El Cristo de Krahe
Yo no s¨¦ si cocinar un Cristo con mantequilla, es decir, a la francesa, es un acto irreverente. Lo que s¨ª s¨¦ es que no se puede juzgar la irreverencia. Cuando se empieza a juzgar y condenar en virtud de los simbolismos, la decadencia es absoluta, y la sociedad se parecer¨ªa demasiado a la dictadura de las pasiones. Y, qu¨¦ quieren que les diga, en asuntos de pasiones yo me quedo con las m¨¢s humanas, las m¨¢s bajas, si lo prefieren, y no en las m¨¢s altas, las que rozan el cielo.
Viendo el caso esperp¨¦ntico del juicio a Javier Krahe por cocinar simb¨®licamente un Cristo, me ha venido inmediatamente a la cabeza aquellos letreros de los bares donde se le¨ªa: ¡°Se proh¨ªbe escupir y blasfemar¡±, como un resumen o compendio de la vida natural y la sobrenatural. Siempre entend¨ª que escupir era un acto inc¨ªvico, pero blasfemar me parec¨ªa un recurso dial¨¦ctico que ten¨ªa la importancia que el blasfemador le diera a la blasfemia. Es decir, cuanto m¨¢s creyente fuera el que blasfemaba, mayor nivel ten¨ªa su rabia; si, por el contrario, era agn¨®stico o ateo, la blasfemia ven¨ªa a ser tan insignificante como cagarse en todo lo que se menea, que es cagarse en todo el mundo pero a nadie le importa porque no se siente concernido.
Juzgar a Krahe por lo del Cristo es inyectar en la sociedad un talibanismo que a m¨ª se me antoja peligros¨ªsimo, porque es darle a la religi¨®n un estatus que parec¨ªa superado, pero que, al parecer, estaba ah¨ª latente, como una c¨¦lula durmiente. Resulta que no hemos superado el Estado confesional, sino que hemos llegado a la confesi¨®n estatal. De pronto, los s¨ªmbolos est¨¢n por encima de las personas. De pronto, 27 segundos de pitada al himno espa?ol son m¨¢s importantes que el acto de civismo que ofrecieron 50.000 vascos y catalanes en Madrid sin un incidente en algo tan salvaje como un partido de futbol. Tengo la sensaci¨®n de que a alguien ¡ªo a alguienes¡ª les sent¨® mal, muy mal, tama?a ciudadan¨ªa. Que quer¨ªan guerra, vamos.
Krahe ha sido el siguiente por un delito de 1977, como si alguien ¡ªo alguienes¡ª hubieran sufrido un ataque (nada repentino) de nostalgia de aquellas monta?as nevadas. Y s¨ª, tiene mucho delito Javier Krahe, aquel miembro de La Mandr¨¢gora, socarr¨®n, ¨¢cido y tierno al mismo tiempo. Tiene el delito de ser inteligente, algo que est¨¢ penado por la grey, de la que ¨¦l se siente fuera gracias a Dios.
Gracias a ¨¦l, a Krahe, el de Malasa?a y de donde quiera, muchos nos sentimos culpables de irreverencia. Ya escribi¨® Serrat que ¡°sin utop¨ªa, la vida ser¨ªa un ensayo para la muerte¡±. Krahe cocin¨® un Cristo y 35 a?os despu¨¦s se arm¨® la de Dios. Dec¨ªa una twittera el otro d¨ªa en la SER que, visto lo de Krahe, hab¨ªa decidido no cocinar m¨¢s al ba?o Mar¨ªa. Yo tampoco comer¨¦ m¨¢s tocino de cielo. No vaya a ser que...
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