Castelao, esa ¡°piltrafa¡± comunista
El profesor Alonso Montero documenta la etapa prosovi¨¦tica del intelectual
¡°Conviene que haga una peque?a aclaraci¨®n¡±, le advirti¨® Castelao a Lu¨ªs Soto en una supuesta entrevista, quiz¨¢ redactada por ¨¦l mismo, que difundieron las p¨¢ginas de Nueva Galicia en junio de 1938. ¡°Yo no soy comunista. No s¨¦ si tengo condiciones para serlo. No s¨¦ si pesan sobre m¨ª prejuicios adquiridos en la infancia y en la lectura de libros venenosos¡±, matiz¨® m¨¢s adelante. ¡°Pero llam¨¢ndome modestamente republicano, puedo afirmar que tengo un esp¨ªritu abierto, dispuesto a todo sin pedir nada, y que en mi viaje a la URSS he adquirido la convicci¨®n de que all¨ª se est¨¢ engendrando una nueva vida que ha de ser el molde de los dem¨¢s pueblos del mundo¡±.
El autor de Galicia m¨¢rtir acababa de regresar de un periplo de 26 d¨ªas por la federaci¨®n, y ese ¡°mes mal contado¡±, como le llamar¨ªa a?os despu¨¦s su amigo Valent¨ªn Paz-Andrade al recordarlo en Castelao na luz e na sombra (1982), biograf¨ªa sentimental reeditada hace poco por Galaxia, le hab¨ªa dejado una huella profunda. A ¨¦l y a algunos de sus contempor¨¢neos, por lo que se ve. Ram¨®n Su¨¢rez Picallo todav¨ªa le escrib¨ªa as¨ª a Blanco Amor en una carta de 1942: ¡°Desde que fue a Rusia, se ha entregado por entero. Lo han aplebeyado. Est¨¢ hecho una piltrafa pol¨ªtica¡±. Y otro tanto, desde Nueva York, dec¨ªa Guerra da Cal: ¡°Es l¨¢stima que un hombre tan grande sea as¨ª de peque?o en algunas cosas. Aqu¨ª, estuvo diciendo misas estalinistas de pontificial todo el tiempo¡±.
A esa ¡°piltrafa¡± le ha dedicado Xes¨²s Alonso Montero las poco m¨¢s de 200 p¨¢ginas de su ¨²ltimo libro, publicado en junio por Xerais. Castelao na Uni¨®n Sovi¨¦tica en 1938 no se esconde. Al contrario, gasta un subt¨ªtulo m¨¢s que elocuente, Filocomunismo e prosovietismo de Castelao nos anos da Guerra Civil, y comenta un conjunto de textos, algunos in¨¦ditos y otros poco conocidos, ¡°exhumados tard¨ªamente y con deficiencias¡±, insiste el compilador, que retratan el periodo ¡°marxistizante¡± de un artista e intelectual que sin embargo jam¨¢s milit¨® en un partido proletario.
El dibujante ¡°dem¨®tico¡±, sensible y solidario con los pobres del mundo, se convirti¨® en otra cosa durante el trienio b¨¦lico, explica el profesor. Aunque fiel al Frente Popular, Castelao tensaba las costuras del discurso de la izquierda burguesa. Lo demuestran, por ejemplo, estas palabras pronunciadas ante 30.000 personas en La Habana en diciembre de 1938: ¡°El pueblo espa?ol no est¨¢ derramando su sangre para restaurar los inocentes avances sociales y pol¨ªticos de la Rep¨²blica del 14 de abril. (...) En Espa?a se lucha por la democracia y la libertad. Pero nuestra democracia ya no es aquella tapadera del viejo absolutismo que solo reconoc¨ªa la soberan¨ªa del pueblo en el d¨ªa de las elecciones, limitando su acci¨®n en el campo de la pol¨ªtica y excluy¨¦ndolo del poder econ¨®mico¡±.
No fue el concepto de naci¨®n de Stalin, con el que probablemente se hab¨ªa familiarizado un a?o antes en Valencia a trav¨¦s de una traduci¨®n al catal¨¢n, argumenta Alonso Montero, sino el contacto directo con el pa¨ªs lo que fascin¨® a aquel intelectual cat¨®lico del Partido Galeguista. El trabajo en cadena, la higiene, las casas de reposo, el metro de Mosc¨², la demostraci¨®n de fuerza en el Primero de Mayo, el estajanovismo, la aparente felicidad de las gentes... Todo, y en particular, lo que ¨¦l ve¨ªa entonces como la soluci¨®n definitiva al problema de las nacionalidades que ¡°Hespa?a¡± deb¨ªa importar: el federalismo. ¡°Se ha cumplido mi predicci¨®n¡±, le confesaba a su amigo Rodolfo Prada en una carta escrita durante el viaje de vuelta. ¡°De la URSS no se regresa jam¨¢s¡±.
