¡°Se necesitar¨¢ una generaci¨®n para que desaparezca el odio¡±
¡°Todav¨ªa estoy esperando a que se resuelva nuestro recurso de amparo¡±
Mucho antes de iniciar una intensa relaci¨®n con Madrid en su ¨¦poca de pol¨ªtico, Juan Mar¨ªa Atutxa tuvo ocasi¨®n de viajar a la capital, como cuando antes de la muerte de Franco se entrevist¨®, varias veces, con un militar vasco de apellido Gandasegi que era de Galdakao y que le ped¨ªa hablar en euskera en sus encuentros en Capitan¨ªa General cuando se acercaba alg¨²n oficial de graduaci¨®n m¨¢s alta.
Con posterioridad, a partir del a?o 1987, y siendo diputado foral de Agricultura se relacion¨® con altos cargos de ese Ministerio, y tambi¨¦n del ej¨¦rcito, porque en esa ¨¦poca la Diputaci¨®n de Bizkaia adquiri¨® unos terrenos militares en la zona de Gorliz. Cuatro a?os m¨¢s tarde, estos contactos se intensificar¨¢n cuando, desde el 7 de febrero de 1991 hasta el 2 de noviembre de 1998, Atutxa, como Consejero de Interior del Gobierno vasco, mantendr¨¢ una relaci¨®n constante con los responsables del Ministerio del Interior, as¨ª como con numerosos medios de comunicaci¨®n: ¡°entre los cuales encontr¨¦ gente afable, muy profesional, y tambi¨¦n, gente de la que nunca me fiar¨ªa, porque te vend¨ªan a la vuelta de la esquina¡±.
A lo largo de esos ocho a?os por el Ministerio del Interior pasaron cuatro ministros, y el primero con qui¨¦n se encontr¨® fue Jos¨¦ Luis Corcuera, ¡°un hombre transparente. Un hombre de fiar, lo cual no significaba que en todo estuvi¨¦ramos de acuerdo, ni much¨ªsimo menos. Pero creo que en ning¨²n momento ni ¨¦l hac¨ªa m¨ª, ni yo hac¨ªa ¨¦l, ocultamos ninguna carta. Discut¨ªamos mucho, pero con claridad y poniendo sobre la mesa todos aquellos asuntos que a cada uno de nosotros nos interesaba defender y que sometidos a discusi¨®n si se llegaba a un acuerdo se llegaba y si no se dejaba para pr¨®ximas y mejores oportunidades¡±.
¡°Deben reconocer que su ¡®lucha armada¡¯ no ha servido para nada¡±
Tambi¨¦n recuerda uno de los momentos dif¨ªciles cuando un miembro de ETA, apellidado Galparsoro, que estuvo circulando por los bares de Durango, no se sabe si afectado por algo que hab¨ªa tomado, dec¨ªa que ¨¦l era de ETA. Fue detenido por los municipales de la localidad y entregado a la Polic¨ªa Nacional. Esa madrugada en la comisar¨ªa de Indautxu de Bilbao, no se sabe qu¨¦ pas¨®, y la informaci¨®n que se dio a conocer es que desde un segundo piso el presunto etarra se lanz¨® contra una vidriera y cay¨® al vac¨ªo, a la calle, y result¨® muerto. Esa misma madrugada Atutxa sal¨ªa temprano hac¨ªa Madrid porque ten¨ªa concertada una entrevista con el ministro y tuvo conocimiento de que Gurutze Yanci hab¨ªa aparecido muerta en una celda en prisi¨®n.
