Nos est¨¢n robando
Dicen que est¨¢n extrayendo los que nos sobra, pero no es verdad. Se llevan un trozo de decencia, un cacho de futuro, lo que va quedando de esperanza y unos restos que a¨²n hab¨ªa de verg¨¹enza
Leo una historia en torno a una f¨¢brica en la que se suced¨ªan continuos robos. Los responsables, convencidos de que los hurtos los comet¨ªan los propios empleados, decidieron realizar controles a la salida para localizar a los autores. En una noche de guardia, un obrero sali¨® con una carretilla que llevaba un bulto con apariencia sospechosa. ¡°?Qu¨¦ llevas ah¨ª?¡±, le interrumpi¨® el guardia. ¡°Serr¨ªn y viruta¡±, le contest¨® el obrero. ¡°Y pretendes que me lo crea. Abre la bolsa¡±. Y efectivamente, hab¨ªa solo serr¨ªn y viruta. Todas las noches repet¨ªa la operaci¨®n, pero nunca localizaron nada. El guardia, un d¨ªa, se dio por vencido y le dijo al obrero. ¡°Si me dices lo que est¨¢s sacando de contrabando de la f¨¢brica, te dejar¨¦ pasar siempre y no te molestar¨¦ m¨¢s¡±. Y el obrero le contest¨®: ¡°Las carretillas¡±.
Cuando hace unas semanas detuvieron al ex alcalde de Casares Juan S¨¢nchez, un hist¨®rico dirigente de IU por varios presuntos delitos, los polic¨ªas que actuaron y el juez que le interrog¨® buscaron c¨®mo pod¨ªa justificar un posible aumento de sus ingresos, as¨ª como las operaciones urban¨ªsticas que habr¨ªan facilitado el blanqueo de dinero procedente del crimen organizado. Sin embargo, al igual que ocurre con otros casos de corrupci¨®n, lo esencial del delito no estaba en el contenido de la carretilla. El delito es otro, la universalizaci¨®n de la corrupci¨®n, que ya afecta a todos los partidos del arco democr¨¢tico en la Costa del Sol.
Ocurri¨® igual con otro de los casos de corrupci¨®n m¨¢s importantes que se destaparon en M¨¢laga y que tiene como protagonista al que fuera alcalde de Manilva, Pedro Tirado. La fiscal¨ªa ha desinflado su petici¨®n de condena. El Ministerio P¨²blico puede acreditar que Tirado cobr¨® una importante comisi¨®n por aumentar la edificabilidad de una parcela, pero como esa decisi¨®n ni fue ilegal ni contraven¨ªa el ordenamiento, rebaja los hechos a un delito de cohecho impropio. Un alcalde puede cobrar 762.000 euros de comisi¨®n por facilitar una operaci¨®n urban¨ªstica: levantar 18 viviendas por hect¨¢rea donde estaban previstas 10. La Fiscal¨ªa buscaba el delito en el dinero, cuando el delito es el c¨®digo penal que no tiene previsto art¨ªculos para demasiados robos.
Manilva; el caso Troya en Alhaur¨ªn el Grande ¡ªcuyo alcalde fue condenado por un delito de cohecho, tras ser inicialmente detenido por 13 m¨¢s¡ª; la sentencia de Ballena Blanca ¡ªuna operaci¨®n contra el blanqueo de dinero procedente del narcotr¨¢fico que se fue desintegrando a lo largo del juicio¡ª; o lo que algunos temen que pueda ocurrir con el caso Malaya, est¨¢ demostrando que la polic¨ªa y los jueces investigan siempre el contenido de la carretilla. Por eso, mientras buscan, entre el serr¨ªn y la viruta, las recalificaciones de terreno, los acuerdos para aumentar la edificabilidad y el dinero escondido en para¨ªsos fiscales; los ladrones saquean los paisajes, las zonas verdes y los metros m¨¢s cercanos a la playa.
A la malversaci¨®n de fondos se le llama en Venezuela peculado doloso propio en la modalidad de distracci¨®n, que es el mejor eufemismo que haya le¨ªdo nunca. Se trata de un delito que consiste en el hurto de caudales del erario p¨²blico, cometido por aquel a quien est¨¢ confiada su administraci¨®n. Espa?a se est¨¢ convirtiendo en una f¨¢brica donde cada noche alguien nos roba con una carretilla. Un d¨ªa los hurtos suceden en el Consejo General del Poder Judicial, otro en Bankia; una noche asaltan los colegios, otra los hospitales. Lo hacen en los Consejos de Ministros, en Bruselas, en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco Central Europeo. Dicen que est¨¢n extrayendo los que nos sobra, pero no es verdad. Se llevan un trozo de decencia, un cacho de futuro, lo que va quedando de esperanza y unos restos que a¨²n hab¨ªa de verg¨¹enza. Y todos estos robos se producen en la modalidad de distracci¨®n. O sea, mientras nos entretenemos buscando cosas entre el serr¨ªn y la viruta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.