nobles, cultura y los pobres, sustento.
¡°Los monasterios se convirtieron en potencias porque el mundo rural prefer¨ªa ponerse a su servicio que al de un se?or feudal¡±, asegura el hermano Jos¨¦ Luis, a quien cuarenta a?os en Oseira no le han borrado el acento madrile?o. A ¨¦l, la vida monacal lo sedujo con poco m¨¢s de 20 a?os, tras ejercer como dise?ador de moda en Londres. En la porter¨ªa del edificio, mientras mira de soslayo al televisor que anuncia la llegada de turistas, el fraile hilvana la historia de un priorato que ha cincelado la identidad de la comarca.
¡°Los fen¨®menos socioecon¨®micos del pulpo y el pan no son m¨¢s que los efectos comerciales del ora et labora¡±, explica. El pulpo llegaba desde la localidad pontevedresa de Mar¨ªn como parte de los diezmos que el monasterio percib¨ªa por sus propiedades costeras. Los portadores del producto, entonces considerado de escaso valor culinario por su dureza, dejaban parte del producto en el priorato de Se?or¨ªn a su paso por la villa carballi?esa. Qui¨¦n sabe si urgidos por el hambre o exasperados por la rebeld¨ªa del cefal¨®podo, estos descubrieron que para cocinarlo deb¨ªan golpearlo con fuerza varias veces antes de la cocci¨®n. Las blandas aguas de la provincia hicieron el resto, y aquella comida de pobres, en manos de los carballi?eses se convirti¨® en fest¨ªn. Y si tuvieron la capacidad de llevar la costa a territorios ourensanos, tampoco la escasez de trigo supuso un obst¨¢culo para convertir Cea en tierra de panaderos. En el siglo XIII los monjes obtuvieron del Rey Sancho IV la concesi¨®n de una feria mensual en el pueblo y en ella pusieron a la venta el excedente de pan que produc¨ªan para su consumo. La t¨¦cnica se difundi¨® entre los aldeanos y, numerosas generaciones despu¨¦s, otorg¨® a su producto la distinci¨®n de Indicaci¨®n Geogr¨¢fica Protegida.
Tras siglos de rentas, trabajo y oraci¨®n en una orden cuya riqueza le permiti¨® levantar de nuevo casi todo el edificio cuando un incendio lo arras¨® en 1552, la desamortizaci¨®n de Mendiz¨¢bal despoj¨® a los frailes de su feudo y lo cubri¨® de zarzas durante casi cien a?os. Nadie pudo quitarles, sin embargo, el pulpo y el pan a los aldeanos.
Para cuando los monjes volvieron en 1929, solo la iglesia se conservaba indemne, mientras que resto el priorato yac¨ªa semiderruido a los pies de aldeas erguidas con sillares y vigas del edificio monacal. De las exiguas reliquias que hab¨ªan sobrevivido al incendio del siglo XVI no quedaba ni rastro, y entre los claustros donde San Bernardo hab¨ªa ordenado a los monjes ¡°rumiar la palabra de Dios¡±, ahora lo hac¨ªan terneras.
Desde Francia, cuna de la orden cisterciense, llegaron dinero y mano de obra para una restauraci¨®n millonaria de la que el hermano Dami¨¢n, a sus 95 a?os, a¨²n conserva facturas millonarias.
Hasta los a?os cincuenta, en Oseira se levantaron tabiques, se instal¨® un correccional y se promovi¨® la producci¨®n artesanal de queso, champ¨¢n y otros productos. Una d¨¦cada m¨¢s tarde, Manuel Fraga Iribarne, preocupado por habilitar parajes ¨®ptimos para ¡°los sedientos de descanso y oraci¨®n¡±, se convertir¨ªa en su ¡°mecenas¡±. El hermano Jos¨¦ Luis cuenta que Fraga ¡°salv¨® el monumento¡± al incorporarlo al Patrimonio Nacional, cuando ocupaba la cartera de Turismo durante la dictadura de Franco. El fraile atribuye al pol¨ªtico de Vilalba haber conseguido que ¡°una Galicia tardorromana abriese los ojos a lo que ocurr¨ªa al otro lado de las monta?as¡±.
Ocho siglos despu¨¦s de que el monasterio de Oseira comenzase a dominar en O Carballi?o, la gastronom¨ªa comarcal rebasa fronteras, celebra fiestas declaradas de Inter¨¦s Tur¨ªstico y alcanza precios de delicatessen. Cada a?o Cea comercializa m¨¢s de un mill¨®n de piezas de pan, y en O Carballi?o se cocinan a un tiempo toneladas de pulpo y titulares extravagantes, consiguiendo raciones de r¨¦cord o nombrando ¡°amigo predilecto¡± a un pulpo alem¨¢n. Mientras, las posesiones de la abad¨ªa han quedado reducidas a un cerco amurallado de 80 hect¨¢reas en el que 16 monjes combinan sus rezos con la elaboraci¨®n de licor, el turismo y una hospeder¨ªa que ha acogido a figuras como el escritor Graham Greene.
El hermano Jos¨¦ Luis, que lamenta vivir en una ¨¦poca en la que ¡°se ataca todo lo que no es Anticristo¡±, asevera sin embargo que el relevo generacional en el monasterio ¡°est¨¢ asegurado¡±. Y el edificio, cuyos s¨®lidos muros se empe?an en burlar al tiempo, parece querer corroborarlo.
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