¡°Con el ministro Corcuera nunca ocultamos ninguna carta¡±
El consejero sigui¨® camino a Madrid y lleg¨® al Ministerio del Interior. ¡°Estoy viendo a Jos¨¦ Luis Corcuera con una camisa blanca impecable, con unos gemelos de oro, pero con una cara que tenias que hacer un esfuerzo para ver si realmente segu¨ªa respirando o no. Sentados en la mesa de su despacho, no hablamos de otra cosa, por cuanto que lo urgente era aquello y ¨¦l ten¨ªa que dar explicaciones. Nunca hab¨ªa visto al ministro tan receptivo ante lo que yo le suger¨ªa que debiera hacer, que no era otra cosa m¨¢s que mi propio estilo en situaciones dif¨ªciles por las que yo, tambi¨¦n, hab¨ªa atravesado y que con posterioridad me tocar¨ªa padecer. ¡ªYo lo que hago, le dije, es dar la cara. Ir al Parlamento donde reside la voluntad popular y reconocer que en esta ocasi¨®n en algo hemos errado, algo no hemos hecho para evitar la situaci¨®n. Debemos ser conscientes de que algo ha fallado¡ª. Fue uno de los momentos m¨¢s demoledores y tr¨¢gicos que viv¨ª en mi relaci¨®n con Corcuera. Hab¨ªa dos cad¨¢veres en dos mesas, esa misma noche. Como momento, digamos, destacable y desgarrador, fue ese, adem¨¢s de much¨ªsimas otras vivencias que compart¨ª con el entonces ministro¡±.
Perfil
Juan Mar¨ªa Atutxa Mendiola (Areatza, Bizkaia, 1941) Empleado de una Caja de Ahorros y militante del PNV en 1980 fue candidato al Parlamento vasco aunque no sali¨® elegido, ocupando en el a?o 1983 un esca?o en las Juntas Generales de Bizkaia hasta 1987 cuando fue designado diputado foral de Agricultura hasta febrero de 1991, labor que compagin¨® con su cargo de teniente-alcalde de Lemoa. Ese a?o el 'lehendakari' Jos¨¦ Antonio Ardanza le nombr¨® consejero de Interior del Gobierno vasco, labor que desempe?¨® durante ocho a?os hasta 1998, y aprob¨¢ndose durante su mandato la Ley de Polic¨ªa del Pa¨ªs Vasco y complet¨¢ndose el despliegue de la Ertzaintza en todo el territorio. Al dejar la consejer¨ªa de Interior y obtener un esca?o en el Parlamento vasco, Atutxa fue elegido presidente de la instituci¨®n, cargo que desempe?¨® hasta 2005. En la actualidad es el presidente de la Fundaci¨®n Sabino Arana.
Con Antoni Asunci¨®n, que ya conoci¨® con anterioridad como Secretario de Estado, el trato fue afable y sencillo. Con ¨¦l, ¡°al que era muy f¨¢cil llegar¡±, hab¨ªa hablado much¨ªsimo, y su relaci¨®n fue de confianza reciproca en el brev¨ªsimo espacio de tiempo en el que permaneci¨® en el cargo como ministro¡±. Con Luis Alberto Belloch, al que trat¨® poco durante su estancia como juez en Bilbao, su relaci¨®n fue m¨¢s escasa, porque delegaba sus funciones en aquello que lleg¨® en llamarse ¡°las chicas de Belloch¡±, Mar¨ªa Teresa de la Vega y Margarita Robles. Con Margarita Robles, por ejemplo, en la medida en que fue avanzando el tiempo ¡°fue intensific¨¢ndose nuestra confianza mutua¡±. En esa ¨¦poca, tampoco, tuvo mucha relaci¨®n con el presidente Felipe Gonz¨¢lez, solo en actos oficiales, como, desgraciadamente, en algunos funerales de v¨ªctimas de ETA.
¡°La relaci¨®n con Asunci¨®n fue de confianza mutua¡±
Y luego le tocar¨ªa el cuarto ministro, Jaime Mayor Oreja. De inicio, reconoce que agotaban los saldos de tel¨¦fono en interminables charlas dos o tres veces al d¨ªa. Pero en la medida en que fue pasando el tiempo, a Atutxa le parec¨ªa que el ministro no estaba jugando con la limpieza y la transparencia a la que estaba acostumbrado, incluso, en temas verdaderamente vidriosos y con la transparencia que hab¨ªa abordado con los anteriores ministros o secretarios de Estado.
