El paso al frente de las gitanas
El colectivo Kalis de Cibo lucha contra el abandono escolar de las ni?as roman¨ªes
Ni Merche, de 29 a?os, ni Esmeralda, de 32, ni siquiera Loli, de 20, o Nazaterh, de 19, estudiaron m¨¢s all¨¢ de los 11 o 12 a?os. Abandonaron sus estudios al acabar la educaci¨®n primaria, jam¨¢s se matricularon en secundaria ¡ªa pesar de ser obligatoria¡ª y desde ese momento se dedicaron en cuerpo y alma a la venta ambulante, el negocio familiar. Todas nacieron y se criaron en Santiago, donde viven todav¨ªa, y se felicitan porque las sobrinas y a las hermanas peque?as encontrar¨¢n el camino de la educaci¨®n superior m¨¢s despejado. Son gitanas y parte de un colectivo, Kalis de cibo (Gitanas de hoy, en roman¨ª) que renace en la sede de la Fundaci¨®n Secretariado Xitano de Santiago despu¨¦s de a?os de par¨¢lisis. Cada dos semanas celebran el Caf¨¦ para todas, encuentros supervisados por una mediadora en los que las participantes intercambian consejos sobre salud, alimentaci¨®n o educaci¨®n. Con estas jornadas, intentan que las ni?as no dejen sus estudios en plena infancia ¡ª ni que los padres las animen a hacerlo¡ª y que el matrimonio precoz no sea el ¨²nico destino de su vida adulta. Solo el 20% de los ni?os gitanos abandona el instituto con el t¨ªtulo de la ESO bajo el brazo, seg¨²n la propia Fundaci¨®n Secretariado Xitano.
¡°Cuando empezamos, ven¨ªan chicas que quer¨ªan trabajar pero no lo hac¨ªan porque sus padres no quer¨ªan¡±, explica Esmeralda Jim¨¦nez, que lleg¨® a mediadora por casualidad despu¨¦s de pasarse a?os en el mercadillo con su familia. Abandon¨® los estudios a los 11 a?os y con el tiempo consigui¨® vender mercanc¨ªa propia para no depender de los ingresos de los suyos. ¡°Ten¨ªa hasta coche, no me faltaba de nada¡±, recuerda. Pero cuando quiso dejar la venta ambulante y mejorar sus perspectivas laborales se encontr¨® sin formaci¨®n en medio de las turbulencias de un mercado laboral arisco. Asesorada por la anterior mediadora del grupo, volvi¨® a los libros y ahora estudia para sacarse el graduado escolar de adultos. ¡°Aunque la educaci¨®n es obligatoria hasta los 16 a?os, hasta hace 4 a?os muchos padres dejaban de llevar a los ni?os al instituto antes, y eso que sab¨ªan que iban a ser multados o algo peor. Ese problema ya no lo tenemos, es m¨¢s, los padres se est¨¢n volcando en los estudios de sus hijos¡±, cuenta.
Su compa?era Loli, doce a?os m¨¢s joven, sufri¨® atrancos casi id¨¦nticos antes de volver al instituto y poder beneficiarse de la bolsa de trabajo para azafatas de congresos que la Fundaci¨®n mantiene con Ecotur. Tiene 20 a?os y en 6? de Primaria, su familia decidi¨® que no seguir¨ªa estudiando. Sus padres ten¨ªan miedo, cuenta. ¡°al que dir¨¢n¡±. Tambi¨¦n recelaron de su primer trabajo en un cafeter¨ªa y del curso de azafatas que sigui¨® para competir por un puesto en Ecotur. ¡°Al final me dejaron ir porque les convenc¨ª de que era importante para mi futuro. A los 15 a?os conoc¨ª a la mediadora del grupo, todo lo que tengo es por ella. Por entonces yo no ve¨ªa m¨¢s que las cuatro paredes de mi alrededor¡±, recuerda.
¡°Al principio ven¨ªan chicas a las que sus padres no les dejaban trabajar¡±
¡°El salto que hemos dado las mujeres gitanas es grand¨ªsimo. Hasta 1978 no se nos reconoce la igualdad ante la ley. Dos t¨ªos de mi madre fueron fusilados por unos falangistas por el simple hecho de ser gitanos. Est¨¢n enterrados en Caldas de Reis¡±, a?ade Merche, 29 a?os, casada a los 26 y madre de dos hijos. M¨¢s que un retraso en la edad del matrimonio, que advierten que no es generalizado, defienden que lo que ha transformado sus vidas es la posibilidad de escoger el momento y la persona con la que casarse. Defienden a ultranza las reglas de la comunidad ¡ª entre ellas, la virginidad como argumento para la confianza de marido y familia¡ª pero insisten en que los cambios son muchos. Merche, la ¨²nica del grupo que tiene esposo e hijos, pone el ejemplo de su madre, pedida a los 14 a?os. El novio, de 20, la conoci¨® en una boda, le gust¨® y la pidi¨® al padre, muy reticente a sacar a su hija de casa por miedo a que alguien quisiera casarse con ella. Pero esa noche estaba borracho y acept¨®; la palabra de la hija val¨ªa poco si el padre ya hab¨ªa dado su consentimiento al enlace, as¨ª que con 15 la reci¨¦n casada tuvo su primer hijo. Ahora, insiste, a nadie se le impone el matrimonio. ¡°Antes, si los padres lo aceptaban, ella no decid¨ªa nada, pero ahora, si la mujer no quiere, no hay matrimonio¡±, aclara Esmeralda. Las cuatro se declaran enemigas del concepto ¡°integraci¨®n¡± y hasta piden que no se mencione. ¡°No queremos integraci¨®n, queremos convivencia. No nos gusta ese concepto porque nos despoja de nuestra identidad¡±, advierte Loli. ¡°No dejamos de ser gitanas por estudiar o trabajar¡±, recalca, ante el gesto de asentimiento de sus compa?eras.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.