Un cr¨¢ter en el centro
Con una torre semivac¨ªa de lujosos apartamentos en venta; una carcasa de rascacielos abandonada y dos edificios de oficinas ¡®okupados¡¯, la plaza de Espa?a languidece
¡°?Le gustar¨ªa disfrutar de estas vistas cada d¨ªa?¡±, pregunta un folleto de la lujosa Torre Madrid. En el extremo opuesto de la plaza de Espa?a, un hombre se asoma a la ventana con las manos en los bolsillos y mira la torre. No quiere que le pongan nombre. Naci¨® hace 34 a?os en Valdeming¨®mez y pas¨® siete en la c¨¢rcel. Ahora vive con su novia y una perrita en unas oficinas abandonadas. A 150 metros de las mejores vistas de la ciudad.
Son alrededor de 40 los okupas de los n¨²meros 4 y 5 de la Plaza de Espa?a, dos edificios vac¨ªos desde que Telef¨®nica los vendi¨® a Monteverde, una inmobiliaria ahora en concurso de acreedores. Se reparten por pisos: el segundo es el de los subsaharianos, que llevan all¨ª tres a?os; el bajo lo comparten la pareja del perrito y otra de rumanos; en el primero viven unos chicos a los que llaman los punkis. Andan saltando de un edificio a otro, sin medianeras que los separen y perforados de arriba abajo por los huecos de los ascensores, vertiginosos precipicios de 11 plantas. Solo quedan techos y paredes; no hay m¨¢s luz que la de los ventanales polvorientos.
Al principio los inquilinos son reacios a hablar. Luego, poco a poco se van animando a contar su historia. Como la de Omar, que en la okupaci¨®n del Hotel Madrid conoci¨® a otros j¨®venes que quer¨ªan vivir ¡°de forma alternativa¡±. Dej¨® su trabajo y se construy¨® un cuarto con maderos y s¨¢banas en el edificio vac¨ªo. Vive al d¨ªa con lo que gana haciendo malabares. Mientras va hablando, sus compa?eros se desperezan y empiezan a surgir de las cuatro esquinas de su planta, se asean y peinan. Una mujer de unos 50 a?os se excusa y dice que tiene prisa porque va a trabajar. El hombre de la perrita cuenta que reciben visitas de la polic¨ªa y de los servicios sociales.
La inmobiliaria Monteverde asegura que ha denunciado la okupaci¨®n y que mantiene los edificios lo mejor que puede. Es una curiosa forma de hacerlo, puesto que proliferan los mont¨ªculos de basura y el suelo, cubierto de cristales rotos, parece un campo minado de huecos traicioneros. Puede que el aspecto del inmueble, lleno de pintadas y con vecinos sorpresa, no sea el que Madrid desea para su centro, pero no es menos cierto que aqu¨ª los okupas son los ¨²nicos que han dado uso a un suelo vac¨ªo. La plaza est¨¢ llena de fincas huecas, atrapadas en car¨ªsimas compraventas que la explosi¨®n de la burbuja inmobiliaria congel¨®. El caso paradigm¨¢tico es el del Edificio Espa?a: 68.000 metros cuadrados en plena Gran V¨ªa para los que el banco Santander no encuentra uso. O la Torre Madrid, que tiene reformados y habitables solo la mitad de sus 35 pisos; el resto aguarda un inversor.
La plaza se ha ido convirtiendo en un decorado de western almeriense, en el que detr¨¢s de las coloridas fachadas no hay nada. Siempre hab¨ªa tenido algo de inh¨®spita, de inc¨®moda para el peat¨®n; ahora se ha vuelto a¨²n m¨¢s desapacible. Es una anomal¨ªa en pleno centro, un corte brusco en la tan tur¨ªstica y transitada Gran V¨ªa. Uno llega a la acera del Edificio Espa?a, con escaparates que pasaron a mejor vida, y cree cambiar de barrio, hasta de ciudad.
Un caso claro de fachada sin contenido es el edificio de la Compa?¨ªa Asturiana de Minas, un palacio industrial de finales del siglo XIX en la esquina con Bail¨¦n. Es propiedad de Mutua Madrile?a, que lo conserva vac¨ªo hasta que llegue un comprador. Entre tanto, lo alquila excepcionalmente para eventos. Estos d¨ªas lo ocupa la exclusiva exposici¨®n de interiorismo Casa Decor. Uno de sus organizadores explica el estado en el que encontraron el edificio: ¡°Nos vino bien porque al estar di¨¢fano nos da cierta libertad para transformar las habitaciones, pero, excepto el vest¨ªbulo, la escalera y los frescos, que son patrimonio, el resto estaba deteriorado¡±. Los visitantes de la exposici¨®n caminan sobre suelos de madera recubiertos en muchos puntos con tarima o moqueta para disimular los da?os. ¡°Nuestro terreno natural es el barrio de Salamanca, pero aqu¨ª en el centro la muestra funciona bien, con este edificio tan espectacular¡±, a?ade.
¡°Los turistas preguntan si pueden subir¡±, cuenta un guardia de seguridad apostado en la puerta del Edificio Espa?a. La silueta escurialense del rascacielos es uno de los iconos del desarrollismo franquista y del p¨¢lido intento de convertir la Gran V¨ªa en Manhattan. En su momento ¨¢lgido, unas 3.500 personas cruzaban el vest¨ªbulo cada d¨ªa. En 2005, la constructora Metrovacesa lo vendi¨® por 389 millones a Banif (del banco Santander). Antes de la crisis, se public¨® que se hab¨ªa encargado la rehabilitaci¨®n integral a los estudios Ruiz Barbar¨ªn y Rubio & ?lvarez-Sala, pero que el proyecto de viviendas de lujo y un hotel se detuvo poco despu¨¦s de la salida del ¨²ltimo inquilino, en 2007. Las visitas est¨¢n prohibidas, avisa el guardia y confirma el banco.