Entonces, el asunto era complicado, y corroborando esta situaci¨®n recuerda alguna an¨¦cdota como cuando lleg¨® a sus manos una circular repartida entre la Polic¨ªa Nacional en la que se daban instrucciones de que se hiciera contraseguimiento de personas a las que la Ertzaintza estaba protegiendo: ¡°Eso conllevaba un riesgo enorme de posibles tiroteos¡±.
Los medios dieron cuenta del incidente y, seg¨²n Atutxa, esto represent¨® el punto de inflexi¨®n, de distanciamiento definitivo. De ah¨ª, y hasta que el consejero acab¨® con su tarea en el Gobierno vasco, la relaci¨®n fue muy distante, y muy tensa.
Atutxa muestra perplejidad de ¡°c¨®mo se puede cambiar tanto en la vida¡±, y por ejemplo recuerda que, a?os antes, en 1992, fue Mayor Oreja quien se acerc¨® a ¨¦l en el Parlamento vasco para que aceptase mantener un encuentro con Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en Madrid, a fin de convencerle sobre las bondades de la pol¨ªtica de reinserci¨®n, que estaba propugnando el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez a trav¨¦s de Corcuera y el ministerio de Justicia, porque Mayor se sent¨ªa incapaz de convencer a su l¨ªder.
¡°El ministro Belloch, siempre, delegaba en sus chicas¡±
En noviembre de ese a?o, despu¨¦s de comentarlo varias veces con el lehendakari Ardanza, se fue a Madrid y se entrevist¨® durante hora y cuarto con Aznar, ¡°a qui¨¦n en todo momento le insist¨ª en que esto era una cuesti¨®n estrat¨¦gica. Ese colectivo, ¡ªle dije¡ª, que es tan monol¨ªtico, de alguna manera hay que ir desmenuz¨¢ndolo. All¨¢ hay gente que ha pasado por ese camino, que ha cometido verdaderas atrocidades, pero que en este momento puede ser recuperada. Trat¨¦ de convencerle de esto a petici¨®n y de la mano de Mayor Oreja¡±, insiste.
¡ª?Y lo logr¨®?
¡ªNo. Cuando llev¨¢bamos una hora de entrevista, me dijo: Atutxa, yo ya entiendo lo que est¨¢s diciendo, pero yo tengo millones de votos detr¨¢s que eso no lo entienden as¨ª. Llegados a este punto, le dije: Jos¨¦ Mar¨ªa creo que estamos perdiendo el tiempo. Yo no estoy hablando de votos, estoy hablando de buscar soluciones a este problema. Y no puedo permitirme el estar en este momento contabilizando votos para una pr¨®xima confrontaci¨®n electoral, mientras, ma?ana o dentro de pocos d¨ªas puede ser segada la vida de otro ciudadano. Esa fue la funci¨®n que yo llevaba a petici¨®n de Mayor Oreja, y si la comparamos con su ¨²ltima andanza en el Ministerio del Interior y la que en este momento ejerce pues, en nada se parece. Ha habido en ¨¦l un cambio total y radical. No acabo de entenderlo. Tanto aquella posici¨®n inicial o esta no pueden deberse nada m¨¢s que a c¨¢lculos de aspiraciones pol¨ªticas. En las personas, por las razones que fueren, en determinado momento, prende la semilla del odio.
A Aznar le volvi¨® a ver con ocasi¨®n del asesinato de Jes¨²s Mar¨ªa Pedrosa, muy amigo de Atutxa, y en la manifestaci¨®n de protesta en Durango llevaron la pancarta juntos. All¨ª me dijo: ¡°Ten¨¦is que cambiar¡±. ?Qui¨¦n?, le contest¨¦¡±.
Atutxa deja poco despu¨¦s su cargo de consejero, pasa a ser Presidente del Parlamento vasco, y continua viajando a menudo a Madrid, donde muchos medios de comunicaci¨®n le siguen tratando con respeto y aprecio, reconociendo su obstinada lucha contra la violencia y el terrorismo de ETA. ¡°Pero as¨ª como ese tratamiento me parec¨ªa una exageraci¨®n, lo de despu¨¦s ser¨ªa incomprensible¡±.
