El asalto
"Mientras la caja ca¨ªa a plomo, Modesto Crespo se asignaba 190.000 euros en dietas y el consejo de administraci¨®n (consejeros y acompa?antes) celebraba reuniones a todo meter en Shanghai, Chicago o Nueva Delhi"
El PP culpa en Madrid a Bancaja de lo que le sucede a Bankia y en Valencia hace lo propio con Caja Madrid. Es decir, la futbolizaci¨®n del argumentario: no hay mejor defensa que un buen ataque. Se inviste de acusador en ambos casos y, por consiguiente, se pone de perfil ante la gesti¨®n que han realizado en ambas entidades los presidentes que el partido design¨®, responsabilizando del desbarajuste a las propias cajas, como si hubiesen seguido criterios financieros ajenos a ese condicionante. De toda la coreograf¨ªa evasiva que ha desplegado el partido desde que crepita en la vertical del tumulto econ¨®mico, esta es sin duda la m¨¢s perversa: desangrar a la v¨ªctima y acusarla de morirse.
En Bancaja, como en Caja Madrid o la CAM, no ha ocurrido nada que no estuviera inscrito en el rumbo que marc¨® el PP en las cajas a mediados de los noventa. En junio de 1997, Eduardo Zaplana, aquel ilusionista liberal que hinch¨® el globo del poder valenciano, fue pionero en la introducci¨®n de esas coordenadas. Reform¨® la ley de cajas para que quedaran bajo el control de la Generalitat que entonces presid¨ªa y que tanto se le parec¨ªa. El PP cop¨® as¨ª el 30% en los ¨®rganos de gobierno de las entidades (180 de los 400 delegados de las asambleas), aunque con el tiempo dej¨® caer unas migajas, bastantes para obtener la complicidad del PSPV-PSOE, pero insuficientes para establecer contrapoderes.
Desde ese momento, las cajas se convirtieron en instrumentos financieros de la Generalitat, pero su saldo qued¨® no a disposici¨®n de las necesidades de la Comunidad Valenciana sino de los intereses del PP: el desarrollo inmobiliario, los negocios del entorno afectivo y algunos disparates como el delirio tem¨¢tico de Zaplana, Terra M¨ªtica, que se ha sustanciado como un fiasco. Bajo esa perspectiva, lo importante pas¨® a ser secundario y lo absurdo fundamental. Ah¨ª revent¨® la profesionalidad de las cajas.
La designaci¨®n de Jos¨¦ Luis Olivas como presidente de Bancaja, o las de Vicente Sala y Modesto Crespo en la CAM (con el decisivo m¨¦rito profesional de la amistad del jefe del Consell de turno) s¨®lo fue una consecuencia de lo anterior. Como tambi¨¦n lo fue que el Instituto Valenciano de Finanzas, pas¨¢ndose la ley por debajo de la pr¨®stata, no ejerciera ninguna vigilancia sobre lo que estaba ocurriendo en las entidades. La autopsia del Banco de Espa?a lo subraya en fosforescente: ¡°deficiencias significativas¡± en el sistema de control.
El mejor ejemplo de en qu¨¦ se convirtieron las cajas lo acaban de suministrar varios directivos y consejeros de la CAM en la comisi¨®n de investigaci¨®n sobre el derrumbe de la entidad alicantina. Mientras la caja ca¨ªa a plomo, Modesto Crespo se asignaba 190.000 euros en dietas y el consejo de administraci¨®n (consejeros y acompa?antes) celebraba reuniones a todo meter en Shanghai, Chicago o Nueva Delhi. Por cierto: ?aceptar¨ªa Jos¨¦ Enrique Garrig¨®s, presidente de la C¨¢mara de Comercio de Alicante y consejero de la CAM, a alguien como ¨¦l (que no sab¨ªa leer los balances pero lo cobraba) en su empresa?
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