Lo que s¨ª conserv¨® Metrovacesa son los 142 metros de la Torre Madrid, a pesar de que en un primer momento tambi¨¦n lo sac¨® al mercado. A partir del piso 16? todo est¨¢ arreglado y a gusto de compradores con posibles. Desde 500.000 euros se consiguen apartamentos con piscina, ascensores con llave de planta, seguridad 24 horas y un conserje a lo Upper East Side que lo mismo lleva la ropa a la tintorer¨ªa que pide un taxi. Tambi¨¦n se puede pedalear en las bicis est¨¢ticas del piso 32, contemplando la Casa de Campo y el templo de Debod. Del piso 15 hacia abajo, la empresa que se ocupa de comercializar los pisos, Sibariss, no tiene permiso para ense?ar nada. No se sabe si un d¨ªa ser¨¢n viviendas, oficinas u hotel.
La plaza de Espa?a tiene un pasado de claroscuros. El portero de uno de los edificios recuerda c¨®mo, en los a?os 90, el mercado de la hero¨ªna pivotaba alrededor de sus esquinas, y los camellos escond¨ªan la droga en los huecos de los ¨¢rboles. En esa ¨¦poca suscit¨® una notable controversia la muerte de fr¨ªo de un inmigrante africano. El PP, preocupado por su degradaci¨®n, prometi¨® en su programa electoral acometer reformas. A okupas y edificios vac¨ªos se le a?ade un peque?o poblado de rumanos instalado en una de las esquinas. Tambi¨¦n abundan los vagabundos tumbados al sol. Y, por las noches, progresa el botell¨®n.
El Ayuntamiento quiere dejar atr¨¢s ¡°la isla¡± en que se ha convertido la plaza para convertirla en ¡°una pieza de enlace con la plaza de Oriente, la Gran V¨ªa y Madrid R¨ªo a trav¨¦s de la cuesta de San Vicente, los jardines de Sabatini y el templo de Debod¡±, explica el director de Planeamiento, Javier Hern¨¢ndez. Planea convocar un concurso de ideas internacional en julio, aunque las obras no empezar¨¢n hasta la pr¨®xima legislatura (2015) y ni siquiera est¨¢ claro c¨®mo se financiar¨¢n. Al menos s¨ª se sabe c¨®mo deber¨ªa ser la reforma: m¨¢s peatonalizaci¨®n; ampliar el subsuelo con una zona comercial bajo rasante ¡°al estilo de la nueva entrada al Louvre¡±; acabar con un ¡°acceso inh¨®spito, que exige subir y bajar escaleras¡± para sortear el desnivel con suavidad, ¡°como en Madrid R¨ªo¡±... Hern¨¢ndez apacigua el recelo ante la perspectiva de la en¨¦sima plaza dura en el centro: ¡°Si queremos una plaza viva, tiene que haber vegetaci¨®n¡±.
¡°Una ciudad como Madrid no se puede permitir que un espacio emblem¨¢tico est¨¦ en esta situaci¨®n de deterioro¡±, opina Jos¨¦ Mar¨ªa Ezquiaga, coautor del proyecto Madrid Centro y Premio Nacional de Urbanismo. La plaza de Espa?a tuvo su momento en la posguerra, cuando alberg¨® los primeros rascacielos de la capital. Hoy, convertida en ¡°un lugar secundario¡± y con ¡°un dise?o de espacio p¨²blico muy obsoleto¡±, sigue teniendo ¡°mucho potencial¡±, afirma. ¡°Tiene que convertirse en un v¨ªnculo entre el coraz¨®n de la ciudad y Madrid R¨ªo¡±. Ezquiaga tiene claro que el deterioro de la plaza ¡°es un problema fundamentalmente privado¡±, pero apela al Ayuntamiento: ¡°Deber¨ªa negociar alguna flexibilidad urban¨ªstica que anime a los inversores, permitir edificios con usos mixtos como en Londres o Nueva York¡±.
El arquitecto Jos¨¦ Luis Vallejo, de Ecosistemas Urbanos, va m¨¢s all¨¢: ¡°Se deber¨ªa penalizar a los propietarios de un local o edificio cerrado¡±. Tiene su estudio cerca y conoce bien la plaza: ¡°Es una pena, est¨¢ echada a perder. No es un lugar sino un sitio de paso¡±. Y la soluci¨®n, en su opini¨®n, no es una reforma como las de Sol o Callao, sino atacar esos ¡°miles de metros cuadrados abandonados que son un c¨¢ncer, una p¨¦rdida de oportunidad y de actividad econ¨®mica¡±.
A la espera de que lleguen las reformas prometidas, la plaza sigue con su lenta repoblaci¨®n. De un lado, los inquilinos sorpresa de Telef¨®nica; del otro, los propietarios que poco a poco llegan a la Torre Madrid, con dos tercios de los apartamentos high cost vendidos sin gastar un euro en publicidad. Con la brisa en la cara, asomados desde el espacio lounge de la torre, no se distingue si en la acera de enfrente hay alguien mirando a trav¨¦s de las ventanas del gruyere de cemento.
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