En 2003, siendo presidente del Parlamento, se inicia la famosa querella, lo que para Atutxa ser¨¢ un ¡°autentico calvario¡± con la publicaci¨®n del auto de Baltasar Garz¨®n. Pero no surte efecto porque Jes¨²s Cardenal emite un informe en el sentido de que la disoluci¨®n de los grupos parlamentarios compete ¨²nica y exclusivamente a los Parlamentos por ser una cuesti¨®n de organizaci¨®n interna de los propios parlamentos. ¡°Entonces Garz¨®n no se mete con nosotros, pero con posterioridad es el presidente del Supremo, Hernando, qui¨¦n dicta un auto haciendo caso omiso de aquel informe que ya exist¨ªa, firmado por Cardenal, y es cuando se conoce la instrucci¨®n para que procedi¨¦semos a la disoluci¨®n del grupo parlamentario Sozialista Abertzaleak. Cosa que analizado jur¨ªdicamente ve¨ªamos que era imposible de llevar a efecto, salvo que fuera pisoteando nuestra propia ley del reglamento del Parlamento. Todo eso se le hizo saber al presidente del Supremo, pero este se ratific¨® en su postura y se encontr¨® con un Parlamento vasco y un presidente que quer¨ªan mantener su dignidad institucional y personal. Entonces, fue cuando los medios de comunicaci¨®n me tacharon de ser proetarra y algunos parlamentarios comentaron en el hemiciclo que estaba conchabado con aquel grupo de la IA al que no disolv¨ªa. Ten¨ªa una sensaci¨®n de gilipollas, porque esa misma ma?ana para llegar al Parlamento hab¨ªa dado media vuelta a Euskadi por medidas de seguridad y para salvar mi pellejo¡±.
¡°A petici¨®n de Mayor Oreja intent¨¦ convencer a Aznar¡±
Posiblemente, y como consecuencia de todo esto, algunos medios de comunicaci¨®n dieron la vuelta a esa imagen ¡°exagerada¡± que ten¨ªan con anterioridad. ¡°Tuve una entrevista con Mar¨ªa Antonia Iglesias en un hotel de Madrid y el fot¨®grafo que le acompa?¨® nos invit¨® a salir a la calle para hacer su trabajo. Y por la Castellana, al cruzar un paso de cebra, me reconoci¨® alguien y dando unos brincos empez¨® a insultarme. Intent¨¦ tranquilizarle, pidi¨¦ndole que se desahogue, y ante el asombro de la periodista, le dije que eso era el fruto de lo que mucho de sus compa?eros estaban escribiendo o diciendo de m¨ª¡±, recuerda con amargura.
Se da, entonces, la circunstancia de Atutxa, ¡°el h¨¦roe¡±, pasa en poco tiempo a convertirse en ¡°villano¡±. ¡°Y no solo en Madrid. He tenido ¨¦pocas en Laredo donde por la calle algunas personas, sobre todo en las ¨¦pocas flamantes de Aznar, poco menos que me escup¨ªan. Fue una avalancha y el Gobierno pes¨® mucho sobre algunos medios sin el menor conocimiento de lo que hab¨ªa en juego, ni de la funci¨®n de un presidente de Parlamento. Hoy, todav¨ªa, estoy esperando a que se resuelva un recurso de amparo que est¨¢ escrito, por lo que se dice, en el Tribunal Constitucional, y que no sale. Todos los indicios van en la direcci¨®n de que nos dan la raz¨®n, pero ?qu¨¦ justicia es esta que ya transcurridos cuatro a?os desde que nosotros presentamos el recurso, todav¨ªa estemos esperando? En t¨¦rminos generales hay que creer en la Justicia, y yo quiero creer en ella. Pero la Justicia cuando entra en cuestiones que son consideradas, digamos, vidriosas para el propio Estado, ah¨ª ya deja de ser Justicia autom¨¢ticamente. Entonces, por lo tanto yo creo en la Justicia, creo en la honestidad, en la honradez, en la profesionalidad de los jueces, pero hay much¨ªsimos casos, y este es uno de ellos, de absoluta injusticia¡±.