Alonso Montero cree que las simpat¨ªas de Castelao por la Uni¨®n Sovi¨¦tica y el proyecto comunista empezaron a apagarse con la derrota de la Rep¨²blica en abril de 1939 y recibieron un duro golpe, tal vez decisivo, el 29 de septiembre de ese mismo a?o, aquel d¨ªa ¡°desconcertante para millones de antifascistas del mundo entero¡± en el que Hitler y Stalin firmaron el pacto germano-sovi¨¦tico. Si en 1937, mucho antes de embarcarse en el Cooperatzia rumbo a Leningrado, As tres plagas que asolaban ¡°Hespa?a¡± eran para el de Rianxo el clericalismo, el militarismo y el capitalismo, en la versi¨®n retocada y ¡°mejorada en lo posible¡± de ese mismo texto que incluy¨® despu¨¦s en Sempre en Galiza (1944) la tercera se hab¨ªa reencarnado en un tibio ¡°semifeudalismo¡±.
En todo caso, Castelao hab¨ªa blindado su entusiasmo prosovi¨¦tico contra los insondables meandros de la posteridad. Se le podr¨¢ reprochar, y el libro procura hacerlo, que en sus notas y cr¨®nicas del viaje hubiese ignorado las ¡°terribles purgas¡± de Stalin en la ¨¦poca. Es cierto tambi¨¦n que buena parte de sus impresiones parecen ahora ingenuas, e incluso impropias de quien lleg¨® a referirse a los guerrilleros antifranquistas, antes ¡°h¨¦roes¡± y ¡°hermanos¡±, como indeseables ¡°manadas de lobos¡±, pero hay que reconocer que su an¨¢lisis no estaba falto de cautela. ¡°Si la experiencia sovi¨¦tica hubiese fracasado¡±, escrib¨ªa entonces, y result¨® prof¨¦tico, ¡°siempre deber¨ªamos quedar agradecidos a un pueblo que hace experimentos en su propia carne, no en la carne de los dem¨¢s¡±.
¡°En la URSS soy el dibujante revolucionario m¨¢s admirado¡±
La mayor parte de los testimonios de la experiencia sovi¨¦tica de Castelao se deben al protagonista, a sus apuntes de viaje, sus cartas ¡ªalguna todav¨ªa in¨¦dita¡ª y sus declaraciones al regreso, publicadas por Nueva Galicia, Frente Rojo y La Vanguardia. Las interpretaciones no siempre coincid¨ªan, como es obvio, y el artista parec¨ªa consciente. De hecho, se quejaba de que Su¨¢rez Picallo lo acusase de estar a sueldo de la URSS ¡ª¡°?Imag¨ªnate a qu¨¦ extremos conduce la pederastia!¡±, exclama en una descalificaci¨®n claramente hom¨®foba de su detractor¡ª y llega a dulcificar su propio relato en una carta que le env¨ªa en marzo de 1940 a su amigo Rodolfo Prada. Teme no ser admitido en Argentina.
Esas l¨ªneas repletas de disculpas ¡ª¡°No fui m¨¢s que diputado¡±, le dice a Prada¡ª contrastan con las impresiones desbordantes de entusiasmo difundidas en junio de 1938: ¡°En Mosc¨² expuse mis dibujos (treinta obras). En el Museo de Arte Occidental Moderno (uno de los mejores museos del mundo, basta con decir que tiene una sala de Picasso) me destinaron una sala. Tuve un ¨¦xito rotundo¡±, escrib¨ªa a bordo del Cooperatzia mientras atravesaba el canal de Kiel rumbo a Espa?a. ¡°Desde luego puedo augurar que en la URSS soy el dibujante revolucionario m¨¢s admirado¡±.
Castelao se refiere en esa carta a las veinte estampas de Galicia m¨¢rtir y Atila en Galicia, series ambas de 1937, y a las diez todav¨ªa in¨¦ditas entonces de Milicianos. La exposici¨®n era una de las citas obligadas del viaje que el artista hab¨ªa emprendido junto a su esposa, Virxinia Pereira, desde el n¨²mero 28 de la Rambla de Catalunya, donde viv¨ªan entonces en plena Guerra Civil, hasta la capital sovi¨¦tica, como parte de una delegaci¨®n espa?ola para compartir con la ¡°naci¨®n amiga¡± el Primero de Mayo de 1938.
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