Pulso acelerado
Es impresionante c¨®mo podemos pasar en cuesti¨®n de horas de la exultaci¨®n al abatimiento. Y c¨®mo se impone sobre cualquier an¨¢lisis racional el misterio. Cuando todo parec¨ªa depender de Grecia, resulta que lo ocurrido en ese pa¨ªs nada resuelve y que el desastre prosigue imperturbable su marcha a la espera¡ ?de qu¨¦? Cada medida que se adopta acaba convirti¨¦ndose en un traspi¨¦s m¨¢s, como lo acabamos de comprobar con el que ya se considera fallido rescate espa?ol, y uno empieza a desenga?arse respecto a cualquier iniciativa futura. Si hay fuerzas, o intereses, o pa¨ªses, interesados en acabar con el euro ¡ªy el misterio que lo envuelve todo propicia la creencia en conspiraciones¡ª, en ese caso es evidente que, de momento son ellos los que est¨¢n ganando la partida, y a las v¨ªctimas reales y potenciales del descalabro s¨®lo nos queda ya el recurso al autoflagelo.
S¨¦ que Paul Krugman irrita a demasiada gente y que a veces no se sabe muy bien si lo que est¨¢ entonando con sus art¨ªculos es un eureka o un lamento. Pero creo que tiene b¨¢sicamente raz¨®n y que el fundamento de su diagn¨®stico ¡ªuna moneda ¨²nica, un gobierno ¨²nico¡ª, repetido hasta la saciedad, es certero. Es un diagn¨®stico excesivamente simple, dada la complejidad del proyecto europeo, pero cuando un proceso muestra una debilidad tan grave como la que se est¨¢ manifestando con la moneda europea, las decisiones tal vez tengan que ser radicales. Y en lugar de adoptar las decisiones adecuadas, Krugman opina que para resolver los fallos de nuestra moneda hemos sustituido el an¨¢lisis por la moralizaci¨®n. Hay buenos y malos, y los malos tienen, tenemos, que sufrir para pagar nuestras faltas. Y en el caso de los espa?oles esa autoflagelaci¨®n adquiere, como casi siempre entre nosotros, car¨¢cter ontol¨®gico. En una nada, hemos ca¨ªdo de una euforia que casi no nos la cre¨ªamos a la habitual rumia depresiva sobre el ser o el no ser de Espa?a y los espa?oles.
Nuestro problema, sin embargo, no es ontol¨®gico, sino mucho m¨¢s prosaico. Nuestro actual Gobierno y su clac repiten que nosotros ya hemos hecho los deberes y que ahora le toca actuar a Europa, ya que si no nos salva nos hundimos todos. Nuestra alternativa a la crisis se parece m¨¢s a un chantaje que a una proposici¨®n sensata y suena m¨¢s a un prop¨®sito para salvar los propios muebles ¡ªen este caso los de la derecha espa?ola, pero lo mismo pod¨ªan haber sido los de la izquierda¡ª que a una iniciativa para solucionar un problema que, en efecto, ya no es s¨®lo nuestro. Parece que se hayan tomado medidas, fallidas en su mayor¨ªa, para cubrir un expediente sin que afecte a los intereses de parte, sino que los potencie, y dejar luego en manos de otros la resoluci¨®n de un problema que se agrava d¨ªa a d¨ªa. Y este pulso insensato lo acompa?amos de un lamento sobre lo que somos o dejamos de ser. Somos lo que hacemos, y nuestros males quiz¨¢ residan en que lo que hacemos vela m¨¢s por los intereses partidistas que por los generales.
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