Gitta Sereny en Euskadi
Acabo de ver que se ha muerto Gitta Sereny. A sus 89 combativos a?os, me la imagino como en el chiste, llegando al cielo y reclamando ser enviada ipso facto al infierno. Rodeada de los individuos m¨¢s tenebrosos, all¨ª s¨ª que se sentir¨ªa activa y necesaria. Me la imagino seleccionando a aqu¨¦llos m¨¢s significativos a los que entrevistar, a los que intentar entender ¡ªque no justificar¡ª para seguir profundizando un poco m¨¢s en el enigma del mal. ?Qu¨¦ son, despu¨¦s de todo, 89 a?os para una vocaci¨®n tan apasionada? ?Bastar¨¢ la eternidad para desentra?ar el enigma?
La periodista e historiadora austriaca es conocida sobre todo porque visit¨® en la c¨¢rcel y entrevist¨® durante numerosas sesiones a figuras tan inquietantes como Franz Stangl, capit¨¢n de las SS y comandante del campo de exterminio de Treblinka (donde fueron asesinadas alrededor de un mill¨®n de personas) y Albert Speer, el arquitecto, ministro de armamento y favorito de Hitler. A ambos les dedic¨® libros can¨®nicos. Sereny, por supuesto, no se limitaba a reproducir lo que los verdugos le iban confesando. A ellos les reconoc¨ªa que aborrec¨ªa cuanto hab¨ªan hecho, pero al mismo tiempo les promet¨ªa ¡°intentar comprender sin prejuicios¡± y ser lo m¨¢s objetiva posible, lo que inclu¨ªa contrarrestar y completar la informaci¨®n que le daban con la proporcionada por el resto de protagonistas. El resultado es un viaje desasosegante a las entra?as de la bestia.
Una vez juzgados y condenados (por el tribunal, pero sobre todo por la comunidad nacional e internacional), ?mostraron alg¨²n arrepentimiento? Stangl, por ejemplo, ¡°de alguna manera, se sinti¨® culpable al darse cuenta de que otras personas lo consideraban as¨ª. Pero creo que ¨¦l mismo, interiormente, no cambi¨®. Otros nazis con los que habl¨¦ s¨ª lo hicieron, cambiaron realmente bajo la influencia del descubrimiento de lo que los dem¨¢s, la humanidad, pensaba de ellos. Entendieron la maldad de lo que hab¨ªan hecho¡±. ?Y el c¨ªrculo ¨ªntimo, los familiares, los amigos? Sereny entrevista tambi¨¦n a la esposa y las hijas de Stangl. A la esposa, de hecho, le pregunta algo impresionante: ¡°?Qu¨¦ habr¨ªa sucedido si, en alg¨²n momento, usted se hubiera enfrentado a su esposo con una elecci¨®n tajante: O te sales de esta cosa horrible o las ni?as y yo te dejamos?¡± Tras pensarlo y llorar, reconoce que en ese caso ¨¦l habr¨ªa dejado su labor asesina en Treblinka. Una confesi¨®n demasiado insoportable para ella¡
En Euskadi tambi¨¦n est¨¢n teniendo lugar ¨²ltimamente una serie de encuentros en la c¨¢rcel entre v¨ªctimas y verdugos, la cara m¨¢s medi¨¢tica de esa reconciliaci¨®n tan publicitada. Es claro que el relato de las v¨ªctimas ha de prevalecer, pero al mismo tiempo, y salvando las enormes distancias, ser¨ªa interesante contar con una Gitta Sereny, alguien que partiera de los mismos presupuestos que la austriaca y que nos ayudara a entender algo mejor las entra?as de la bestia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.