Nanotecnolog¨ªa emocional
Portishead acarici¨® el silencio en el primero de sus dos ¨²nicos conciertos en Espa?a
Tienen algo de relojeros o cirujanos, constructores de arquitecturas precisas y diminutas que se elevan ante los ojos de los espectadores como catedrales hechas con granitos de arroz o, en su caso, con virutas de humedad. Portishead iniciaban en Barcelona su corto periplo europeo de este a?o, en el que de cinco conciertos dos est¨¢n programados en Barcelona. En un festival construido a su alrededor y que se desarrolla entre el Poble Espanyol y Razzmatazz, la banda de Bristol ofreci¨® un concierto met¨®dico, calculado y preciso que en hora y media apenas se apart¨® de lo que hicieron en el Primavera Sound de 2008.
Parece que, al igual que ocurre con sus canciones, Portishead tienen una medida del tiempo que han construido ellos para s¨ª mismos. Cuatro discos ¨Cuno de ellos en directo- en 10 y 8 a?os, y un repertorio casi sin cambios en los ¨²ltimos tres, nos hablan de un grupo sin prisa que, quiz¨¢ no deseando llegar a ning¨²n lugar preciso, disfruta con el mero hecho de caminar. Ahora, tras los cinco conciertos europeos, la banda preparar¨¢ un nuevo disco del que no hubo ni rastro en su repertorio, invariable desde finales del ¨²ltimo a?o e id¨¦ntico al de algunas actuaciones de la gira australiana que entonces realizaron. El tiempo solo les trae los cambios cuando estos han madurado lo suficiente.
En consecuencia, podr¨ªa conjeturarse, la m¨²sica de Portishead ha de resultar forzosamente calma, pausada como el tr¨¢nsito de los gr¨¢nulos entre los bulbos de un reloj de arena. Como queriendo dar espacio al silencio. Con una canci¨®n que lo evoca, Silence comenzaron su concierto en el Poble Espanyol, sepultado por un aire de recogimiento casi fantasmal. La voz de Beth Gibbons, como resulta habitual en ella (jersey negro, pantal¨®n oscuro, esta vez verde, ojos cerrados y ambas manos ci?endo el micro), no se o¨ªa con nitidez, aspecto que fue mejorando a lo largo de la actuaci¨®n. Una pantalla obsequiaba al p¨²blico con diversos motivos, entre los que estaba la imagen del propio grupo en escena, ralentizada para retorcer a¨²n m¨¢s el paso del tiempo, y la luz rara vez era cenital, envolviendo a la banda desde los laterales m¨¢s que aplan¨¢ndola desde arriba.
Las tres primeras piezas interpretadas correspondieron al ¨²ltimo trabajo, lac¨®nicamente titulado Third, y recay¨® el honor de ser el primer cl¨¢sico en ser ululado por la multitud en Mysterons, con ese caracter¨ªstico redoble de bater¨ªa, instrumento usado siempre de forma precisa y seca por el grupo. Tras esta lleg¨® el turno de The rip, una pieza excelente expuesta con pausa, como lo que es, una composici¨®n que crece como las plantas, sin apariencia de cambio sustancial hasta que la evidencia del proceso se hace inevitable. Sour times, Magic doors y Wandering star marcaron uno de los momentos cenitales de la actuaci¨®n, seguida por el p¨²blico con un recogimiento que solo romp¨ªa la profusi¨®n de pantallas que intentaban, miniaturiz¨¢ndolo, captar la grandiosidad de una m¨²sica que en realidad es como nanotecnolog¨ªa emocional.
Porque lo asombroso, o al menos una de las cosas asombrosas en Portishead, es la precisi¨®n con la que suenan sus canciones, el detallismo que en directo las embellece, la capacidad del grupo para recrear con una esmerad¨ªsima caligraf¨ªa los originales grabados en disco. No es ya solo la voz de Beth, es el sonido de la bater¨ªa, la filigrana de la guitarra, los efectos lanzados con los teclados, elementos todos ellos que ayudan a evocar en directo el mundo sombr¨ªo e inquietante de la m¨²sica de Portishead.
Durante hora y media la m¨²sica de Portishead mand¨® en el Poble Espanyol con ocho piezas de su ¨²ltimo disco, y cerraron con una de ¨¦l, We carry on, cinco del primero, dos del segundo y la pieza suelta Chase the tear, junto con Machine gun las dos composiciones m¨¢s r¨ªtmicas del concierto, que, sin ser el m¨¢s redondo del grupo, encaj¨® en el entorno y se resolvi¨® con nota.
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