Entre tapas y copas, libros
La ribera de C¨®rdoba recupera su vida gastron¨®mica y cultural
Como si hubiese estado perdida en sus propias calles laber¨ªnticas, C¨®rdoba llevaba d¨¦cadas sin encontrar el r¨ªo. La ciudad daba la espalda al mismo Guadalquivir que fue su germen. Su ribera se termin¨® entregando a los murallones para evitar las inundaciones y a las carreteras, que la usaron de eje vial. Nada de peatones. Nada de vida m¨¢s all¨¢ del tubo de escape.
Hasta ahora. El paseo de la ribera de C¨®rdoba est¨¢ a punto de reabrirse casi en su totalidad. La margen derecha del r¨ªo, la misma de la Mezquita y la Plaza del Potro, lleva ya unos a?os recuperando poco a poco su vida ciudadana, abri¨¦ndose negocios e iniciativas, la mayor¨ªa de ellas, hosteleras. Y hace 15 d¨ªas se inici¨® una nueva aventura, una librer¨ªa de viejo que abre con vistas a la alameda que crece a la orilla del r¨ªo, entre el puente de Miraflores y el romano. Esa librer¨ªa se llama, precisamente, El Laberinto.
Como pasa cuando uno se adentra en la Juder¨ªa y el casco viejo cordob¨¦s, al asomarse a esta librer¨ªa, es muy f¨¢cil perderse. Los libros que habitan los anaqueles son solo una muestra de los 80.000 t¨ªtulos que engrosan los fondos reunidos por su propietario, Daniel Rodr¨ªguez (Salamanca, 1952) a lo largo de casi dos d¨¦cadas de una autodiagnosticada ¡°bibliofilia galopante¡±. No obstante, ¨¦l mismo es facultativo de bibliotecas y responsable de la biblioteca de la facultad de Ciencias de la Educaci¨®n de C¨®rdoba.
Hay distintas formas de perderse en El Laberinto. En sus anaqueles, uno se puede optar por ir saltando desde la Biblioteca Infantil publicada en 1940 para explicar a los m¨¢s peque?os las glorias franquistas de la guerra civil ¡ªNavarra se incorpora' o ?Asturias por Espa?a!, escritas por El Tebib Arrumi, pseud¨®nimo con el que firmaba el periodista V¨ªctor Ruiz Alb¨¦niz¡ª, a otra estanter¨ªa repleta de vol¨²menes hist¨®ricos relativos al evolucionismo, o a los tebeos de los a?os cuarenta (Flechas y pelayos) o ejemplares del siglo XVIII con las obras completas de Garcilaso de la Vega. La cosa es perderse. Pero, a diferencia de la ciudad, uno puede hacerlo sentado en tres mesas donde los curiosos pueden ojear durante horas los ejemplares que quieran. Y luego comprarlos, o no, antes de seguir camino por la ribera.
¡°Este sitio es clave. ?D¨®nde puedes tener una librer¨ªa en una calle con paisaje, con los Sotos de la Albolafia al lado, con su fauna protegida?¡±, se pregunta alegre Daniel Rodr¨ªguez. En unos meses, el paseo donde se encuentra la librer¨ªa anticuaria se prolongar¨¢ hasta el Alc¨¢zar de los Reyes Cat¨®licos. Junto a los cordobeses, los turistas son los que m¨¢s lo circulan. Y ellos son, curiosamente, los menos sorprendidos de encontrar un establecimiento as¨ª. ¡°En Europa, en Am¨¦rica, hay cultura de librer¨ªas de anticuario. En C¨®rdoba, cerr¨® la ¨²ltima hace m¨¢s de 20 a?os, se llamaba Sierra. Y desde entonces, las librer¨ªas, en esta ciudad, no hacen m¨¢s que cerrar¡±, lamenta.
La suya es una iniciativa que coincide en un momento en que empresarios y comerciantes de la zona tratan de reivindicar esa privilegiada zona de C¨®rdoba que es el r¨ªo. Lo tienen f¨¢cil, cada vez hay m¨¢s negocios. Han abierto establecimientos que combinan gastronom¨ªa tradicional y de vanguardia con terrazas al aire libre y el ambiente m¨¢s nocturno, festivo y ruidoso.
El Laberinto tiene en com¨²n con ellos que mantiene un horario que, afirma el propietario, es puramente cordob¨¦s. ¡°Abrimos por la noche, a partir de las ocho, hasta que nos d¨¦ por cerrar. Y los fines de semana enteros. Incluidos los domingos¡±. Pero entre restaurantes y bares de tapas, El Laberinto es una cu?a que reivindica un punto de sosiego a ese vaiv¨¦n acelerado, una pausa de cultura impresa, de lentitud, de historia, literatura y conversaci¨®n. Al menos, hasta encontrar la salida.
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