Posibilidades
No creo haber vivido nunca por encima de mis posibilidades y tal vez sea ese el motivo por el que en la actualidad no me halle especialmente agobiado. Esta parece ser una inferencia l¨®gica correcta, aunque no hago m¨¢s que preguntarme si lo certero no ser¨ªa darle la vuelta y poner la conclusi¨®n como premisa, lo que le otorgar¨ªa a la frase un tono de escatolog¨ªa cuasi religiosa: el cielo, si as¨ª puedo llamarlo, es para los justos, pero s¨®lo su consecuci¨®n sanciona qui¨¦n lo ha sido. Bien, digamos que como no me hallo especialmente agobiado he de concluir que he vivido correctamente. ?Efecto de mi buen comportamiento, o efecto de la gracia, esto es, y en nuestro caso, de la suerte? ?Han vivido correctamente, es decir, nunca por encima de sus posibilidades nuestros banqueros, que reciben primas y retiros multimillonarios en pago por sus fracasos? Se repite hasta la saciedad que nuestros actuales problemas derivan de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Ahora bien, ?cu¨¢les eran nuestras posibilidades? M¨¢s a¨²n, ?c¨®mo, cu¨¢ndo y qui¨¦n las fijaba? ?Cuando una entidad financiera otorgaba unos cr¨¦ditos desmesurados lo hac¨ªa dentro de, por encima, por debajo de sus posibilidades y de las de quienes los recib¨ªan? ?No era virtuoso gastar cuando se incentivaba el gasto como motor de nuestro bienestar? Se premiaba la audacia, o mejor, la osad¨ªa, y ¨¦sta cuenta siempre con que las posibilidades son ilimitadas.
Y esa era la ideolog¨ªa del momento, la de las posibilidades ilimitadas. Se hab¨ªa dado con el b¨¢lsamo de Fierabr¨¢s, que nadie sab¨ªa explicar en qu¨¦ consist¨ªa, merced al cual el mundo conoc¨ªa un largo periodo de crecimiento ininterrumpido que parec¨ªa inagotable. Y la ¨¦tica que se le asociaba no era la de la contenci¨®n, sino la de la osad¨ªa: cualquiera pod¨ªa apostar el resto de su vida a una bonanza asegurada. Esas eran nuestras posibilidades; ni siquiera se requer¨ªan garant¨ªas, y actu¨¢bamos de acuerdo con ellas. Hasta que se derrumb¨® el invento y lleg¨® el momento de repartir las culpas. A partir de ahora, cada cual deber¨¢ corregir su comportamiento pasado y reflexionar sobre el verdadero alcance de sus posibilidades.
Ser¨ªa ¨®ptimo que el correctivo nos llevara a impulsar una ¨¦tica de la responsabilidad individual en un mundo que se dice muy individualista, pero que se mueve por pulsiones colectivas. Mucho me temo que no vaya a ser as¨ª. Es posible que el mundo posterior a esta crisis sea muy distinto al que hemos conocido en las cinco ¨²ltimas d¨¦cadas. Ignoro cu¨¢l ser¨¢ su perfil ni si se mantendr¨¢ la tendencia actual, tal vez insostenible, a la divisi¨®n entre unas ¨¦lites sobrevaloradas, e hiperremuneradas, y unas mayor¨ªas cuyas posibilidades oscilar¨¢n al dictado del momento. Es posible que la noci¨®n de justicia se resienta, pero ser¨¢ tambi¨¦n exigible que quienes acumulan para s¨ª todas las posibilidades asuman una mayor responsabilidad que el resto. Hoy ocurre justo lo contrario.
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