¡°En Mayor Oreja ha habido un cambio total y radical¡±
P. Como percibe la situaci¨®n despu¨¦s del anuncio de ETA, usted que ha sido un experto de primera fila en la lucha contra el terrorismo y al que han intentado matarle varias veces.
R. Lo veo con un optimismo prudente. Es decir, el cimiento que supuso el 20-O no tiene precio. Soy de los que piensa que es irreversible. Pero dec¨ªamos optimismo prudente, porque despu¨¦s de seis meses puede haber gente que piense que esto ya se ha normalizado y que todos somos amigos. Han sido tantos a?os en los que algunos se han esforzado por inyectar odio en vena, que eso, ahora, por mucho reciclaje sangu¨ªneo que se haga, no va a normalizase cuando menos en una generaci¨®n. Va a hacer falta una generaci¨®n para que esos restos important¨ªsimos de odio que todav¨ªa se ven, se palpan en la calle, vayan despareciendo. Una cosa es dejar de pegar tiros, o que la gente diga, aunque de manera muy suave, cometimos un error, pero existe un trasfondo de mucho m¨¢s calado que lo que es la decisi¨®n del 20 de octubre; el reconocimiento de una responsabilidad de todo lo acontecido y del da?o causado. Aunque creo que no hay posibilidad de vuelta atr¨¢s, puede haber alguna chapuza, es evidente. Pero para eso no hace falta ser experto, solamente, hace falta ver determinadas im¨¢genes de aquella pecera de la Audiencia Nacional cuando se procesan a algunos etarras y que estoy plenamente convencido de que si los sueltan y les ponen una metralleta en la mano, se cargan a la media docena que pillen por delante. Eso es as¨ª, pero esos son los menos, afortunadamente.
P. ?Y lo de los presos?
R. Los presos han recibido una informaci¨®n tergiversada permanentemente y han sido manipulados. Recuerdo que siendo consejero del Interior envi¨¦ un documento a todos los presos de ETA en las c¨¢rceles. Una recopilaci¨®n de documentaci¨®n que se hab¨ªa incautado a los etarras que estaban en Santo Domingo. De quinientos y pico documentos que envi¨¦ solo nos devolvieron una treintena. Algunos devueltos ven¨ªan incluso con unos mensajes ¡®muy cari?osos¡¯ hac¨ªa mi persona. En uno de los documentos, que se ocult¨® a los presos firmado por Eugenio Etxebeste, Antx¨®n, y fechado en Santo Domingo el 12 de mayo 1992, se realizaba una serie de reflexiones sobre las debilidades de la organizaci¨®n, sobre la urgencia de debate, sobre la necesidad y viabilidad de la lucha armada, sobre una seria reconducci¨®n de la l¨ªnea pol¨ªtica en el MLNV en general. En estos documentos se afirmaba; ¡°hemos perdido la lucha pol¨ªtica, no vaya a ser que perdamos tambi¨¦n la lucha militar¡±. Todos esos documentos se enviaron a los presos. Lo que pretend¨ªamos es que estuvieran informados. En los a?os 90 pensaban que el Estado estaba a punto de arrodillarse, pero hay que reconocer y deben reconocerlo que sus largos a?os de llamada ¡°lucha armada¡±, no han valido absolutamente para nada. Ahora lo importante es que la gente vaya limpiando la sangre. Esa es la parte importante y trasladar siempre a los presos que tienen posibilidad de acogerse a beneficios penitenciarios. Pero, que estos no pretendan darnos lecciones de ¨¦tica, de democracia, y no sigan haci¨¦ndose las v¨ªctimas, que de eso est¨¢ viviendo ese mundo. Tendr¨¢n un aprendizaje largo.
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